La prehistoria
“Nadie sabe lo que pasó”
Aitor y Selena se habían sentado en sus pupitres mientras esperaban al profesor, ese tío que les iba a enseñar la historia de una forma diferente a como se enseñaba en la escuela. Los dos tenían muchas ganas de empezar el curso, incluido Aitor, que al principio se situaba incrédulo ante esa situación.
Al rato, Isaac entró en la sala, se sentó en la mesa mirando fijamente a los dos chicos. Los dos chicos hicieron lo mismo. Esta situación se dio durante cinco minutos, hasta que Aitor se atrevió a hablar:
- ¿Podemos empezar la clase? – Un frio silencio recorrió esa habitación. En un rato Selena, entre carcajadas, también se atrevió a hablar:
- ¿Profesor, está usted vivo?
- Ahora la historia ha comenzado. ¿Os acordáis la definición que dan los libros de historia sobre la prehistoria?
- Creo recordar que es el largo periodo que trascurre desde la aparición del ser humano hasta los primeros documentos escritos. – respondió Selena, un poco incómoda.
- ¡Exacto! Bingo, y eso es lo que acabáis de hacer este rato que habéis estado callados. – Dijo Isaac, añadiendo – Mientras estabais callados ha trascurrido la prehistoria, podríais haber hecho cualquier cosa, pero no, os habéis callado, mientras pintabais en los pupitres, o hacíais gestos de incomprensión. Eso trascurría en la prehistoria pero con las “artes gráficas”: los hombres que estaban viviendo allí, sin quererlo, dejaban rastros a los historiadores del futuro de su estancia en la tierra, desde dibujos hasta trampas, herramientas, huellas… De repente, una persona decide dejar en las piedras talladas unos símbolos (primeras escrituras). Una pregunta ¿diríais que eso fue el inicio de la historia?
- Yo diría que no, pero si nos aferramos a la definición de prehistoria podríamos decir que sí. – Respondió Selena a la pregunta de Isaac.
- Exacto, imagínate que esos símbolos eran las pinturas que había en la cueva. Eso nadie lo denomina escritura. Ni mucho menos que solo por ser una persona quien lo haya escrito: imaginad que esa persona simplemente talló unos símbolos que significan “Hoy, día mil cuatrocientos noventa y dos de vida, he comprado un bisonte, un elefante y un tigre, gastando únicamente tres lanzas y dos flechas” en su símbolo de escrituras. – los dos chicos rieron. Isaac prosiguió su explicación. – Hay rastros de símbolos desde mucho antes de la edad antigua, es decir, la primera etapa de la historia, pero esos no se han denominado escritura, aunque era la forma de comunicarse durante esa época. Simplemente no es escritura porque cada persona hacía sus propios símbolos. ¿podríamos decir que ya es historia cuando una población produce un convenio de símbolos para toda una civilización?
- ¡Ahí sí! ¡Ahora sí que podríamos decir que la escritura es una forma de comunicación total, es más, es lo que ocurrió con las primeras civilizaciones! (Mesopotamia, Egipto, etc).
- ¡¡Esa es Aitor!! Acabas de llegar al inicio de la historia. Entonces ¿qué es eso de la prehistoria ahora? ¿cómo lo definiríais?
- Pues el periodo de la historia, misterioso para los historiadores, que trascurre desde la aparición del ser humano hasta la aparición del primer lenguaje simbólico en común.
- Bueno, no os creáis que fue tan misteriosa, simplemente es por la falta de documentos escritos, aunque podríamos acercarnos muy fácilmente a la forma de vida de aquellos hombres. Y tampoco os creáis que la invención de la escritura fue la más importante de todas. Acordaros del fuego, por ejemplo, o el traspaso de una población, principalmente nómada, a una sedentaria y el descubrimiento de la agricultura y la ganadería. Para los historiadores es una época larga pero riquísima para el desarrollo de nuestra historia Antigua.
- La verdad que es un periodo bastante rico culturalmente ¿no?
- ¡Exacto, Selena! ¡Menudos chicos más inteligentes me han tocado! Ahora, suponed que, durante un día, no disponéis de teléfonos móviles ni televisiones; tenéis que subsistir con lo que recolectáis de la naturaleza, por no ser un fastidio para vosotros, digamos que estamos en verano, por lo que no necesitáis hacer fuego con el método que luego veréis en primera persona; También tenéis que tener cuidado no os maten unas criaturas similares a los animales de ahora, sois nómadas y la cueva dónde dormisteis anoche está demasiado lejos para volver hoy, necesitáis un sitio oscuro para dormir; ¿habéis escuchado alguna vez algo sobre la paleodieta? Pues hoy vais a vivir como si fuerais nuestros antepasados los austrolopithecus, homo habilis, homo erectus… (En nuestra era, los seres humanos hemos sido definidos como homo sapiens sapiens, una “versión mejorada” de nuestros señores de la prehistoria). Tampoco tendrías un sistema nervioso muy desarrollado, el neocortex es lo que nos diferencia de esos seres.
- Buf, pues la verdad que debía ser dura la vida en la prehistoria. – Responde Aitor.
- Sí bueno… también depende de la época, pero generalmente, así podía ser el día a día de un ser prehistórico. – Responde Selena. – También recuerdo que al final de la prehistoria se descubre que se puede trabajar con los metales, ¿es cierto eso no, Isaac?
- Exacto, pero no olvides que esa etapa, la Edad de los metales, es la última etapa que los historiadores denominan prehistoria. Tenemos, prácticamente, más de 10 millones de años para visitar, algo imposible para un ser humano actual, nunca se va a llegar a semejante esperanza de vida.
- Entonces, ¿cómo vamos a poder viajar alrededor de la historia si ni siquiera tenemos el tiempo posible? – Pregunta Aitor.
- A ver… tenemos diez millones de años para visitar. Por eso había pensado en visitar tres importantes momentos: 1: la aparición del fuego y algún método que usaron para llegar a él, 2: la última glaciación y la primera llegada de los hombres a América y 3: los primeros documentos escritos, el alfabeto Mesopotámico.
