En uno de los muros del colegio al que fue mi mujer de pequeña, dice: «Si buscas la paz, no hables con tus amigos, sino con tus enemigos». Pero a saber qué decían las paredes del centro donde se educaron Mariano Rajoy, Carles Puigdemont o Soraya Sáenz de Santamaría. Supongo que algún tipo de Alea jacta est, para que se fueran acostumbrando desde cachorros.
Tras el paripé del debate parlamentario se demuestra lo que muchos ya sabíamos: Junts pel Sí y la CUP no tienen fuerza suficiente para empujar hacia delante al resto de fuerzas políticas catalanas —y cabe añadir que estas tampoco están por la labor—, y que esta huida hacia delante no tiene un objetivo claro, más allá de una presión activa a Madrid, que sigue haciendo oídos sordos a cualquier demanda por parte de Cataluña, a sabiendas de que el porcentaje de participación de la comunidad no permitirá un verdadero referendo vinculante.
Viñeta satírica de Andrés Faro sobre «la cuestión catalana».Llegan momentos de tensión, porque empiezan a desenquistarse problemas que arrastra todo el Estado español desde 1977: un conflicto de identidades y de naciones que se ha escondido bajo la alfombra de las autonomías, pero que llevan dando señales de que tienen que pasar por el mecánico desde mucho antes del Estatuto de Autonomía de Cataluña y el Plan Ibarretxe.
Todo ello, no quita que las cosas no se deban hacer con alevosía salvaje, con presiones y carpetazos como los de ayer, que omiten otras formas de pensamiento democrático e ideológico y que, sobre todo, han prostituido el sentimiento de catalanidad para eludir que no existe ni plan de acción ni hoja de ruta.
Sí es cierto que, cuando lleguen las lágrimas y los «cachetazos» europeos, los catalanes podremos achacar un gran peso de la culpa al Gobierno central, que, como bien decía hoy el editorial de CTXT con gran acierto: «Por muchas torpezas y errores que estén cometiendo las instituciones catalanas y el movimiento independentista, creemos que, ante todo, corresponde al Estado establecer el marco político que permita procesar y resolver democráticamente la demanda, ampliamente mayoritaria en Cataluña, de un referéndum.» ¡Y cuánta razón hay en esas palabras!
Viñeta de Andrés Rábago García (El Roto) sobre la crisis entre Cataluña y España.La democracia no ha muerto. Sin embargo, exige hablar y, todavía más importante, negociar y parlamentar con nuestros enemigos, algo que ni las fuerzas políticas catalanas ni las españolas recuerdan, y, como ejemplo, tenemos las elecciones generales de los dos últimos años. Ni España, ni Cataluña; nuestro país —lo sienta cada cual como lo sienta— tiene una historia propia y otra compartida, y por mucho que la línea azul del ejecutivo siga creyendo que solo existe un marco político, la realidad es que, de existir, en absoluto es el de un estado centralizado, sino el de un gobierno federal que deberá afrontar otros muchos problemas cuando ni Madrid parta y reparta, ni se pueda obviar que, no solo se trata de sentimiento nacional, sino también de contribuciones (muy) desiguales hacia un objetivo que se ha demostrado, una y otra vez, que no siempre es común.
Hay dos citas más que son aplicables a muchos de los actores de este folletín de semanario cutre: «Tú mismo eres tu peor enemigo» y «Toda persona tiene derecho a ser estúpida, pero algunas abusan de ese privilegio». Veremos cómo se suceden las cosas durante las próximas semanas, pero hay algo que tranquiliza, y es que, después del día 1, volverá a salir el sol, una vez, y otra, y otra. Es la ventaja de la desconexión política y social que sufrimos en la actualidad: que organiza, pero ya no dicta; ¡y qué coño! A menudo, casi mejor.
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