No nos fijemos sólo en los gayumbos, sino muy
especialmente en si nos parecemos (o no) al modelo.
(Fuente: compradiccion)
gayumbos. (De or. inc.). 1. m. pl. coloq. Esp. calzoncillos.
Por su parte, la definición del término calzoncillo incluye una recomendación para su uso habitual en plural:
calzoncillo. (Del dim. de calzón). 1. m. Prenda de la ropa interior masculina, que cubre desde la cintura hasta parte de los muslos, cuyas perneras pueden ser de longitud variable. U. m. en pl. con el mismo significado que en sing.
Con todo ello, la conclusión es que la forma académica sería ponerse los calzoncillos, mientras que una forma coloquial aceptada sería ponerse los gayumbos. Para mí hay un matiz adicional, que no está recogido en el Diccionario. Mientras que la palabra calzoncillo implica unas ciertas hipótesis de diseño, los gayumbos son cualquier prenda de último recurso (es decir, en contacto directo con la piel) cuya finalidad sea cubrir (recoger, abrigar) los órganos genitales y la zona rectal. De esta forma, al hablar de gayumbos, estaremos hablando indistintamente de los (llamados) slips, los Boxer, los tangas o cualquier otro diseño que exista o pueda surgir en el futuro con igual objetivo y misión. La segunda consideración semántica interesante es sobre el por qué de la utilización para el diminutivo de la forma -illo. Podría utilizarse la forma -ito (calzoncito) o incluso la forma que habitualmente tiene cierta carga despectiva -uelo (calzonzuelo). Para la forma -illo, de nuevo el Diccionario nos ilumina:
-illo, lla. 1. suf. Tiene valor diminutivo o afectivo. Arbolillo, librillo, guapillo, mentirosilla.Aunque no todos los sustantivos formados con este sufijo tienen auténtico valor diminutivo, suelen aproximarse a él: p. ej., organillo con relación a órgano; molinillocon relación a molino; camilla con relación a cama, etc. A veces, toma las formas-ecillo, -ececillo, -cillo. Panecillo, piececillo, amorcillo.
Como el sufijo tiene un valor diminutivo o afectivo, significa que, de una u otra forma, sentimos cierto afecto por esta prenda. Lo cual tiene sentido si consideramos que se trata de la prenda que habitualmente se encuentra más próxima a lo que constituye para muchos hombres el centro de su mundo (al menos en ciertas etapas de sus vidas). Además, la RAE nos advierte de que no todos los sustantivos con este sufijo tienen auténtico valor diminutivo. En otras palabras, nos anticipa el hecho de que un calzoncillo no es (sólo) un calzón pequeño, sino que es una especie de calzón con una misión bien definida. La comparación entre molinillo y molino puede ser relevante para la comprensión de esta sutileza. Por las características de su relación con los gayumbos, los hombres (seres humanos de género masculino) podrían clasificarse en tres grupos: 1) Aquellos que cada día, después de la ducha o baño, se ponen unos gayumbos limpios, con la idea de que desempeñen durante toda la jornada sus tres funciones básicas: cubrir, sostener o fijar y abrigar. Su principal deseo es que los gayumbos resulten cómodos de llevar durante toda la jornada, y que faciliten, dentro de lo posible, las varias operaciones de micción que deberá realizar durante la jornada en lugares diversos. 2) El segundo grupo (muy probablemente bastante menos numeroso) está formado por los hombres que se ponen los gayumbos limpios con la idea de que, muy probablemente, deberán mostrarlos en algún momento de la jornada, o incluso se los tendrán que quitar. Son los que creen y conocen los intercambios sexuales sobrevenidos y espontáneos, y seguramente la realidad les confirma sus creencias algunas veces. A las tres funciones básicas de los gayumbos, este grupo le añade una cuarta que es la estética, la función de embellecer o decorar su zona pélvica. Entre los criterios para la elección del modelo de gayumbos que utilicen primará, pues, la función estética sobre todas las demás. Parece evidente que un modelo boxer resulta bastante más atractivo y estético que un slip pero, al menos para mí, resulta bastante más incómodo para la vida práctica diaria real (vamos, real para alguien que se considera, sin dudarlo, del primer grupo). 3) Del tercer grupo no tengo constancia, pero con seguridad existirá en una proporción que yo desconozco. Aquí estarían los hombres que NO se ponen unos gayumbos limpios cada día. Serán esclavos de tener que arrancárselos (como la operación de quitar el papel a las madalenas) más que quitárselos, y deberán estar habituados a que la zona color óxido debe ir siempre por delante, mientras que la marrón debería ocupar la parte trasera, con el objetivo de evitar engorrosos contubernios.
