La Bonne Recolte, por J. B. Chery
La gente se cree que los habitantes de Haití solo existen cuando salen en la CNN, pero lo cierto es que viven allí durante todo el año (Edwidge Danticat, fantástica escritora haitiana).
De Haití se hablará estos días un poquito. Solo un poquito, tampoco nos pasemos, que la gente allí es demasiado negra y está demasiado hambrienta (se trata de el país más pobre de América, de hecho) como para ocupar muchos de nuestros titulares. Puerto Príncipe, la capital, acaba de ser literalmente devastada por un seísmo de magnitud 7,3 en la escala de Richter que probablemente tenga sepultadas a miles de personas bajo los escombros de los numerosos edificios que se han derrumbado por completo. Parece ser que incluso se ha venido abajo la catedral y parte del palacio presidencial.
Lo primero que me viene a la cabeza, no lo puedo evitar, es que ese niño o niña que mi bruja y yo queríamos adoptar probablemente haya muerto. Para adoptar en Haití hay que ser matrimonio, heterosexual y practicante de la fe católica, por tanto, no tuvimos nada que hacer al respecto.
En Haití la única salida que las familias ven a la pobreza es la educación, pero los padres a veces no tienen dinero ni para enviar a los niños a colegios públicos. Muchos de ellos acaban como restavecs, es decir, esclavos que sirven a otras familias sin cobrar por ello y durmiendo en el suelo. Haití no puede evolucionar ni las cosas mejorar allí a causa de la falta de profesionales, pues las personas con formación han emigrado y los que quedan casi no han estudiado.
A Haití me une un cariño especial, pues tengo una cuñada de allí que es igual que una hermana para mí, ya que mi hermano y ella se casaron cuando yo era una cría y tenemos una relación muy estrecha. Sus hijos son mitad haitianos y conozco a toda su familia, con la que he ido a cantidad de celebraciones donde he saboreado los platos típicos de allí como las bannann pese (plátano frito), el poule (pollo frito), el plato nacional por excelencia, riz et pois (arroz con habichuelas) y otras delicias y hemos bailado al ritmo de los Fugees y otros músicos haitianos. Es por eso que yo sí que quiero hablar de Haití y llorar a Haití.
Fue François Duvalier, alias Papa Doc, dictador hasta su muerte en 1971, un hombre que quería convertir la República de Haití en monarquía y ser su emperador, quien llevó al hasta entonces floreciente país a la miseria con la ayuda militar y financiera de Estados Unidos. Con un mandato brutal y represivo, creó impuestos para crear una ciudad llamada como el, Duvalierville, pero el dinero fue a parar a sus cuentas bancarias. Su milicia asesinó a decenas de miles de personas en un reinado del terror sin precedentes, inventó una Constitución totalitarista por la cual le sucedió su hijo como presidente vitalicio cuando contaba con diecinueve años de edad y, a su muerte, había conseguido que Haití se convirtiese en el país más pobre del mundo, ocupando el primer puesto en analfabetismo y con una salud pública desastrosa (el 90% de la sanidad está en manos privadas).
Haití, antigua colonia francesa que también ocupó Estados Unidos de 1915 a 1934, comparte isla con la República Dominicana y es el primer país del mundo donde, en 1794, se abolió el sistema esclavista, sentando un precedente para que luego lo hiciera el resto del mundo.
El presidente actual de Haití es René Préval, único jefe de Estado haitiano elegido democráticamente que logra terminar un mandato y entregar el poder voluntariamente, para presentarse de nuevo a las elecciones y ganar en 2006. Estados Unidos, que apoya a Boniface Alexandre, presidente interino de Haití, así como los empresarios del país, no apoyan a René Préval a causa de su postura progresista y de izquierdas y por estar a favor de los pobres.
La gente de Haití es bella y apasionada, la tierra tiene muchas posibilidades y el mar es paradisíaco. Con las comunicaciones cortadas en estos momentos, solo nos queda cruzar los dedos para que el terremoto sea lo menos terrible posible (aunque lo que se sabe por ahora es todo lo contrario) y para que, lo mismo que una vez lograron la libertad, recuperen una vez más la voz y las riendas y saquen adelante su hermosa isla. Los demás, hablemos de Haití.
La Bonne Recolte, por J. B. Chery