Revista Cultura y Ocio
Algún día todos los cuentos se contarán así. Estamos camino de que la literatura sea accesoria. No queda mucho para que la ficción sea un enemigo. La realidad se protegerá a sí misma. Habrá un tiempo en que los enanitos que vendan los cuentos no serán incautos, ni llorarán que su Blancanieves termine colgándose. Serán ellos los que la icen. El lobo tendrá carne de caperucita para una semana. La meterá en tuppers y se la servirá cada noche mientras sueña cómo ganarse la confianza de los tres cerditos. La bella durmiente no despertará jamás. No habrá príncipes. Ninguno podrá besarla. Dormirá eternamente una especie de coma hermosísimo. Peter Pan traicionará a los niños perdidos. Se los entregará al Capitán Garfio. No pedirá nada a cambio. Hay veces en la vida en que uno hace las cosas por el placer de hacerlas, sin que nada lo provoque. Incluso sabiendo que no es eso lo que esperan de uno. Quizá sea así cómo perviva la literatura. El lector del futuro será mejor lector si desde pequeño percibe que no nadie, al final de los cuentos, va a comer perdices o, al menos, que no es un asunto fiable lo de las perdices y unos las comerán y otros, según el caso, no. No sé si la culpa la tiene Disney. Hay quien sostiene que sí. Sé que hay muchos que con gusto preparían el cadalso de Blancanieves o la inducirían a que acabara vistosamente con su vida.