Magazine

Hablando de adolescentes

Publicado el 23 enero 2014 por Alberto Sillero
“No hago carrera de él…Arréglamelo”
Estas palabras y otras parecidas, las oigo habitualmente en el Gabinete Sumar cuando acuden padres a la sesión inicial dentro de un proceso con adolescentes.
Sin embargo, los jóvenes, los adolescentes, no “están rotos”, tal vez parezca que no saben lo que quieren, y en ocasiones no lo tienen del todo claro.
A veces se da por supuesto que padres y adolescentes tienen una mala relación, pero no tiene por qué haber una relación complicada, no tienen por qué llevarse mal. De hecho hay estudios (Richard Cloutier) que sufgieren que la mayoría de las personas pasamos por la etapa de adolescencia sin ningún problema grave de enfrentamiento con nuestros mayores.
Según la Organización Mundial de la Salud, la adolescencia es el periodo temporal comprendido entre los 10 y los 19 años.  En los términos de este blog, y para comprendernos mejor, vamos a considerar adolescentes a partir de 13 años, y hasta los 17 o 18 (depende de la persona) y vamos a llamar “jóvenes” a las personas que superen esa edad. Pero en cualquier caso, vamos a referirnos a aquellos adolescentes o jóvenes que conviven y dependen de los padres o tutores.
Volviendo al principio ¿Qué sucede para que una persona razonable diga que su hijo no funciona?
Sucede que lo que los padres quieren no es lo mismo que lo que busca el adolescente (o de la adolescente). Sucede que no pensamos igual según vamos creciendo y madurando, y eso es bueno. Hay que decir, sin embargo los adolescentes suelen asumir la mayor parte de los valores de sus padres, de modo que la diferencia no es tanta.
Si tomáramos a las familias con empresas, diferenciaríamos los objetivos de la “empresa” con los del “empleado”, es decir los objetivos de los padres y lo deseado por el adolescente.
Los jefes (los padres) quieren el máximo rendimiento de cada miembro de la organización, que todos cumplan con su deber y alcancen los objetivos marcados, que en este caso suelen estar relacionados con las calificaciones académicas.
El asunto es que los empleados, los adolescentes, pueden tener  otras metas. Hacer que ambos grupos de objetivos confluyan, puede parecer imposible, pero por muy complejo que parezca, es posible, trabajando desde el coaching.
Llamamos coaching al conjunto de técnicas que ayudan a la persona a realizar todo aquello que ya sabe hacer, potenciando sus habilidades y capacidades (Menendez y Worth).
Desde esta perspectiva, tratamos con los jóvenes y adolescentes presuponiendo que tienen capacidad de mejorar, que tienen la competencia para crecer y para definir y alcanzar sus propios objetivos. Esa idea de capacidad es fundamental, porque desde ahí podemos trabajar juntos para que el adolescente encuentre su camino en la vida, su propio camino.
El punto de contacto entre esos dos grupos de objetivos de los que hablamos, se encuentra en la motivación interna del adolescente. Las personas luchamos más por aquello que nos es propio, que nos interesa desde dentro. Es posible hacer que esas metas propias coincidan con las que los padres imponen, de modo que al cumplir con lo marcado por los padres, consigan además lo que ellos o ellas quieren.
Pueden hacer suyas las metas familiares, ya sea por convencimiento, o simplemente considerando esas metas externas como un medio para conseguir su fin (es decir, haciendo de los aprobados o de las buenas notas un medio para conseguir lo que quieren en ese curso o en el futuro).
Para ello hemos de indagar en lo que el adolescente quiere para su futuro, mediante preguntas y otras herramientas. A veces, cuando el joven clarifica sus metas, ve en lo que sus padres le piden una oportunidad. Otras veces aprenden a negociar, intercambiando los aprobados por otras cosas. Algunas veces descubren que su futuro es distinto al planificado por sus padres, y desde el convencimiento de lo que quieren pueden avanzar por su camino y a la vez convencer a su familia de que eso es lo que van a hacer, porque es lo que de verdad les gusta y les motiva.
A veces, en este mundo economicista, en el que todos tendríamos que ser ingenieros, médicos o abogados, olvidamos que algunas personas han nacido para ser artistas, y creemos que ese camino solamente llevará a la ruina a nuestros hijos. Sin embargo tener una carrera no es sinónimo de tener empleo, y mucho menos de tener el empleo que a cada uno nos gusta. Tal vez sería mejor dejar a cada uno seguir su camino, su gusto, dotándole de las mejores herramientas para que eso que quiera hacer.
Las áreas de intervención en el proceso con adolescentes y jóvenes, son por tanto motivación, conjugación de objetivos de la familia y propios del adolescente (con prioridad en éstos), y también las relaciones del joven con su entorno y mejora de autoestima. Hay que tener en cuenta que las personas somos seres sociales, y el sistema de relaciones del adolescente incluye a su familia y a su conjunto de amigos y compañeros de estudios.
¿Y cómo conseguir esto? Hablando y dejando hablar, escuchando, comunicándose.
Si tienes alguna duda y quieres más información sobre procesos con jóvenes y adolescentes, no dudes en preguntar en [email protected].

También podría interesarte :

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Quizás te interesen los siguientes artículos :