- ¿Pues a qué estamos esperando? ¡¡Vamos a visitarlos!! – Respondieron lo chicos al unísono.
- Por supuesto chicos, pero esperad que os explique unas cosas: primero, creo que ya leísteis las reglas del letrero encima de una de las puertas de la máquina del tiempo, son reglas claras, no quiero que se produzcan cambios en la historia, por eso es importante que las cumpláis. La aparición de multiversos podría ser un problema añadido a nuestra máquina del tiempo.
- Eso no va a ser un problema, Isaac. – Respondió Selena.
- Segunda cosa: ¿sabéis que es la intrahistoria?
- No – Respondieron los dos chicos, esperando la explicación del profesor.
- Vale, para empezar tenemos que remontarnos a uno de los autores de la generación del 98 de España: Miguel de Unamuno. Para él, la intrahistoria es como un pilar fundamental en sus ensayos. Consistía en contar la historia oculta, relatos de personajes del “pueblo llano” que nunca tuvieron connotaciones en un libro de historia. Por lo tanto, son los relatos que ocurrieron a personas normales que, para Unamuno constituyen las tradiciones de un pueblo al margen de lo contado históricamente.
- Suena interesante, ¿pero qué tiene esto que ver con el viaje si no podemos hablar con la gente? – preguntó Aitor.
- Chico, parece que no sabes relacionar las cosas, la intención del viaje será ver en primera persona esa intrahistoria que nos contaría Unamuno en sus relatos. Aunque en la prehistoria no vamos a tener muchas oportunidades, ya que no existía el lenguaje, en viajes posteriores vamos a aprovechar mucho esta palabra. Y tercer punto, nunca os separéis. REPITO: NUNCA OS SEPARÉIS. Es muy importante porque para buscar una persona en historia puede costar un laaaaarrrgooo rato, eso si tenemos suerte.
- ¡Señor, si señor! – Dijo Aitor en tono gracioso, Selena soltó una risa tímida, a la vez que le daba un codazo en el codo a Aitor.
- Bueno, bueno, si te pasa algo yo no me voy a preocupar. – Respondió Isaac Oldston también en tono irónico. – Ten mucho cuidado, chico.
- ¿Cuándo podemos empezar el viaje, se hace tarde? – Pregunto Selena, esperando una cuarta condición que no llegó.
- Ya podemos irnos. Primer destino…
- ¡¡EL FUEGO!!
Selena y Aitor, junto al profesor clandestino Isaac Oldston abandonan la sala donde imparten clase y se disponen a cruzar la puerta roja que abre la máquina del tiempo. Isaac es el primero en entrar, seguidamente, se incorporó al gran ordenador de la primera sala, mientras Aitor y Selena se quedaron en la sala, temerosos si debían entrar en la máquina del tiempo. Al final entran, primero Selena y después Aitor.
Al llegar, ven algo distinto, ven la sala muy bien iluminada, probablemente porque el superordenador que buscaba las constantes necesitaba mucha energía para poder funcionar. El color de las paredes también había cambiado, era más blanco que la nieve. Una gran bombilla de luz blanca hacia parecer que esas paredes desprendían enormes cantidades de energía. Selena, que había practicado ejercicios de meditación antes, encontró una calma enorme, como si todos sus problemas no tuvieran suficiente importancia, estaba en el estado de flujo que siempre había deseado alcanzar. Aitor también se encontraba en ese estado, estaba viviendo el presente, el “eterno presente”, se quedó sin palabras, era la calma antes de la tormenta, aunque sabía que esta vez iba a ser distinto. Se quedaron diez largos minutos pensando en nada, simplemente observaban la habitación, de unos tres metros cuadrados, perplejos, sorprendidos por la gran vibración de los demás y las suyas propias. Cuando por fin los chicos salieron del trance, vieron el viaje en el tiempo como el aprendizaje, tanto espiritual como educativo, más importante que llegarían a tomar.
Al cabo de esos diez minutos, Isaac salió de la sala del ordenador, con un folio lleno de números y letras griegas. Era la constante del primer viaje que iban a emprender minutos después. El científico introdujo los datos en la puerta del viaje en el tiempo mientras les recordaba las “reglas” que antes había mencionado. Un fuerte golpe sacudió la sala y luego, la puerta se abrió: no se veía nada, simplemente estaban en una explanada repleta de grandes árboles y unos pequeños animales, similares a los caballos de hoy en día, tenían menos pelo, pero parecían más ágiles y feroces. Isaac gritó: “EURECA!! Estamos en la prehistoria, hace más o menos un millón de años antes de nuestra era. Hoy es un día que marcará la vida de los seres humanos: HOY SE DESCUBRE EL FUEGO”.
Los chicos se quedaron embobados viendo cómo los caballos pastaban en esa llanura, como he mencionado eran muy parecidos a los caballos actuales, pero más veloces. Selena se dio cuenta de eso y le pregunto el por qué a Isaac.
- Eso, Selena, se debe a la época en la que vivían: otros animales encontraban su carne deliciosa, por lo que se los intentaban comer. ¿Te acuerdas de la Teoría de la evolución de Darwin?
- Sí, creo que era nosequé de la selección natural. – Responde Selena, Aitor que había salido de la máquina del tiempo hacia la planicie se incorporó a la conversación.
- Sí, es una forma de decir que el más fuerte sobrevive. Probablemente los más veloces sobrevivían porque los lentos eran capturados y devorados primero. – Respondió Aitor, enorgulleciéndose de sus clases de biología.
- ¡Exacto! Seguro que sacaste un diez en ese examen. Como bien ha dicho Aitor, Selena, la selección natural se traduce en el dicho El más fuerte sobrevive, es decir, los genes mejor adaptados a cierto medio pasan de generación en generación.
- ¿Pero por qué ahora son más lentos? – Interrumpe Selena a Isaac.
