La gentrificación
está caracterizada por la ocupación residencial de los centros urbanos por parte
de las clases altas, que se trasladan a vivir a dichas zonas y desplazan así a
los habitantes de menores ingresos económicos que las ocupan. El elemento
central de la gentrificación es, pues, la diferencia de renta entre los nuevos
habitantes de un barrio y sus habitantes anteriores. Es evidente que en una
ciudad siempre encontraremos zonas cuyos pisos/solares/locales sean más caros
que otros, y eso llevará a que en algunas zonas encontremos habitantes con
mayores rentas que en otras. Sin embargo, la importancia no es (en términos
sociales) que los nuevos moradores tengan más o menos dinero o si son más o
menos bohemios, sino que los habitantes arraigados en una zona encuentren
precios prohibitivos y deban salir
del barrio en contra de su voluntad debido a los elevados precios de las casas.
Eso, unido a la obligación del urbanista de intentar ofrecer diversidad en toda
la ciudad hace de este fenómeno algo muy importante. Y negativo.
Cuando existe un
traslado de habitantes de un barrio con motivo de los menores ingresos de
estos, el barrio pierde parte de su tejido social, creamos zonas exclusivas
según clases sociales y la ciudad deja de tener su función de ser de todos,
para convertirse en guetos divididos por niveles de renta.
Es un fenómeno
importante y debe ser abordado y entendido por todos los ciudadanos
para poder actuar correctamente. Una vez tengamos el concepto claro y los
ciudadanos estén de acuerdo podremos empezar a luchar contra él con la ayuda de
las administraciones, que son las únicas que pueden hacer algo.
Si le intentamos
explicar qué es la gentrificación a algún conocido y cómo puede hacer la
Administración para intentar evitarla, quizás sea necesario comentarle, para
que empiece a creer que eso se puede hacer, que muchos países llevan luchando
contra este fenómeno desde hace muchos años. En Amsterdam, los planes de
vivienda hasta hace 10 años contaban con un 70% de viviendas sociales, e incluso en el centro, dentro del
límite declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, podemos encontrar
bastantes edificios de viviendas sociales cuya función era que el centro de la
ciudad no se convirtiera en un espacio reservado sólo para servicios y clases
pudientes.
La gentrificación
es un proceso complejo que puede revestir formas diversas, aunque yo las
dividiría dentro del contexto actual en dos, según el detonante del proceso sea
prolongado en el tiempo y ayudado por la
situación geográfica del barrio en cuestión (como ocurre en Lavapiés) o
bien, que el proceso de gentrificación se prevea a partir de un hito, ya sea en forma de monumento, rehabilitación
del barrio o nueva edificación, como ocurrió en Valencia en los alrededores de «La ciudad de Calatrava» o en el Barrio de La Mina de Barcelona con motivo del
Fòrum de Barcelona.
Muchos procesos relacionados
con el aburguesamiento del barrio suelen partir de planes de renovación o
regeneración urbana. No todos los planes de renovación urbana son «gentrificadores»
por sí mismos (rehabilitar un centro de salud y arreglar las aceras puede
mejorar un barrio, pero no lo gentrifica), pero sí lo serán si tienen una
magnitud relevante y no tienen en cuenta la importancia de conseguir que el
acceso a la vivienda en esa zona tras la renovación o regeneración sea
accesible para personas de toda clases de rentas, y especialmente para los que
son actualmente sus habitantes.
El problema se
plantea cuando, por ejemplo, nos encontramos ante un Casco Histórico degradado
y pedimos a gritos su renovación, y sin embargo cuando esto ocurre nos
encontramos ante un proceso de gentrificación que nos lleva a arrepentirnos de
nuestras demandas. ¿Qué es lo que pasa entonces? Que no tenemos término medio.
O más bien, que no nos hemos ocupado de buscarlo.
Sin políticas
activas de alojamiento por parte del Ayuntamiento será muy difícil poder
manejar el aumento de valor de un barrio sometido a un proceso de regeneración.
Al contrario que sucede en los nuevos desarrollos de suelo, la Administración no dispone de elementos de equidistribución en el suelo urbano ni reserva de viviendas protegidas, puesto que los procesos son de rehabilitación y no de nueva construcción. Sin embargo sí dispone de unos pocos mecanismos que podría llegar a utilizar, eso sí, una vez que el electorado asumiese como cierta «la función social de la propiedad» preconizada en la Constitución Española. Estos mecanismos deben estar encaminados a conseguir solares donde construir viviendas de protección oficial destinadas a habitantes del barrio que desearan seguir allí pero por motivos de renta se ven obligados a desplazarse. Estos solares se tendrían que conseguir por expropiación, y se podría hacer de dos maneras distintas:
- Mediante la expropiación de inmuebles que no han cumplido su obligación de mantenimiento del edificio. A diferencia de lo que hoy sucede en casi todas las ciudades españolas, donde los propietarios esperan a la declaración de «edificio ruinoso» para que de esa forma el Ayuntamiento sufrague los gastos de demolición por peligro de desprendimiento, quedando el solar expedito para que sus propietarios construyan.
- La expropiación de solares que hayan incumplido su obligación de construir. Esta medida, que sólo encontramos de momento en algunas CC.AA. como Castilla-La Mancha, se da para aquellos propietarios que han incumplido los plazos de construcción y su cálculo es bastante sencillo. Además, cabe la posibilidad de monetizar la expropiación o de pagarla en forma de piso una vez se haya construido.
En ambos casos, una vez obtenido el suelo, habrá que recurrir a soluciones imaginativas para llevar a cabo la construcción de lo expropiado, dada la situación económica de los Ayuntamientos. Las cooperativas, ya sean de rehabilitación, de nueva construcción y propiedad o de construcción y posesión (siguiendo el modelo sueco de las cooperativas de construcción), pueden ser una buena opción.
En cualquier caso, las medidas de alojamiento activas sólo podrán cumplir con una pequeña parte del problema al que nos enfrentamos. Antes de construir nuevas casas, es importante ofrecer ayudas para que la rehabilitación del mayor número de viviendas posibles lo realicen los habitantes del barrio, y no unos inversores ajenos éste, puesto que de esa manera el tejido social se mantendrá. Finalmente, cabe señalar un problema digno del noticiario de Antena 3, pero que en tiempos de bonanza ha sido muy habitual: el mobbing inmobiliario. Será importante ofrecer medidas de asesoramiento legal a propietarios y arrendatarios de manera que conozcan sus derechos y no sean víctimas de esta presión ejercida por parte de compradores y arrendadores. Pero como decía al principio de este artículo, lo más importante ahora es que todos los ciudadanos conozcan este fenómeno y se den cuenta de lo negativo que puede ser para su ciudad. Sólo así, podrán entender las difíciles actuaciones que debe realizar una Administración ante un proceso tan complicado e importante como este. Sito Veracruz Mas es urbanista
Créditos de las imágenes:
Imagen 1: «Peligro, zona de gentrificación». Pintada en Chicago, EE.UU. (fuente: reallyboring).
Imagen 2: «No tenemos miedo, es solo gentrificación». Pintada en Berlín, Alemania (fuente: sethiele).
Imagen 3: Movilizaciones en Río de Janeiro contra la rehabilitación de la zona portuaria, coartada de un proceso de gentrificación (fuente: antenamutante).