En lo que se refiere a la comodidad de uso, hay tres factores determinantes: el diseño (la forma, el patronaje), si tienen (o no) una abertura frontal que facilite las operaciones de micción y lo agradable (o no) que resulte el tejido de que están fabricados, así como las correspondientes zonas elásticas de fijación. A efectos prácticos, dejemos aparte de nuestras consideraciones a los tangas (que deberían tratarse como objetos de lencería erótica, ya que no se trata propiamente de calzoncillos) y los gayumbos (suponiendo que existan) con incrustaciones de piedras preciosas u otras manifestaciones del lujo. En cuanto a la forma o patronaje, cada cual tiene sus preferencias. En mi caso, soy partidario de los de pequeño tamaño, los llamados slips, que apenas cubren ninguna parte de los muslos. Si acompaña la forma física y una morfología y distribución de masas adecuada (que no es mi caso, por cierto), aportan una cierta idea de deportividad o incluso de que quien los lleva es un atleta. Válido para cualquiera, transmiten una sensación completa de libertad de movimientos.
(Fuente: desafiointerior)
Los llamados boxers son más bien calzones (sin el diminutivo), pensados casi para poder ser llevados por fuera. Típicamente, quien lleva habitualmente boxers confía instintivamente en que tendrá que enseñarlos en algún momento durante la jornada. Cada cual debe ponderar la (relativa) incomodidad de llevarlos puestos durante todo el día (tiranteces en los muslos, sensación de tener limitadas las capacidades motrices) con la superior estampa de su exhibición o exposición pública. La frecuencia relativa de las diversas situaciones le dictará a cada cual la que resulte la opción más adecuada para él. El tema de las aberturas frontales es de gran calado. Como la Naturaleza es sabia (y economiza en todo lo que puede), el hombre dispone de un único órgano para dos funciones diferentes (que nunca coexisten en el tiempo; de hecho resulta dramático si lo hacen). Desde el punto de vista de la micción, el pene es una canalización externa orientable, que facilita la eliminación de residuos líquidos. Junto al recto, es uno de los dos órganos excretores principales del cuerpo humano masculino. La abertura frontal de los gayumbos facilita, qué duda cabe, las operaciones de evacuación líquida. Pero hay que reconocer que resultan muy antiestéticas, especialmente si la prenda ya está bastante usada y la abertura tiende a desbocarse, incumpliendo puntualmente una de sus funciones principales (la de cubrir). Si no existe abertura en los gayumbos, la operación de miccionar puede complicarse más allá de lo deseable. Conducir la canalización por encima del borde de los gayumbos es una operación ciertamente acrobática, y puede producir incómodos estrangulamientos. Siendo la mejor alternativa la de desvestirse parcialmente antes de miccionar, recurriendo algunas veces, por mor de la comodidad, a la operación de orinar en posición sedente. Siendo el mecanismo, como ya se ha dicho, de naturaleza orientable, conseguir que la totalidad del líquido excretado alcance sin incidentes la zona prevista de recepción (sea esta, taza, urinario, agujero en el suelo o matorral) es, en buena parte, resultado de la decisión y acción del miccionante. Aunque existen algunos factores de distorsión. En etapas vitales de generosidad hormonal, la simple extracción del pene desde su posición de reposo puede provocar un extraño que lo convierta en difícilmente dominable. En estos casos, si no se coordina correctamente la apertura de la válvula (llamada esfínter) con el aspecto puramente mecánico de orientación del pene, se puede provocar un estropicio en forma de tormenta dorada racheada o incluso, si las proporciones fueran desmesuradas, algún tipo de contusión craneal de gravedad variable. Por otra parte, normalmente en edades más avanzadas, el aspecto retraído y mustio (lánguido, marchito) del pene en reposo puede provocar enojosos incidentes, como la micción sobre los propios zapatos (si la presión no es muy elevada), o la propulsión del chorro en direcciones imprevisibles, al carecer de un eje de empuje claramente definido. O también se pueden producir fenómenos de dispersión de fluidos (efecto lluvia) de consecuencias humectantes del entorno, siempre enojosas. Las mujeres nos acusan frecuentemente de que no nos esforzamos en apuntar el chorrito, pero estoy seguro de que ignoran las extremas dificultades a las que nos enfrentamos habitualmente, por lo que les dispensaré