- ¡Muy fácil! Es otro caso de selección natural: supón que, en el futuro, los caballos serán usados en guerras dónde ser veloz también era importante, pero que también necesitaban ser resistentes y pararse en el mejor momento. Por esto no hay problema, seguían siendo rápidos y fuertes. Luego, ya en el futuro, todo cambiará, los caballos son sustituidos por maquinaria de guerra (tanques, aviones, etc.). Los que siguieron usando caballos para batallar fueron derrotados y los caballos que no valían para luchar sobrevivían en granjas, más lentos, pero mejor calidad de carne, por ejemplo. Por lo tanto, los pocos caballos que continuaban con vida se separaron en dos: caballos lentos, más numerosos y deliciosos; y rápidos, los cuales son entrenados para competir en carreras. Es, por así decirlo, un caso de selección natural condicionado por las necesidades humanas de alimentarse y entretenerse.
- Suena interesante… – Dijo Selena a la explicación de Isaac. Se había quedado embobada viendo el precioso paisaje prehistórico.
- ¡¡Eh!! Mirad allí. – Aitor gritó de terror al ver cómo los caballos empezaban a correr por la inminente llegada de animales carnívoros.
- Oh no. ¿Qué son esos animales? – Pregunta Selena.
- Son smilodones, tradicionalmente llamados dientes de sable, se cree que se extinguieron hace cien mil años. Vivieron en América, pero hubo una rama que se expandió por África en la separación de Pangea. Eso que veis allí, exactamente no son dientes de sable, sino un paso intermedio entre ellos y el tigre.
Como toda su familia, son grandes depredadores. En esta época, o comías o te comían. La ley del más fuerte…
Poco a poco, la ley que pronunció Isaac se fue cumpliendo. En 10 minutos, muy pocos caballos seguían vivos, solo aquellos capaces de bajar la llanura consiguieron salvarse e intentaron esconderse. Sin embargo, cuando los tigres salieron del descampado verde rodeado de árboles, no tardaron mucho tiempo en encontrarlos. En los oídos de Aitor, Selena e Isaac todavía se escuchaban los gritos de agonía de algunos de ellos. Al cabo de un rato…
- Parece ser que ya ha acabado. – Dice Aitor, dando gracias al cielo por dejar de escuchar los terribles gritos de los animales.
- Sí, parece ser que estaban en sus territorios. ¿Os he contado también que los animales durante esta etapa eran muy territoriales y atacaban a, prácticamente, todos lo que no fueran de la misma manada? – Dice Isaac.
- No, no sabíamos nada. – Responde Selena, pensativa. Isaac se dio cuenta de lo que iba a preguntar y se adelantó a ella.
- Tranquila, mientras estemos en esta zona no podrán vernos.
- ¿Cómo sabias…? – dijo Selena.
- Era una pregunta muy predecible, además, yo creé este invento, estaba claro que debía anticiparme a estas cosas.
Los animales volvieron a sus dominios. Se podían ver los restos del festín que se habían tomado: un par de huesos por un lado, un poco de sangre por otro… Sus pelos habían perdido su color natural, sustituido por una mezcla entre marrón, rojo y negro. Examinando hacia dónde se movían, se encontraron un pequeño lago donde se metieron todos los animales de su manada.
Al poco rato de estar tomándose ese placentero baño, se acercaron más tigres, parecían de la misma manada, aunque esos animales no eran propensos a viajar en grandes grupos. Pronto se enteraron del porqué de estar agrupados: eran tres hembras embarazadas y los machos, quienes se encargaban de cuidarlas y habían defendido sus terrenos, los padres.
- Esto es prácticamente lo que vamos a encontrar cuando visitemos las tribus de humanos. – Responde Isaac. – Aunque suene machista y todo lo que queráis, lamento decir que es cierto. Probablemente haya excepciones pero las mujeres eran las que se encargaban de las tareas más sencillas en cuanto a la recolecta (no cazaban animales, iban a por frutas), pero también las más difíciles en cuanto a la educación de sus hijos y de los de la misma “aldea”. – Explica Isaac.
- Bueno… tienes razón, mientras los hombres podían estar cazando animales y buscando lugares seguros para sobrevivir. ¿Eran nómadas, verdad? – Aitor completa la explicación de Isaac.
- Sí, durante paleolítico, la primera etapa desde la aparición de los primeros animales bípedos hasta el neolítico, año ocho mil antes de nuestra era, cuando aparecen las primeras actividades ganaderas y agrícolas que conocemos. Ahí empezamos a ver las primeras comunidades asentadas.
- ¿Qué ocurrió en el paleolítico? – Pregunta Selena. – Nunca hemos perdido el tiempo en explicar esto en clase.
- Muy bien, aunque yo tampoco sé mucho, el paleolítico se sitúa cronológicamente como la primera etapa de la prehistoria humana, desde la aparición de los primeros seres bípedos, los homo habilis, hasta el inicio del neolítico. Aproximadamente diez millones de años. Durante esta etapa nos convertimos en lo que somos ahora, es decir, homo sapiens sapiens, seres racionales, a diferencia de nuestros antecesores más recientes, el homo neanderthalensis. Cabe destacar de estos últimos como los primeros seres con creencias religiosas, con ellos llegaron los primeros enterramientos. ¿Recordáis lo que hemos venido a ver hoy?
- ¡¡Sí, íbamos a ver el descubrimiento del fuego!! – Responde Selena.
- ¡Muy bien! ¿Y sabéis quiénes son los responsables de tal acto?
- No, no consigo acordarme. – Responden Selena y Aitor al unísono.
- El género homo habilis. – Isaac se quedó callado, mirando a los árboles, cuando un grupo de monos con lanzas se disponen a atacar a la familia de tigres que se estaba bañando en el lago. – Vale, me veo adelantado a enseñaros esto antes de tiempo, ¿sabéis qué son esas criaturas?
- Parecen chimpancés, pero son demasiado altos y manejan armas de piedra… espera, ¿son seres humanos? – Dice Aitor, que no cabía en sí de la ilusión.
- Sí, son humanos, pero se mueven en árboles. – Comenta Selena, un poco incrédula.
Aitor, que no cabía en sí de gozo, sale de la máquina del tiempo. Ahora era visible para los aquellos homo habilis… pero también de los tigres. Cuando se dio cuenta intentó volver, pero los tigres lo habían visto y corrían hacia él. Aitor gritaba, presa del pánico, por ayuda. Selena e Isaac salieron de la máquina para intentar llevarlo de nuevo adentro. Pero los depredadores se encontraban muy cerca.
