Háblame susurrándome al oído de tus besos, cuéntame para quién los guardas, dame morbo, dime que se los quitarás a ella para regalármelos.
Dime si tus besos tienen un sabor especial, si te humedeces los labios antes de darlos para que con su brillo cieguen a quien los recibe.
Cuéntame si tus besos son capaces de derretir el hielo de los polos.
Aprovecha el tiempo que la escritura nos regala, dime si cuando besas dejas el alma con cada beso para que la que los recibe pueda acariciarla, y dime, por favor, si en tus besos amantes te esmeras tanto como un artesano en su obra más bella.
¿Es cierto que puedes besar piedras y transformarlas en coloridas aves? ¿Es verdad que el dulzor de tus besos dura para toda la vida?
He oído decir que pintaste con tus besos los cielos de Madrid con sus nubes y su azul intenso, que hasta lograste oscurecer las estrellas una noche cualquiera con uno solo de tus besos. Deja pues que tus besos despejen las nubes de mi otoño y enciendan las luces que ahora tengo apagadas.
Solo te pido que no me digas nunca que tus labios se deshacen por tocar otros labios que no sean los míos.
Creo en la magia que tus besos hagan; puedo creer hasta que tus besos saciarían mi hambre el resto de mis días.
Si has llegado hasta hoy y peinas canas, sin conocer mi boca, podrías llegar aún más lejos, sin siquiera extrañarla. Y eso me apena. Me apena tanto que siento que mi vida no vale nada. Porque te estarías perdiendo esa magia, pura e infinita magia.