Una compañera de trabajo nos alegraba la mañana hoy anunciando su recién estrenado embarazo. Y recordaba yo, mucho después, bajando las escaleras, cruzando a casa, abriendo la puerta, cuando Niña Pequeña era sólo un pequeño proyecto y yo compartía la noticia también en el trabajo. Muchos de los que hoy felicitaban a mi compañera también me habían oído a mí en su momento.
Y me preguntaba -o me regodeaba, más bien, en la pregunta- si le contestarían a ella como me hicieron a mí:
- ¿Para qué lo cuentas, si no estás ni de tres meses?
Pues por el mismo motivo por el que hoy recibíamos con alegría el gozo de mi compañera, joven, brillantes los ojos, con su sonrisa eterna. Porque hay que felicitar la vida. Porque hay que felicitar los proyectos, las esperanzas, los retos, los deseos. Y no hace falta esperar a un anuncio de familia real, de los tres meses esos en los que todo parece que debería estar escondido. Porque la vida no puede esperar más.
Felicidades.