El grupo de humanos de los árboles sacaron, al unísono unas armas de piedra que lanzaron a los animales, quienes se quedaron dudando a dónde atacar. Finalmente, los tigres deciden atacar a los homo habilis, dejando vía libre a nuestros personajes para escapar. Sin embargo se quedan paralizados de miedo.
No fue difícil para la tribu plantar cara a esos animales, cuando ya los tenían bastante cerca de árbol, uno de ellos se lanzó hacia el primer tigre. Murió degollado por una piedra muy afilada. Lo mismo hizo otro de ellos con el segundo, y finalmente con el tercero.
Las hembras huyeron presas del miedo.
Cuando todo estuvo despejado, la tribu de hombres prehistóricos se acercó a dónde estaban Isaac, Selena y Aitor. Como no tenían un lenguaje en común, ni mucho menos hacían gestos, los tres chicos se asustaron. Por efecto espejo, a la tribu le pasó lo mismo, se alejaron rápidamente mientras los miraban fijamente. Después de un rato observándose mutuamente, una mujer de la tribu los agarra y se los llevan con ellos. Parecía que tenían prisa. ¡Claro, se hacía de noche! Tenían que buscar una cueva para poder pasar la noche.
El problema estaba ahora, habían confundido a Aitor, Isaac y Selena y se los llevaban como nuevos miembros de la tribu. Tenían miedo, y ellos también, no sabían cómo habían llegado hasta allí, ni por qué vestían unas ropas tan raras.
La noche se iba acercando, era invierno y empezaban a caer las temperaturas por debajo de cero grados centígrados. Aitor notaba la cuerda con la que lo habían atado fría y capaz de romperse fácilmente. Cuando miró a la mujer que lo estaba empujando en dirección a un claro del bosque, vio que estaba temblando. Las ropas de estos seres humanos primitivos eran de piel, pero dejaba a la vista las piernas y los brazos desnudos. Ahora Aitor entendía que podía pasar si pasabas mucho frío.
Y hasta allí llegaron, un claro del bosque que presentaba un riachuelo y un reconfortante sitio para pasar la noche… si no hiciera frio ni casa. Estaba anocheciendo y, como ya he mencionado, bajaban rápidamente las temperaturas. La solución anti-hipotermia de los chicos fue juntarse y abrazarse. La tribu, al verlos, los imitaron, notaron de inmediato que el calor corporal hacia mantener sus temperaturas corporales. Cuando por fin se durmieron todos, los chicos tuvieron tiempo de hablar:
- Tengo mucho miedo. – Susurró Selena, tiritando de frío.
- Yo también, pero creo que tengo un plan para salvarnos. – Aitor agarra la cuerda helada y empieza a doblarla. Le llevó varios intentos cuando, por fin, esta cede y se parte. Cuando estaba libre fue a soltar la de Selena e Isaac. Ya los tres por fin libres intentan escapar, en ese mismo momento oscurece. Era una noche muy negra, no podían ver más allá de sus propios cuerpos. Además, parecía que iba a haber tormenta.
Y eso pasó, en dos minutos, empezó a llover. La tribu despertó y todos buscaron cobijo debajo de un árbol. Como era invierno y los árboles no tenían hojas, tuvieron que pensar en un mejor paraguas. La lluvia, poco a poco evolucionó en una terrible tormenta eléctrica y los chicos no encontraban una cueva o algún sitio donde esconderse. Habían perdido a la tribu tiempo atrás. ¿Habrían encontrado un sitio donde resguardarse?
La suerte no estaba de lado de los chicos, buscaban y buscaban, pero no llegaban a ninguna parte. Dos horas estuvieron corriendo cuando se fijaron en Isaac, estaba tranquilo y mojado, pero tranquilo. Parece que sabía lo que iba a ocurrir y reía. Aitor y Selena entonces comprendieron que esto estaba ocurriendo por algo y decidieron esperar a ver que ocurría. Al fin y al cabo, todo ocurre por algo, y esa lluvia estaba ahí para enseñarles una lección.
Se quedaron adormecidos, cuando un fuerte sonido les despertó. Era la tribu de Homo Habilis, que habían caído de un precipicio que se encontraba justo enfrente. Otra vez, como si de un espejo se trataba, imitaron a los chicos, se tranquilizaron y esperaron. Esto se debe a que el cerebro de estos seres no era capaz de razonar por sí mismo, y su cerebro desarrolló un mecanismo que copiaba todo lo que los demás hacían. Generalmente podría ser al jefe del conjunto, pero esta vez, eran ellos, los trataban como dioses que habían llegado de alguna forma a estar con ellos aquella noche. Isaac y Aitor hablaban:
- Entonces, ¿Cuándo estos chicos van a descubrir el fuego? – Comienza Aitor la conversación.
- Chico, estos hombres no descubren el fuego, quiero que comprendas que hoy les va a ocurrir algo que les haga conocer el fuego. – Responde Isaac.
- Pues como no sea el mechero que tengo en el bolsillo…
- ¡¡NO!! Recuerda las normas de los viajes del tiempo. Podrías estar retrasando el dominio de esta arma prácticamente más de un millar de años. – Grita Isaac desesperado, Aitor se quedó callado asintiendo.
- Entonces ¿Tenemos que fingir ser de su tribu hasta que encuentren el fuego? – Pregunta Selena.
- Estos chicos ya han visto una llama antes, lo que pasa es que no saben qué hacer con ella. – Responde Isaac.
Los chicos se juntaron con aquellos seres humanos formando un coro de diez personas. En el medio había un árbol seco, probablemente había perdido sus hojas meses atrás, pero por el frío había muerto.
Pasaban las horas y no paraba de llover, todos se encontraban bastante mojados. Selena se estaba desesperando, pero recordó unos aprendizajes que había aprendido. Se puso a meditar y al rato, aceptaba la situación en la que se encontraba, respirar ese aire tan puro y libre de toxinas le sentó muy bien. Emanaba una calma que todo el mundo podía notar.
