No tengo que llegar a casa, no me hace falta ni subirme al coche... me basta con sacar los dos pies de la oficina. Ahí, esperando al ascensor, me pego una ducha mental y me quito el olor a fuego, restriego fuerte las lágrimas que he visto y me seco las inundaciones. El ascensor baja rápido, y yo voy tapando cadáveres camino del coche, quitando precintos por la calle, tapiando desahucios a cada paso.
Arranco, quito las noticias de la mañana y pongo el último disco de Extremoduro para que no retumben más en mis oídos los pitos de las manifestaciones. Subo el volumen para acallar los totales que hablan de muerte y de calor, de lluvia o de miedo. "Y poderle decir que he pasado la vidaaaaaaaaaaaaa". Y sin las prisas de los enlaces, sin calcular los tiempos, conduzco hasta casa y llego cuando quiero.
Cerca de la puerta busco un aparcamiento... y mientras arrincono en mi cabeza las últimas encuestas chorra, los planos de calor y todos los simpáticos que se han reído cuando nos señalaban con el dedo. Y llego al portal casí vacío de sucesos y ya no huelo a actualidad, me sacudo los últimos frames, termino la estrofa "sin saber que la esperooooooooo"... y paso para dentro.