El peor enemigo que tenemos al momento de alcanzar nuestras metas es esa voz interior que nos dice que no lo vamos a lograr. Puedes tener los mejores deseos, el mejor plan, pero si sigues pensando en esos tropiezos que has tenido en el pasado y en todas las personas que te han dicho que estás loco, eso no te ayudará en nada para alcanzar tus metas. En los pasados años he puesto en práctica un plan que me ha funcionado de maravilla y hoy lo quiero compartir contigo. En el 2004 luego de una desilusión amorosa decidí darle un giro a mi vida y comenzar a hacer cosas por mí y para mí. Puede sonar un tanto egoísta, pero muchas veces cometemos el error de complacer a todos los que están a nuestro alrededor y nos olvidamos de nuestras propias metas, de nuestros sueños. Lo primero que hice fue matricularme en la universidad. Siempre quise estudiar negocios, pero como ya me había envuelto en el mundo de las bienes raíces y no me iba mal, dejé mis estudios a un lado. En el 2004 el mercado cayó, mi relación amorosa cayó y mis sueños iban cuesta abajo. Mis primeros meses en la universidad fueron horribles. Me sentía torpe, sentía que no lo podía lograr, pero no me quité. Trabajaba a tiempo completo mas estudiaba en las noches. A mediados de completar mi carrera universitaria el amor llegó a mi vida nuevamente y ya no era el trabajo a tiempo completo. Era el trabajo, el esposo y un bebé en camino. Pensé rendirme, pero me acorde de aquel momento en el que me matricule en la escuela porque tenía una meta pendiente a alcanzar. Soy la primera en mi familia inmediata que termina un Bachillerato y no me quería defraudar a mí misma. Recuerdo que el día que comencé mi trabajo de parto, tenía una presentación final en la universidad y logré terminarla antes de llamar a mi Doctor para notificarle que ya había comenzado trabajo de parto.Lo más importante en haber alcanzado mi meta es que nunca permití que nada ni nadie me desenfocaran en mi misión que era terminar mis estudios. En los cinco años de estudio, me pasó de todo. Tuve una hija, mi esposo se enfermó, me enfermé, sufrí una caída aparatosa en la universidad. Me deprimí, me levanté, lloré, me reinventé pero nada me desenfocó.
El plan es sencillo, ¡NO TE QUITES! Aunque sople el viento, aunque la familia te critique, aunque creas que ya no tienes fuerza. No importa que la gente piense que estás loca o loco, es tu sueño, es tu meta y nadie tiene poder para decidir qué vas o que no vas a alcanzar en la vida.