Cuando te veo girar la esquina, aquella que tantas veces hemos recorrido, todo es nuevo. Porque contigo todo es diferente.
Quiero decirte que haces que todo valga, las penas, las risas, los llantos y hasta las cosquillas. En el amor y en la guerra todo vale, y contigo es un amor constante y una guerra contra el tiempo.
Porque paralizaría el momento en el que estás volviendo a la vida, cuando tus ojos a medio abrir o medio cerrar me dan los buenos días y sonríes y sé entonces que me estás regalando otro día más a tu lado.
Quiero decirte que la perfección no existe, y esa es mi parte favorita del cuento. Porque son tus imperfecciones las que te hacen real, no una idea en mi cabeza nacida de algún lugar del corazón. Eres real. Como este suelo que pisamos y ese sofá donde tantas noches hemos pasado entre almohadones y cojines, sin entender todavía la diferencia.
No encuentro las palabras para decirte que me he vuelto adicta a tu mirada, que no soporto que me mires cuando conduzco porque sé que la distancia entre tu asiento y el mío es demasiado pequeña para todo lo que se esconde tras esos ojos. Quiero decirte que el amor es más que todo lo que un día conocí, y eso lo he aprendido de tus manos.
Quiero decirte que lo bueno se hace esperar y tú y yo ya nos hemos esperado bastante. Que la vida no vale un céntimo si no es a tu lado y que tú y yo somos culpables de esto tan bonito que tenemos.
Quiero decirte que no quiero un rato contigo, a no ser que ese rato se llame toda una vida y la siguiente.
Porque el plural es el idioma que quiero hablar a partir de ahora, que ni yo soy ni tú eres, pero somos. Y eso no se puede moldear con palabras.
Porque no hay palabras que justifiquen mis errores ni los tuyos, pero me lo dijiste una vez: somos cojonudos juntos.