Revista Cultura y Ocio

"Hablar solos", de Andrés Neuman: cuando la enfermedad entra por la puerta...

Publicado el 11 septiembre 2014 por Lidiacasado
  Hace mucho que no recupero reseñas de Anika entre Libros y se me van acumulando (y algunos libros muy buenos), así que voy a recuperar la buena costumbre de publicar una cada jueves. Comienzo con una novela intimista que me gustó mucho.
Hablar solos Título: Hablar solos
Título Original: (Hablar solos, 2012)
Autor: Andrés Neuman
Editorial: Alfaguara
Colección: Hispánica

Copyright:
© Andrés Neuman, 2012
© Santillana Ediciones Generales, S.L., 2012
Edición: 1ª Edición, Octubre 2012
ISBN: 9788420403298
Tapa: Blanda
Etiquetas: narrativa, literatura de viajes, literatura argentina, novela, cáncer
Nº de páginas: 192


Argumento:
   Mientras Lito y Mario realizan un viaje en camión, un viaje para consolidar su relación de padre e hijo, un viaje para recordar lo bueno y mantener ese vínculo siempre vivo, Elena, sin moverse de la ciudad, emprenderá su propio trayecto. Un periplo lleno de obstáculos, de miedo, de resentimientos, de culpabilidad, de rabia y de odio hacia sí misma. Y es que cuando la enfermedad se instala en el hogar, el horizonte cambia para siempre.

Opinión:


   Andrés Neuman se vale de tres voces diferentes para indagar en cómo se afronta la enfermedad y qué provoca su llegada. Tres voces que conformar el triángulo sobre el que se asienta una familia (padre, madre e hijo), que se comunican y aman pero que, en el fondo, hablan solos, como bien recoge el título de la novela y refleja el texto. Lito, Mario y Elena rumian en soledad sus sentimientos y pensamientos sobre la vida y las circunstancias que les ha tocado vivir. La confluencia de los tres monólogos (cada uno con su estilo propio) crea, no obstante, una suerte de conversación que el lector ha de reconstruir para aprehender el hilo de las relaciones que se establecen dentro del triángulo y fuera de él.
  Lito, el hijo, es, quizá, el eslabón más débil. Protegido contra la enfermedad por la distancia y la ignorancia, vive en el mundo propio de un niño de diez años a quien su padre invita a cumplir un sueño: hacer con él un viaje en camión. Lito habla con una forma de expresión todavía poco madura, que abusa de la coordinación (aunque este es un rasgo general de toda la novela), a veces hasta llegar a la incorrección gramatical; que utiliza la jerga actual; que emplea con soltura el lenguaje de los sms y las nuevas tecnologías (hasta el punto de que reprocha a su madre no saber escribir porque no ahorra letras y redacta los mensajes de móvil como si de cualquier otro texto escrito se tratara) y que aporta a la narración general el punto de vista infantil, a veces inocente, a veces extrañado, propio de los niños. El discurso de Lito incluye diálogos, que a veces quedan sin final porque deja de prestar atención. Sus intervenciones parecen, pues, fruto de una corriente de conciencia que recoge todo lo que pasa por su cabeza, con sus idas y venidas, sus desarrollos lógicos y sus digresiones, sus pensamientos y sus distracciones.
   Si en el caso de Lito habla su pensamiento, en el de Mario es la propia voz la que oímos en el texto. Sus intervenciones constituyen, en realidad, el producto de unas grabaciones que dirigió a Lito desde el hospital, tras volver del viaje. La memoria de ese periplo, de lo que sintió y vivió, explica algunos pasajes ya narrados por el hijo, arrojando luz sobre el conjunto de la obra y ofreciendo el punto de vista personal del enfermo, de quien siente la necesidad de despedirse, de hacerse recordar, de mantenerse vivo a través de la memoria de quienes le quieren. Los textos de Mario reflejan bien la oralidad propia de la grabación sonora: la prosa se convierte en un flujo de palabras que no respetan la puntuación típica del texto escrito, que se interrumpe cuando llega una visita o una enfermera, que va y que vuelve, que pregunta sin esperar respuesta. Las interrupciones en los fragmentos de Mario llegan a tal punto que el autor rompe una frase e intercala un capítulo diferente con el parlamento de otro de los protagonistas para retomar el final de dicha oración en la siguiente intervención del enfermo.
  Mario cuenta en primera persona cómo vive su propia enfermedad y reflexiona sobre lo que esta ha causado en su cuerpo, en su mente y en su entorno. Nos habla del rechazo que producen los enfermos, de cómo se siente menos tocado, menos besado, querido a distancia desde que está enfermo, como si el mal pudiera contagiarse a través de un gesto de cariño. Mario le habla a Lito de lo que ha sido su vida, de su madre, de su viaje, de sus sueños frustrados y de su futuro truncado. Comparte con él el orgullo que sentirá cuando el niño se haga mayor y cumpla sus propios sueños y también el dolor que no estar ahí le causa. Mario se despide con ternura, con la tortura de no ver crecer al hijo, de no acompañarle, de no estar ahí cuando le necesite. Mario se despide con la congoja del que tiene que decir adiós demasiado pronto.
   Elena, por su parte, aporta la palabra escrita a este dialogo a tres bandas. Elena escribe lo que siente, como profesora que es, el rechazo que el Mario enfermo le produce, el aislamiento no solo del enfermo sino del que cuida al enfermo, una figura olvidada por la sociedad. Elena siente dolor y rabia por la injusticia que se ha asentado en su familia y palía su propio sufrimiento a través del sexo violento con el médico de su marido. El sexo como consuelo le permitirá ahondar en su relación con Mario, en su amor, en sus fracasos. La palabra escrita con la que Elena contribuye a la novela no procede solo de su pluma. Elena se busca en otros libros: cita, subraya, indaga, estudia, investiga, se consuela en las obras de otros… y reflexiona sobre las respuestas que encuentra en ellas y sobre aquellas que le faltan, justo las que más necesita. Elena se ahoga en su propia soledad, en su silencio, en su culpabilidad, en su falta de comprensión hacia lo que ocurre, en un mar de palabras que consuelan pero no acarician, que confortan pero no te hacen entrar en calor.
  Andrés Neuman construye, pues, una novela a través de las voces aisladas de los miembros de una familia en la que se ha asentado la enfermedad. Voces que hablan solas, haciéndonos reflexionar sobre la soledad que camina de la mano de la propia enfermedad, la soledad que se siente en compañía; la soledad del que se va y de los que se quedan.

   Enlace a la reseña original.   Nos seguimos leyendo.

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