De vez en cuando, algún trueno iluminaba la oscura noche. Alguno sonaba tan fuerte que les asustaba tanto que la formación que habían montado para pasar la noche se quebraba, algunos incluso gritaban como forma de supervivencia. Tener miedo de algo era el mejor método para no morir en la noche para los seres humanos. Tal comportamiento se ha quedado grabado en nuestro subconsciente que incluso aun en día los niños reaccionan ante el miedo gritando y llorando.
Isaac calculó que era la medianoche cuando, al caer un rayo pudo observar más allá de los árboles de alrededor: ¡Era una cueva! Todo el mundo corrió hacia ella, buscando refugio. Una vez dentro llegaron a la conclusión de que podían pasar la noche allí: la temperatura era perfecta, no estaba habitada por animales peligrosos. Incluso pudieron montar una especie de puerta con las grandes hojas de un árbol que no pudieron descifrar su nombre.
Aitor, Selena e Isaac se acurrucaron frente a la puerta de la cueva, mientras los demás se refugiaron un poco más al fondo de esta. La noche era eterna, pero sabían que iba a ser una bonita noche. La profecía de Isaac se cumplió, eran las dos de la noche en su reloj cuando un rayo impacto sobre el árbol seco del lugar dónde se encontraban antes.
Aunque al principio se asustaron por la intensidad del sonido, pronto pudieron observar cómo se encendía una pequeña llama. Por instinto, Aitor corrió hacia el árbol, olvidándose de la tormenta. Selena le acompañó.
Al cabo de un rato, el árbol se había convertido en una preciosa hoguera. La pequeña tribu de Homo Habilis se acercó hacia dónde se encontraban los chicos. Intentaron hacer que volviesen a la cueva donde, aunque pasaran un poco de frío, se estaba más seguro. Finalmente, el que parecía el jefe de la tribu (porque todo el mundo le seguía) se acercó a cogerlos a la fuerza. Pero notó un sentimiento de bienestar, la temperatura del ambiente subía mientras se acercaba a la hoguera. Se acercó tanto que pudo sentir un calor que parecía una noche de verano. Mediante un grito, llamó a todos a que se juntaran cerca del árbol en llamas.
Pasaron ahí toda la noche, Aitor y Selena de vez en cuando traían madera de un árbol que se había caído. Toda la tribu terminó siguiendo, incluso llevaron la iniciativa de ir alguna vez.
Ya en el amanecer, pudieron encontrar la forma de salir de ese bosque, no estaba tan lejos de lo que parecía, pero prefirieron esperar a que la lluvia amainase. De la bolsa de uno de los Homo Habilis sacaron carne, la cual había sido despedazada de los tigres que mataron con la intención de salvar a Aitor. Se sorprendieron al ver que la comían cruda.
- Mira… Tráeme ese trocito. – Le dijo a un miembro de la tribu, mientras le cogía un trozo de aquella carne. – La pinchamos en este palo y lo ponemos aquí. – Señalando la hoguera.
Al cabo de un rato, la sacó y se la entregó a su dueño. Aunque le quemaba, le resultó muy deliciosa. Sus gestos eran de estar comiendo uno de los mejores alimentos que podían probar. Toda la tribu copió la idea de Aitor.
- Chico, acabas de avanzar miles de años… – Se quejaba Isaac.
- ¿Y qué? Estos tíos nunca llegarían a tal razonamiento.
- Bueno, ya hemos visto lo que teníamos que aprender en este viaje. ¿Volvemos? Tenemos tiempo a dar otra clase en el laboratorio.
- Yo la verdad que estoy cansada, pero me encanta seguir aprendiendo historia de esta forma tan peculiar. – Replicó Selena, mientras se levantaba.
Antes de irse Aitor sacó de su mochila un poco de comida, llevaban un día entero sin comer. Repartió una chocolatina a Selena e Isaac y se la comieron de un bocado.
Llegaba la hora de despedirse de esos hombres que habían conocido esta etapa. Ahora eran tratados como dioses, y no exagero si digo que los trataban de dioses, les entregaron comida, tanto carne como frutas para parar un tren (bueno, todavía no existían pero…). Intentando ser amables, rechazaron tan manjar de carne, pero Aitor probó una fruta similar a un mango ¡estaba deliciosa!
Antes de irse, Selena les enseñó un par de trucos con el fuego, como calentar agua en el fuego y cómo un arma: sacó una lanza de madera muy sencilla de un árbol cercano, calentó la punta. También podrían usarlo como antorcha. Aunque no sabían cómo hacer fuego, habían aprendido a usar una de las herramientas más preciadas.
Cuando al fin se marcharon, decidieron quedarse a mirar atrás desde lejos. Isaac interrumpió el silencio:
- ¿Sabéis lo que ha supuesto el descubrimiento y control del fuego para la humanidad?
- – Dijeron, al unísono, Aitor y Selena, esperando la explicación de Isaac.
- Bien, para empezar, si el fuego no hubiese existido, podríamos haber seguido siendo Homo Habilis. Esto se debe a que comer carne cocinada en vez de cruda. Nuestro sistema nervioso necesitaba de proteínas para evolucionar y formar la corteza externa de nuestro cerebro. También hizo disminuir la tasa de mortalidad: la comida cocinada tenía menos bacterias que la carne cruda, recién sacada de un animal y por si fuera poco, los animales tenían miedo a la luz de noche, por lo que no les atacaban por la noche.
- Guau, si no hubiésemos descubierto el fuego, no sé dónde estaríamos.
- Sí, además hemos sido testigos y responsables a la vez de como podrían aprovecharlo. No serían capaces ellos mismos. – Añadió Selena.
- Sí, más os vale que eso no tenga grandes repercusiones en el presente. – Rechistó Isaac.
Siguieron observando a la tribu, habían montado un pequeño campamento con los pocos árboles que quedaban, mientras que la madera que no les servía eran lanzadas al fuego.
Entraron en la máquina del tiempo, Isaac incorporó el papel para la vuelta al presente.