por tan despectivo comentario. Por otra parte, resulta prácticamente imposible sacudir la canalización lo suficiente (antes de recogerla de nuevo en su refugio del interior de los gayumbos) para evitar que la última gota acabe creando una mancha línea óxido en algún lugar de la parte delantera de los gayumbos. La sabiduría popular también tiene un refrán para ilustrar este hecho de la vida cotidiana: aunque le des con un martillo, la última gota al calzoncillo. A diferencia de otras prendas de vestir, las posibilidades que ofrecen los gayumbos a los diseñadores y modistos son limitadas. Ello se verifica en el hecho de que la horquilla de precios para los gayumbos adquiribles comercialmente es más limitada que para otras prendas. Si tomamos, por ejemplo, una chaqueta o una cazadora, podremos tener una gama de precios prácticamente de 1 a 100. Mientras que por 20-30 euros podríamos conseguir una chaqueta línea básica de mercadillo (de marca indistinguible, de calidad nula, de torpe diseño y descuidada costura), podríamos llegar a gastar hasta 100 veces más por una chaqueta de marca prestigiosa, exclusivo diseño, excelente tejido y cuidada factura. Y no digamos si se trata de prendas confeccionadas a medida (por cierto, ignoro si existe un servicio de confección a medida de gayumbos; intuyo que sí). Para los gayumbos, un precio básico estaría en los 2-3 euros (por debajo de eso, sólo se consigue pañal, que no gayumbo), mientras que los productos más cuidados, de marcas prestigiosas y algodones seleccionados podrían tener un precio digamos 10 ó 20 veces superior, solamente. Hemos considerado hasta ahora sólo el 50% del uso práctico de los gayumbos, lo que llamaríamos línea óxido. Nos queda por hablar de la línea marrón. La morfología de la zona peri-rectal varía enormemente entre individuos de la misma especie y género, incluso en el mismo individuo con el paso de los años (por acumulación de grasas u otros factores concomitantes). Hay hombres de nalga exigua, que conforman una disposición peri-rectal al estilo del estuario de los ríos, habilitando un camino fecal externo de muy escaso recorrido. Por el contrario, hay hombres de nalga generosa, cuya zona peri-rectal se asemeja más bien al delta de los ríos, con un camino fecal externo de largo recorrido y múltiples zonas inundables intermedias. Los deltas de los ríos (del Ebro, del Ródano, del Nilo,...) constituyen ecosistemas de gran valor medioambiental, dando origen a zonas pantanosas (marismas, aiguamolls,...) de elevada calidad paisajística y para la fauna y flora. Pero la formación en delta de la zona peri-rectal es, por el contrario, un incordio, al complicar enormemente las tareas de mantenimiento del área, especialmente su limpieza tras una sesión excretora. Por otra parte, la textura de la materia fecal de un hombre sano puede variar enormemente por factores externos, especialmente por lo que se haya comido y/o bebido en las últimas horas. Variaciones que afectan al color, a su consistencia y a su apariencia, y que alteran muy sensiblemente su capacidad de embarrar. Por todo ello, incluso sin la connivencia de enojosos incidentes (como apretones sobrevenidos de liberación espontánea), resulta muy complicado, especialmente para las configuraciones en delta, evitar que algún palomino de línea marrón (lo que se llama sonoramente en catalán, llapet)aparezca en la parte vagamente trasera de los gayumbos tras una jornada completa de uso. En este hecho también influye la capacidad de estanqueidad que tenga el esfínter anal de cada cual, así como la textura y consistencia imperantes de la materia fecal. Los gayumbos, pues, están sometidos a un estrés en forma de manchas (líneas óxido y marrón) habitualmente muy superior al de otras prendas. Para una camisa, por ejemplo, la máxima amenaza de manchas en su uso habitual proviene del sudor o de la torpeza comiendo y/o bebiendo, ambas causas controlables casi siempre. Muy frecuentemente, una camisa puede conservar su apariencia de total limpieza incluso después de una jornada completa de uso (aunque una mancha de salsa de espaguetis en modo hisopo es muy llamativa), lo que resulta absolutamente imposible en el caso de los gayumbos. En compensación a su mayor riesgo, las manchas de los gayumbos mantienen una total discreción, salvo necesidades puntuales de exposición o exhibición pública, o de que se produzcan efectos de desbordamiento hacia las prendas exteriores.Gayumbos modelo Boxer
(Fuente: ropainteriorycalcetines)