Bertolt Friedrich Brecht, dramaturgo y poeta alemán, fue uno de los más influyentes escritores del siglo XX, creador del llamado teatro épico. Suyas son las palabras que aparecen en la fotografía que encabeza este artículo junto a su imagen:
"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el coste de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales".
La primera vez que oí hablar de este autor fue al escuchar en mi adolescencia estas impactantes palabras que se le atribuían:
"Primero vinieron a buscar a los comunistas,y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí"Se sabe ahora que, en realidad, las escribió en 1946, Martin Niemöller (un pastor protestante luterano de Westfalia) para un discurso titulado “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”. Posteriormente esas palabras tomaron forma de poema en "Cuando los nazis vinieron...", que trata acerca de las consecuencias de no resistir las tiranías en los primeros intentos de su establecimiento. El hecho de que Brecht lo citara en su obra El Camino ha dado origen a esta falsa atribución. Pero tanto las primeras palabras como estas últimas son un alegato a quienes esconden la cabeza ante las diversas formas de poder y se escudan en la ignorancia o la apatía para no afrontar la toma de decisiones a que obliga un gobierno democrático.
He vivido en muchos ciudades, las suficientes como para visitar bastantes domicilios y muchos de sus bares encontrando mayoritariamente en ellos solo diarios deportivos. He discutido mucho, pero en medio de demasiadas discusiones, he escuchado con rabia y con pena la expresión: "Yo no me meto en política". He recibido de frente y de perfil comentarios del tipo "Todos los políticos son iguales: todos unos chorizos". Por doquier encuentro la resignación: "En cuanto llegan al poder se corrompen", la ira. "Habría que encerrarles a todos", la indiferencia: "Da igual quién gobierne", el rechazo: "No quiero hablar de política"... Y, sin embargo; todo es política.
Política, etimológicamente, procede del griego (polis significa ciudad). La Politeía sería la teoría de la polis (ciudad). Politiké techné sería el arte propio de los ciudadanos, el arte social, el de las cosas del Estado. Aristóteles definía al hombre como "zóon politikón" (animal social).
Hoy en día el término “político” se encuentra pervertido, creyendo mucha gente que la “política” es una profesión o carrera. Sin embargo, volviendo a las raíces de la palabra se ve que esto no es así y que muchos, de los que se denominan hoy en día “políticos” sólo son “idiotes”, ya que no responden a lo que le concierne al Estado o ciudad, sino que a sus intereses propios. La única manera de no dejarnos engañar por semejanes "idotes" es la educación, el pensamiento crítico y la información. Todo ello dirigirá el instrumento político del voto que será quién les movilice de sus escaños. La solución a la crisis política mundial está en que la gente empiece a pensar más “políticamente” que solo en sus asuntos privados.
¡Y pensemos bien nuestro voto! No nos dejemos engañar por falsas promesas y, si finalmente lo fuimos, exijamos el cumplimiento de los programas electorales. Pidamos su dimisión. ¡Y no se lo perdonemos jamás!Revisemos las hemerotecas: en ellas está la prueba de sus inconsistencias, los registros de sus contradicciones.Escuchemos el mensaje sin credulidad, agradeciendo sinceridad en el análisis, aceptando limitaciones en los objetivos, aceptando la humildad de lo posible y rechazando la frustrante embriaguez de los proyectos ilusorios. Reclamemos honradez: Digámoslo con firmeza, abandonemos cualquier partido que perdone a sus malhechores, salgamos a la calle si no hay más remedio...
Pero sobre todo ¡participemos! no dejemos la política en las manos exclusivas de los "idiotes" o de los "lucrantes". Aclaremos el agua. Que se acabe el río revuelto del que beben ellos. Seamos ciudadanos educados, críticos, informados: políticos.