Entraron en la sala de descanso. Era enorme y con las paredes pintadas de verde. En el medio, un sofá. Se sentaron ahí, al fin, un minuto para descansar. Isaac había adaptado el salón para dar la próxima lección allí. Esta vez iban a visitar una población de Homo Sapiens. Conocerían sus costumbres y aprenderían a hacer pinturas en las paredes de las cuevas. Isaac comenzó la clase, con una pregunta:
- Ya hemos visto cómo los seres vivos aprendieron a usar el fuego cómo un útil más, pero ¿sabéis lo que costó que aprendieran hacerlo por ellos mismos?
- El fuego se descubrió por accidente, así que supongo que ellos aprendieron a hacerlo también por accidente. – Responde Selena, intentando llegar a la respuesta de Isaac más rápidamente.
- La verdad que no he podido descubrir el momento exacto de control de este, se rumorea que eran Homo Habilis quienes, por azar del destino, llegaron a frotar tanto que consiguieron hacer una chispa. Chispa la cual quemó cierto material inflamable que conoceréis luego.
- ¿Por qué tanto misterio Isaac? – Pregunta Aitor.
- Nada, Aitor. Voy a ir al grano. Lo que vamos a visitar ahora es a una población de Homo Sapiens. Ya estamos con nuestra especie, aunque vais a comprobar que difieren mucho de nosotros. ¿Qué expectativas tenéis para este viaje?
- Teniendo en cuenta, como has dicho antes, estos individuos ya tienen un cerebro similar al nuestro. Puedo suponer que ya no se rigen por instinto, sino por razonamientos. – Propuso Aitor.
- Yo creo que podrán comunicarse fácilmente por medio de palabras primitivas. Además tendrán ciertas creencias religiosas y realizarán rituales como los enterramientos. – Añadió Selena.
- Sí, parece ser que eso es lo qué queréis ver. Eso os voy a enseñar. Vamos a la obra.
—
Fue un viaje bastante más movido que el anterior. Cuando por fin la máquina paró de hacer ruido los chicos abrieron la puerta.
Esta vez la máquina les había dejado en una cueva. Salieron de la máquina. Desapareció detrás de ellos, Isaac había creado un mecanismo para poder hacerla invisible e incluso que se trasportara a dónde estuvieran.
Estuvieron explorando la cueva, era enorme. Pudieron diferenciar tres partes: La primera, cerca de la máquina del tiempo, guardaba pinturas rupestres (eran recientes, se podían apreciar animales); la segunda era un pasillo que conectaba las otras dos con la salida al exterior, no guardaba ningún interés para los chicos; y la última era una zona dónde se realizaban enterramientos, se apreciaban unos cinco muertos y cada cuerpo era enterrado con un arma o una pertenencia. Eso explicaba el que estos seres humanos tenían ciertas creencias religiosas y espirituales.
Ya después de un rato Isaac descubrió en qué momento se encontraban.
- ¡Gracias! Chicos, nos encontramos en el cuarto milenio antes de nuestra era, hace unos cuatro mil años. Esta bien, si salimos de la cueva podemos encontrar una aldea poblada de Homo Sapiens. Debemos tener cuidado porque esta cueva es un lugar sagrado para ellos: entierran aquí a sus muertos.
Además, vais a notar muchas diferencias entre la tribu que vimos la otra vez: la primera, es más numerosa; segunda, aunque no entendáis nada, ellos se entienden, tienen un idioma; y tercera cosa, son capaces de relacionarse con otras tribus colindantes, sobre todo para comerciar.
- ¡Guay! – Gritaron los chicos.
Se acercaron a la salida de la cueva. Con sumo cuidado, Selena fue la primera en asomar la cabeza. Pudo ver una población de unas cincuenta personas, más mujeres que hombres, bastante jóvenes, calculó de media unos 20 años. Muchos niños jugaban en el patio central de esa pequeña aldea.
Hubo algo que le llamó la atención, en una esquina del patio dónde jugaban los muchachos se encontraba un hombre viejo. Llevaba una especie de bastón, hecho de algún tipo de madera oscura. Sus colgantes y sus vestimentas dejaban ver claro que era un hombre muy venerado. Parecía que había entrado en una meditación profunda. Las posiciones de sus manos, pies y cabeza, perfectamente colocadas en la postura de la flor de loto, era un signo de estar realizando un tipo de viaje astral, en el que cuerpo y alma se separan.
Selena no podía dejar de observarlo, tanto que no se percató que una niña le había visto. Aunque esa pequeña no dijo nada, se le veía asustada y a Selena también se lo notaba incómoda. Tenían claro que tenían que irse a un sitio más cómodo para poder vigilarles más fácilmente.
Pasaron las horas, parecía mediodía cuando un grupo de fuertes hombres llegasen a la aldea. Su recibimiento fue eufórico. Parecían que habían estado fuera muchísimo tiempo. Los hombres que acababan de llegar les traían un regalo: una gran caja en la que se guardaban carnes de animales. ¡Eran cazadores! Las celebraciones fueron exageradas. Los chicos miraron alrededor del poblado, no quedaba nada, simplemente un pequeño huerto de trigo. No se escuchaba un pájaro en centenares de kilómetros. Los árboles se disponían tímidamente alrededor de la aldea. Estas gentes estaban pasando hambruna y la llegada de ese grupo fue un motivo de fiesta.
Uno de los cazadores se acercó al hombre que estaba meditando, este volvió del trance al escuchar su voz. Se levantó, agarro el bastón con la mano izquierda y se acercó a revisar la caja.
Su expresión facial fue, a la par que asombro, un poco decepcionante: No era suficiente para aguantar el resto del año. Era verano, pero la época de cosecha había acabado. Como se puede suponer, no había sido buena. Al poco tiempo, otro grupo de cazadores, entre ellos una mujer, partían en busca de sustento.
Otra vez silencio, como si nada hubiese pasado, los habitantes volvieron a sus puestos, menos ese característico hombre… ¡Se estaba acercando a la entrada de la cueva! Por suerte, Isaac, Aitor y Selena pudieron esconderse a tiempo.
