Querida Linda:
Estoy en mitad de un vuelo a San Luis para dar un recital. Estaba leyendo una historia del New Yorker que me ha hecho pensar en mi madre y, sola como estoy en el asiento, le he susurrado: “Lo sé, madre, lo sé”. Y he pensado en ti —“algún día estarás volando sola a algún sitio, cuando quizás esté muerta, y desearás hablarme”—. Y quiero contestarte. Linda, a lo mejor no es un vuelo, a lo mejor es en nuestra mesa de la cocina, por la tarde, tomando té, cuando tengas cuarenta años.
Cuando sea, quiero volver a decirte que:
1) Te quiero.
2) Nunca me dejaste tirada.
3) Lo sé. Yo estuve una vez ahí. Yo también tuve cuarenta años y una madre muerta a la que aún necesitaba.
Esto es un mensaje para la Linda a los cuarenta años. No importa lo que ocurra, siempre fuiste mi ojito derecho, mi muy especial Linda Gray. La vida no es fácil. Es terriblemente solitaria. Lo sé. Y ahora tú también lo sabes. Donde quiera que estés, Linda, háblame. Pero he tenido una buena vida, he vivido al máximo. Hazlo tú también, Linda, ¡vive al máximo! Hasta la extenuación. Te quiero. Linda de cuarenta años, y amo lo que haces, lo que sientes, lo que eres. Sé la dueña de tu vida. Pertenece a aquellos que te quieren. Habla a mis poemas o habla a tu corazón; estoy en ambos, si me necesitas. Mentí, Linda: sí que quise a mi madre y ella también me quiso. Así son las cosas.
Besos y abrazos,
Anne
Anne Sexton
Carta a su hija, cinco años antes de su muerte
Leída en Notas de suicidio de Marc Caellas
Editorial: La uña rota
Foto: Anne Sexton