Revista Coaching

Hablas y oyes lo que eres

Por Candreu
Hablas y oyes lo que eres
Llevaré mucho tiempo grabada la sesión de esta semana en Albacete. ¡Qué bien lo pasamos tanto los alumnos como yo!. Ese recuerdo positivo siempre irá asociado a un recuerdo negativo: la primera vez que he tenido que cancelar (mejor dicho "aplazar") una sesión. Mi vuelo Albacete-Barcelona no pudo despegar porque el avión que tenía que operarlo fue desviado a Valencia por culpa de la niebla. La mejor alternativa me dejaba en Barcelona pasadas las 16.00 horas y mi sesión tenía que ser antes de comer.
Apenas una docena de pasajeros nos quedamos en tierra en el aeropuerto de Los Llanos. Algunos decidieron cancelar su viaje y pedir el reembolso del dinero. Sólo seis decidimos seguir con nuestro viaje aunque fuéramos a llegar más tarde.
Pese a que la respuesta de las azafatas de tierra de Iberia fue absolutamente formidable e hicieron lo imposible por reubicarnos en los vuelos que más nos convenían uno de los pasajeros perdió los nervios y comenzó a gritar y a gesticular como fuera de si.
Dicen que en los inicios del Imperio, los romanos no tenían leyes. Y enviaron a Atenas una delegación diplomática para pedir a los griegos poder consultar sus leyes y así poder inspirarse. Los atenienses aceptaron a cambio de que los romanos probaran su buena intención en un debate entre el general romano que encabezaba la delegación y un sabio griego. Para salvar la barrera lingüística decidieron discutir por señas.
El sabio griego comenzó levantando el dedo índice a lo que el representante romano respondió alzando tres dedos. A continuación el griego le mostró la palma de su mano y el romano le acercó su puño. El griego palmeó la espalda de su interlocutor y le entregó un ejemplar de sus leyes.
El sabio explicó a la asamblea ateniense lo que había "hablado" con el romano: "Dije que hay un solo Dios, y él respondió que son tres personas. Con la palma de mi mano le di a entender que todo lo dirige y con su puño él me contestó que tiene todo bajo su poder. Visto esto, le dí la copia de nuestras leyes. Era un hombre sutil".
El romano explicó a su asamblea: "Me dijo que con un dedo me iba a sacar un ojo, y yo con tres dedos le apunté a ambos ojos y a los dientes. Extendió la palma de su mano avisando que me apalearía hasta que me repicasen los oídos y yo le amenacé con un puñetazo. A continuación me entregó los pergaminos con las leyes. Era un hombre cobarde".
Y es que conviene hablar y escuchar, comunicarse en definitiva, siempre con mucho cuidado. Teniendo en cuenta que en ello ponemos el rostro de nuestras ideas. Dice la Biblia que "de lo que está lleno el corazón, habla la boca". Y añade la francesa Anaïs Nin en sus Diarios que "no comprendemos las cosas tal y como son, sino tal y como somos". ¿Qué vas a hacer esta semana para ser mejor persona y así hablar y oír mejor?

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