Revista Psicología

Hablando de fe (X)

Por Rms @roxymusic8

Reconozco que, llegados a este día tan importante en el calendario de un católico, estaba fuera de juego. Un veinticinco de diciembre y yo todavía sin situarme, sin prepararme, sin atender realmente a lo que estaba sucediendo. No fue hasta ayer, Nochebuena, que reaccioné. No es fácil adentrarse en el Misterio con trabajo por medio, mensajes de móvil, tareas que hacer y distracciones varias del día a día. ¿Sería igual para los pastores de hace más de dos mil años? Trato de imaginarlos y, seguramente, también les costaría recibir aquella noticia del ángel. Pero no por estar metidos en sus quehaceres, sino porque nunca habían recibido tal noticia. Aun hoy nos cuesta recibir información de tal calibre, es más, nos cuesta hacer hueco a una Persona, a un Niño, a Jesús.

Hubo turbulencias desde el mediodía de ayer y la mañana de hoy. Fechas señaladas marcadas por dos hechos poco agradables, de esos que no toca vivir en tales fechas. ¿Qué los salvó? ¿Quién los rescató? Para el primero, sin saberlo, me había preparado yendo a al último día de la Novena de Navidad en casa de una Fraternidad amiga. No esperaba encontrarme allí con dos personas que aprecio, y menos siendo parte activa de la Novena. A una de esas personas y a mí nos pidieron si podíamos llevar la Novena. Necesitaba meterme en el ambiente de Adviento, de Navidad, vivir la Presencia de Dios, ¿qué mejor que participando, haciendo mías las palabras que leía? Sin quererlo, recibí, pues estaba buscando. Es así como se presenta el Niño. Por un sí. Aquella mañana me levanté pronto para poder acudir a ese pequeño, pero tan importante acto. Primera vez vivido, primer toque de queda. Primer despertar para luego hacer frente a una importante conversación telefónica donde poner la Verdad en bandeja. ¿Quién lo hizo posible? Aquel para el que nada es imposible.

Ya por la noche todo salió rodado: la cena y la Misa del Gallo. ¿Qué sería de la Nochebuena sin la Misa de medianoche? En la noche se calman las aguas, y un tanto de lo mismo pasa con las personas. Las almas se calman, y las personas ven con claridad, están más cercanas y cariñosas. ¿Qué me salvó en esa noche? Las palabras acertadas y oportunas de una de mis hermanas. Me recordó que Dios vino a nuestra tierra haciéndose Niño y descansando en un pobre y sucio pesebre, rodeado de malos olores, de miseria, de porquería... Y así quiere venir a nuestros corazones: a esa parte que nos avergüenza, que está llena de miserias, de podredumbre. Recuerdo estar en la cola de la Comunión esperando recibir a Jesús en la Hostia e ir diciéndole aquellos lugares que me avergonzaban de mí, esas actitudes que no soporto de mí, esos actos que no me enorgullecen, esos pensamientos que no son puros... Y llegó la paz al recibirle. Ahí, en ese momento, conecté con la Navidad, con Él. Y todo cambió.

Para el segundo asalto, sólo hizo falta que rezara interiormente una Padrenuestro, Avemaría y Gloria (PAG, como cariñosamente lo llamo), y verbalizar en un susurro lo que necesitaba en ese momento: tranquilidad, ternura, dejar a un lado los prejuicios, acogida, amor... Llegué a la casa paterna y una discusión se hizo presente. Alteró el ambiente, pero, poco a poco fue calmándose. ¿Quién lo hizo posible? El que vino a nuestra tierra a llenarla de amor, de fraternidad y de comunión. No se solucionó el problema, pero dentro de mí pude notar el cambio. Nada ya me es indiferente, quiero llegar a la raíz, tocar las profundidades de cada persona, y que ésta conozca las mías. No importa si está o no de acuerdo, lo que importa es ser uno mismo, ser la persona que Dios ha querido que sea, sin miedo a perder afectos. La Navidad no son sólo reencuentros o reuniones familiares o de amigos, la Navidad es una Persona que, si tú le dejas, cambia tu corazón, te hace humilde y te empuja a meterte de lleno en la realidad que estés viviendo. Siendo Luz, siendo parte importante, y llevando esperanza.

No recordamos este tiempo y fechas señaladas por capricho. Necesitamos que nazca de nuevo, cada año, el Amor en nuestro corazón. No sabemos relacionarnos desde el respeto, el cariño, la unión y fraternidad si no dejamos que Él, ese Niño, visite primero nuestros hogares y nuestros rincones oscuros. Sin la Navidad, sin Él, el veinticuatro y veinticinco de diciembre les falta algo, les falta Alguien.


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