Revista Cultura y Ocio

Hablar por hablar

Publicado el 12 julio 2010 por Guti
Hablar por hablar
   Nunca quise ser escritor. Ni lo pretendí, ni consideré que tuviese cualidades para este arte. Lo que sí he deseado siempre es comunicar. Por eso, quizá, me puedo considerar un "escribidor" de palabras, pero nada más. Reconozco, sin falsa modestia, que el idioma castellano lo conozco bastante bien; no por una capacidad especial, sino por las necesidades de mi trabajo. Para adaptar guiones hay que estar al tanto del lenguaje y saber utilizarlo correctamente.    Por eso me inquieta, por no decir que me ataca los nervios (no "enerva", como algunos dicen, puesto que eso significa lo contrario), que personas cuyo trabajo es hablar a los demás tengan tan poco respeto por nuestro apreciado castellano. Sobre todo en los medios radiofónicos y televisivos. 

   Entiendo, incluso me resulta divertido, que una persona de la calle le de alguna patadita al diccionario o se suba encima de él para colgar un cuadro. A falta de escalera, bueno es un diccionario de los gordos.    Pero esos "tertulianos" que deberían llamarte "escupidores", o esos presentadores, o esos que se llaman periodistas porque una vez se matricularon en la universidad, no sólo le propinen patadas, sino que jueguen al rugby con el libro de la RAE... ya me toca... la moral.   No soy tan exquisito como para pedir que en los medios se utilice un lenguaje culto, pero entre el "¿Ande paras?" y el "¿Qué lares son testigos de tus andanzas?" hay un término medio y de hermosa naturalidad. 


   Sin detenerme en el uso de un pasado verbal que muchos emplean sobrecargándolo de "eses" que se cuelan desvergonzadamente para pronunciar "dijistes", "subistes" o "vinistes"; hay un excesivo coladero de vocablos impropios en las fauces de esos hablantes que surgen de las ondas. Y no me refiero sólo a los insultos y palabras soeces. A fin de cuentas, éstas existen y son útiles si se saben emplear. 

   Es difícil que predizca lo que delante mía va a ocurrir, ni podré tenerlo bajo control hasta que no se calle. Frase que puede surgir en cualquier momento de los ínclitos charlatanes televisivos. Curiosa conjugación del verbo predecir, apropiación indebida del adverbio delante, traducir literalmente el "under control" desconociendo que en el idioma de Cervantes se tiene controlado, y "hasta que no se calle" significa hasta que esté hablando.    Ya no nos sorprendemos al oír cosas como "todos los cadáveres aparecieron muertos" o "tira al hueco vacío". Digo yo, si algún cadáver aparece vivo, menudo susto, ¿no? O, ¿qué pasaría si al tirar al hueco, éste se llena? ¿Habría tirado al hueco o al lleno? También he oído en algún informativo la frase "las tres personas y los dos niños salieron ilesos del accidente". Es cuando yo me pregunto: ¿qué eran los niños? Arácnidos, seguro. 

   Lo de "el momento álgido" se ha repetido tanto que hasta la propia RAE ha tenido que claudicar y admitirlo. Pero a mi no hay quien me quite de la cabeza imaginarme una situación gélida al oir "álgido". Así es como se creó esa palabra y ese ha sido su significado durante algunos siglos. Tampoco es raro oír cómo a algunos se les pone "la piel como escarpias", "los pelos de gallina" o "la piel de punta". A mí sí que se me erizan los vellos ante tamañas barbaridades que oscurecen el mismo candelabro de la Mazagatos. 

   Por eso me conformo con seguir estudiando el idioma y, sin pretensiones, intentar no caer en la prepotencia léxica que lleva a estos desahogados a pisotear las dulces uvas del castellano para producir un vino amargo y cabezón hasta resultar indigesto.


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