Hoy en día el idioma se ha ido devaluando cada vez más. Con la llegada de la tecnología a las comunicaciones y en estos tiempos modernos en los que se vive apurado las palabras han perdido en muchos casos su grandeza. Y como estoy totalmente en desacuerdo con eso les he traído en esta ocasión dos pequeñas historias que nos enseñan acerca del buen uso del lenguaje.
La primera de ellas llegó a mi gracias a su publicación, bastante reciente, en un blog amigo de la casa: Memoria Residual; por lo que debe agradecerte Miguel Ángel, sin ti quizás no hubiese conocido la historia. La segunda la conocí revisando los archivos del blog Anfrix, y se la prometí justamente a Miguel Ángel en su blog cuando comente la entrada anterior… Por si no quedo claro: Miguel Ángel, esta entrada te la dedico a ti:
No es lo mismo
Busto de Camilo José Cela en Guadalajara.
Muchos, sobre todo los españoles, conocerán seguramente a Camilo José Cela y sobre todo esta anécdota que contaré ahora. Pero si no lo conocen les diré que Camilo, además de tener un nombre bastante largo (Camilo José Manuel Juan Ramón Francisco de Gerónimo Cela Trulock) fue un escritor español muy reconocido. Autor prolífico (como novelista, periodista, ensayista, editor de revistas literarias, conferenciante…), fue académico de la Real Academia Española y galardonado, entre otros, con el Premio Nobel de Literatura en 1989, el Premio Cervantes en 1995 y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1987. Por sus méritos literarios, en 1996 se le otorgó el Marquesado de Iria Flavia. Además, y esta es la parte que nos interesa, Camilo fue senador por designación real en las Cortes Constituyentes que crearon la Constitución de 1978. La anécdota que les contare ocurre precisamente durante este periodo.
Como todos deben suponer, las sesiones de senadores suelen ser largas y aburridas, por lo que si uno no nació específicamente para eso es muy posible que en medio de ella le agarre somnolencia y acabe cerrando los ojos y echándose una buena siestita, según se cuenta, en una sesión, un compañero de escaño de Camilo, Luis Maria Xirinacs (y no el presidente como normalmente se cuenta), lo descubrió durmiendo y se lo recriminó: 'Señor Cela, está usted dormido'. Cela, a quien obviamente no le cayó nada bien que lo despertaran, le contesto 'No estoy dormido, estoy durmiendo'. Xirinacs retruco la respuesta de Cela: 'Es lo mismo ¿no?'. Fue entonces cuando Camilo, demostrando un dominio del lenguaje tan grande como su falta de delicadeza le respondió: 'No es lo mismo, al igual que estar jodido no es lo mismo que estar jodiendo'.
¿Sorprendido o Asombrado?
Retrato Fotográfico de Émile Littré (1801-1881)
Existen veces en que nuestras pasiones son tales que no las podemos dejar fuera de nuestra vida ni por un segundo, algo así fue lo que le ocurrió a Émile Littre en cierta ocasión. Pero antes de contarles la anécdota les diré quien fue Émile, para aquellos que no lo conozcan.
Émile Littre fue un filósofo y lexicógrafo francés. Fue discípulo de Comte, de quien se separó por su concepción del positivismo como religión de la humanidad. En 1867 fundó con Wyrouboff la Revue de Philosophie Positive. Y es célebre por su Diccionario de la lengua francesa (1863-1873).
Sin embargo, aquello por lo que más repercusiones tuvo sea, quizás, su juicio por infidelidad, ya que durante el mismo toda la audiencia estalló de risa al escuchar lo ocurrido.
Resulta que, en cierta ocasión,la mujer de Littre entró en la habitación que compartía con este para encontrárselo arriba de la criada. Ante tal situación la mujer del lexicólogo exclamo: 'Émile, estoy realmente sorprendida'. Su infiel esposo, sin poder apartar al lexicólogo de mente, le respondió sin alterarse demasiado: 'No amor, tú estás asombrada. El sorprendido soy yo'.
Fuentes: Blog Memoria Residual