El hombre entró en la cueva, observó en todos los lados durante un minuto o más. Después, se acercó, poco a poco a observar un mural. Parecía más antiguo que muchos de los que había allí. Y, en efecto, lo era. El hombre tocó el dibujo, como si eso le iba a ayudar a encontrarle el significado. Isaac, en voz baja, explicó qué sólo una persona por poblado y generación tenía el poder de dibujar en las cuevas y que, probablemente, muchos mitos que se han transmitido de manera oral tengan también su representación en la cueva.
Más específicamente, ese dibujo transmitía otro de esos mitos: “Durante muchos años y de forma periódica, una etapa de fríos extremos, de esos que convierten en agua en hielo, tiene lugar después del calor extremo y la a hambruna”. Se predecía una glaciación después del calor. La solución: el sacrificio de una persona ante los dioses.
El hombre, salió de la cueva más rápido que como entró. Gritando, reunió a todo el pueblo en el centro de la plaza. Probablemente contaría el mito. Selena por fin descubrió cual era el papel de ese hombre en la aldea: era un sacerdote, capaz de leer los mitos o un chamán, quien busca soluciones a los mitos con trágicos finales. Ese hombre se escudó en el fracaso de las cosechas, provocado por un descenso grande de las temperaturas
Probablemente el sacrificio se haría inmediatamente, el chamán escogió a una niña pequeña, como de unos cinco años y se la llevó con él a una su hogar. Cuando salieron, la niña llevaba una túnica preciosa, blanquísima, decorada con grandes pendientes de hierro. Ahí una cosa que le impactó a Selena, sus brazos sangraban. Gotas de sangre caían al suelo. El moreno tono de piel de la joven se había vuelto pálido, andaba difícilmente, aun usando toda su energía en esa tarea. Se abrazó a una persona, quien podría ser su madre, y volvió a caminar. Anduvo durante un kilómetro a duras penas, subiendo una pendiente enorme hacia el lugar del sacrificio, el más alto apuntando hacia el cielo.
Le hizo tumbarse en el suelo, todo el poblado los seguían. El chamán saco un arma de hierro forjada por él mismo. Fue bajando el puñal hacia la cara de la niña, dibujó en su rostro unos símbolos. Fue bajando, tocando la preciosa túnica con la afilada cuchilla tenida de sangre. Tanto el chamán como la niña lanzaban exagerados gritos al cielo: unos de dolor, otros rezaban una oración. La cara de la niña se volvió roja, llena de lágrimas de agonía y sangre. Después de un rato rezando, un hombre del poblado se acercó, era el padre de la niña. Sería él el encargado de terminar con su vida. Ese sacerdote limpió el puñal con un trapo manufacturado con pieles de animal y se lo entregó al hombre. Poco a poco y con lágrimas en los ojos, fue aproximándolo a su pecho. Cuando al final penetró en su pecho la niña gritó. Después, silencio.
Su cuerpo no fue trasladado a la cueva, simplemente se dejó allí, en ese falso altar.
Se escuchaban sollozos entre la multitud de la gente, parecía que era un ser querido en la aldea. Sus lloros llegaron a Selena, quien no pudo reprimir las lágrimas tras haber presenciado semejante espectáculo. Aitor la abrazó. A Selena le encantaba estar con él cuando las cosas iban mal. Aitor se había vuelto su mejor amigo en segundo de la ESO, cuando falleció su abuelo.
La aldea, tras llorar su muerte, volvió a su quehacer diario. Muchas de las mujeres de la aldea tomaron la carne que había traído el grupo de cazadores y comenzaron a separar la piel de lo que era comestible. La piel se utilizaría para fabricar sus trajes. En invierno fabricaban un arquetipo de abrigo a modo de vestido. En verano, simplemente usaban un taparrabo.
De vez en cuando el propio chamán se acercaba para hablar con las mujeres “carniceras”. Luego iba a ver al herrero que estaba tallando una pequeña daga, tenía pinta de ser un arma muy letal. Finalmente, se metía en su cabaña y salía a meditar.
A la hora de comer, un grupo de hombres sacó una cacerola de metal con lo que parecía una sopa de vegetales. Toda la tribu comió de eso. Parecía una comida muy deliciosa para ellos, por lo menos parecían contentos de comer.
Después de comer, toda la gente se quedó sentada en la plaza, mirándose los unos a los otros como si fueran a morir en cualquier momento. Lo que a los chicos se les hizo un poco raro. Luego entendieron por qué: no estaban mirándose los unos a los otros, en realidad formaban un cono y estaban mirando al chamán quien no comió porque se encontraba meditando.
La meditación fue interrumpida por segunda vez ese día. Ahora por el grupo de cazadores que había partido aquella misma mañana. Habían tenido un accidente: unos animales salvajes les atacaron mientras estaban en un bosque, de los diez que habían salido, solo cuatro estaban de vuelta. Los otros restantes llegaron durante las próximas horas. Sin embargo, ese último llegaría de distinta forma, a hombros de la mujer, en plena agonía. Ya habían perdido a un habitante más, pero no podían perder otro.
El chamán hizo todo lo que pudo hacer para intentar salvarlo, fueron dos largas horas. Todo el pueblo estaba expectante sobre el desenlace de la historia. Al final, el chamán y una persona, que parecía su ayudante, salieron, no habían podido hacer nada por él.
- Chicos, entended que tantas muertes en un día no era normal ya en el año cuatro mil antes de nuestra era. Ni mucho menos tras haber tenido que hacer un sacrificio. Antes, en el pasado, era normal que la gente muriera fácilmente, pero a partir del dominio del fuego, la esperanza de vida se elevó. – Explico Isaac, intentando que lo escuchase Aitor y Selena.
Siguieron observando. Su cuerpo fue sacado un rato más tarde de que los hombres anunciaran su muerte. La vida del pueblo volvía, como de costumbre a su aburrida rutina de trabajo. Algunas mujeres fueron al huerto. Otros hombres levantaron grandes piedras hacia el río, intentando hacer una presa. El chamán meditaba…
Al caer la noche, se levantó el cuerpo de aquel cazador fallecido en el bosque. Estaba siendo trasportado encima de una piedra enorme. Su cuerpo, destrozado por el animal. Parecían zarpazos de oso. En su pecho, una espada y una lanza, las armas que portaba en el momento de su muerte. Se acercaban a la cueva.
