... desde el desconocimiento... (1ª Parte) El mundo del comic-book(cómic, de ahora en adelante) es un universo amplísimo y desconocido para la gran mayoría de esforzados lectores del panorama actual. Los medios de comunicación mainstream etiquetan el cómic como lectura para personas que necesitan el apoyo de grafismos para poder atreverse con un libro (léase niños, jóvenes con fracaso educativo y demás lumpen intelectual), que se emocionan con las peripecias de varones supramusculados que se pegan con otros hombres llevando todos ropa interior ajustada de colores primarios, ya que, como todo el mundo sabe, los cómics son de Superman o Spiderman, o del Capitán Trueno y está muy bien leerlos cuando uno es púber a la hora de la merienda, entre pelotazo y pelotazo (de fútbol).
No, no. Pues no es así.
El mundo del cómic es amplísimo y desconocido y sus obras de arte válidas e innegables. En un mundo absurdo en el que las artes plásticas llevan ocho décadas ahogadas por una gangrena de pintores de cóctel y canapé sostenidos por la masa de evasores de impuestos sin alma alentados por la legión de comisarios/as de arte bobalicones que se han tomado en serio una broma de intelectuales de los años 20, el mundo de la ilustración y del arte secuencial es el auténtico heredero de Miguel Ángel, de Caravaggio y de Velázquez, y para respaldar esta afirmación, animo al sufrido leyente a que se acerque a la obra de ilustradores como Frank Frazzetta, Richard Corben, Moebius, Guido Crepax, Will Eisner, John Buscema, P. Craig Russell, Barry Smith, Milo Manara, Jeff Smith…Podríamos llenar páginas enteras con nombres de auténticos artistas dedicados al cómic.
El arte pictórico siempre ha sido narrativo. Desde los primeros danzarines en la oscuridad domada de las cuevas hasta las vírgenes dolientes de corazón herido, el pintor siempre ha tratado de contarnos algo. El arte religioso está dedicado casi exclusivamente a la transmisión de episodios del dogma o la tradición. El retrato siempre trata de contarnos como es la persona retratada. La esencia del grafismo es la narración.
La diferencia fundamental entre el cómic y el resto de las artes pictóricas es el apoyo de la ilustración en el texto escrito. Esto no es nada nuevo. Sin remontarnos demasiado, ya la pintura románica incluye en numerosas obras textos de apoyo o simpáticos bocadillos que surgen de la boca de los santos. Esta técnica alcanza en el cómic su máxima expresión. El fin último del formato se halla en la armonía entre las dos técnicas narrativas: la Ilustración y la Palabra. En muchas ocasiones estas dos técnicas las desarrolla y acomoda un mismo autor, pero en el mundo del cómic es común que diferentes autores trabajen en el desarrollo de una misma historia. El artista ilustrador cuenta habitualmente con el apoyo de entintadores y coloristas para rematar su obra, pero hay otro autor protagonista de este medio que aún no hemos tocado y del que nos ocuparemos en la siguiente entrada, un artista ajeno al lápiz cuya labor quintaesencial ha sido general y erróneamente relegada a un segundo plano: El guionista/escritor de cómics.
Escrito por Lope A.
ARS IX