Cuando los que somos personas comunes damos nuestra opinión en público poco podemos esperar de las mismas, pero cuando una milenaria institución como lo es el Catolicismo emite una opinión a través de uno de sus importantes miembros lo que digan está expuesto al más duro escrutinio público -y privado-.
Leo la nota: “El portavoz del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi, afirmó este sábado que ha llegado el tiempo de la <verdad, de la transparencia y la credibilidad> y que el secreto y la discreción no son valores que están de moda“.
Ah caray, ¿y ahora porque ese extremo? Debería mencionar que ser ético es lo que debe de estar de moda y que la Iglesia pondrá el ejemplo de manera explícita. Por supuesto que hay secretos que deben conservarse, como el de la confesión en el caso de la Iglesia Católica y la discreción siendo hermana de la prudencia, ¿como señalar que debemos dejarla de lado?
Luego comete el error garrafal de señalar de manera implícita que antes no tenían la obligación de predicar con la verdad y que decían verdades a medias, ¿o medias mentiras?: ”La situación que vivimos es extremadamente exigente y nos pide que seamos absolutamente creíbles y verdaderos“.
Hay señores, dan pena honestamente. Por favor realicen un cónclave o varios y pónganse de acuerdo, para primero reconocer errores y en segundo para remediarlos, o dar el primer paso para resolverlos. Lo que esperamos las personas hoy en el mundo es ética, después transparencia, pero es la Iglesia quien se ha manejado sin estas dos necesidades por siglos.
Nuevo Titánic a la vista, el icerberg ya no es de hielo, se compone de bytes y están por todas partes. Que triste sería que este barco se hundiera.