En procesión, por detrás del cuerpo, se encontraba toda la tribu. Por delante, sus compañeros de caza, cada uno portaba una antorcha. Aitor, Selena e Isaac, se quedaron en un sitio escondido en la cueva, pero pudieron observar el ritual de enterramiento.
Al principio solo entraron los compañeros del cazador. Eran los encargados de iluminar la estancia. Llevaban madera suficiente como para hacer una hoguera de dos horas. Utilizaron las antorchas para encender el fuego, lo que se podía haber utilizado dos ramas de un árbol, pero para encenderlo utilizaron la yesca, un material inflamable. En menos de un minuto, la habitación estaba perfectamente iluminada.
Lo siguiente fue la entrada del sacerdote y su ayudante. Ellos prepararon el lugar dónde iba a ser enterrado el cazador. Finalmente, entra la tribu. Esta vez son tres hombres y una mujer los que mueven la piedra en la que yacía su cuerpo sin vida. Se colocó en ese mismo sitio mientras el pueblo cantaba. Parecía una oración.
- La verdad que estos tipos de aquí son muy religiosos. – Comentó Aitor en voz baja.
- Sí. Los seres humanos intentamos buscar el sentido a todo lo que existe. Los enterramientos más antiguos que conocemos datan de hace medio millón de años. Coincide con la aparición de una zona del cerebro que busca el razonamiento, un cerebro primitivo.
Aparte, el ser humano teme todo aquello que no podía explicar. Esta es la razón por la que se han creado mitos, incluso religiones. Solamente para explicar algo que el Ser humano no entendía.
- ¿Cómo en la Grecia o Roma, que tenían un dios para cada pequeña parte de la realidad? – Preguntó Selena.
- No te adelantes chica, estamos en la prehistoria. – Le regaña Isaac.
Se quedaron mirando el resto de la ceremonia. Después, todos volvieron a sus chozas, menos dos hombres. Estos se acercaron a otra entrada que no habían visto antes. Lo chicos les siguieron, cogieron una antorcha y se metieron por el caminito. El pasillo se iba haciendo cada vez más estrecho. Al final allí estaban.
Parecía que estaban picando una piedra, pero sin un cincel. El instrumento que estaban usando tenía la forma de un clavo. Para variar, la piedra era perfecta, lisa. Tenían mucho cuidado de partirla
Parecía que estaban escribiendo algo parecido a una lista de precios mediante el sistema de trueque, es decir, intercambiaban “cosas” por otras “cosas”. Podía ser comida, ropa, etc. Los chicos no consiguieron llegar a descubrir que serían esos dibujos. Por otro lado, había unos símbolos muy parecidos a los jeroglíficos, que tampoco sabían su significado. De repente Isaac, nervioso, dijo:
- ¿Sabéis qué es eso que están haciendo? Escribir. – Pronunció, en susurro, aunque fue aumentando de volumen mientras iba avanzando en la oración. Estaba muy contento de poder haber visto tantas cosas en un día que no cabía en sí de la emoción.
Los chicos se fueron corriendo, intentando no hacer ruido. Isaac “invocó” a la máquina del tiempo y se fueron a la sala de descanso. Aitor se estaba comiendo una chocolatina, que se cayó por la emoción sin que se diera cuenta. Cuando se enteró fue a por el plástico rápidamente. Por desgracia, la chocolatina ya se había derretido. Allí se quedó, esparcida por el suelo.
Ya allí, los chicos pudieron gritar de la emoción. ¡Habían podido ver los comienzos de la escritura! Lo que se supone, que ya estaban en la historia.
- Bueno, Isaac, ¿cuál va a ser nuestro próximo destino? – Preguntó Aitor, que estaba deseando volver a viajar.
- Tened paciencia, chicos. ¿No queréis qué os explique el proceso que llegó a la invención de un lenguaje común ni hacia la escritura? – Dice Isaac, que le había cogido el gustillo a eso de enseñar.
- ¡Vale! – Responde Serena, con cara de interesada.
- Muy bien, pues si no es mucho problema, empezaré ahora mismo:
¿Os imagináis una época dónde nadie hablara con gente de otras poblaciones? ¿Ni siquiera poder comerciar con ellos? Eso ocurría cuando el Homo Sapiens apareció como especie. Con un lenguaje exclusivo de cada población, tenían que crear ellos su propia “suerte”, la de sobrevivir, cazando y creando sus propios “vestuarios”.
Más adelante surgió un pequeño lenguaje común entre dos o más poblaciones, gracias a la unión de estas. Poco a poco, ese lenguaje se va incrementando en número de hablantes. Pero sigue sin existir ni un alfabeto ni un lenguaje totalmente común en ellos.
Cuando por fin se dan cuenta que deben comerciar con otros pueblos para subsistir, el comercio es inventado, un sistema de intercambio mediante trueque: comida por agua, por ejemplo.
Como muchas poblaciones no disponían de recursos suficientes, viajaban a un mercado primitivo, no os imaginéis un Eroski por favor. El lenguaje más fuerte comercialmente hablando se fue imponiendo sobre los secundarios. El otro día salió en las noticias la muerte de lengua pequeñas ¿Os acordáis? Pues esto fue muy parecido. La lengua más fuerte se reforzaba cada vez más.
Muchos pueblos aprendieron esa lengua por el simple motivo comercial.
Llegó un momento en el que se necesitaban símbolos para poder comunicarse más fácilmente de manera no oral. Esa piedra de antes, junto con otras otras de otros pueblos constituyen los primeros documentos escritos.
Los chicos escucharon a Isaac atentamente durante todo su discurso.
- Bueno, si no teneis ninguna duda, ¿volvemos a nuestro tiempo para preparar nuestro viaje a Grecia?
- ¡Vale! – Gritaron los dos al unísono.
