La idea del concierto solidario nació en el verano de 1971 con el Concierto para Bangladesh
Desde entonces se han celebrado infinidad de conciertos y festivales de rock con fines benéficos, pero cuando en agosto de 1971 George Harrison puso en marcha el Concierto para Bangladesh, era una absoluta novedad, algo que no tenía precedentes
Bangladesh era entonces un territorio llamado Pakistán Oriental. En 1970 un ciclón barrió el país y causó decenas de miles de muertos; además, el ejército pakistaní ejecutó sin piedad a todos los que apoyaban la independencia, que llegó en 1971. Ravi Shankar habló a su amigo George Harrison de las condiciones de vida tan terribles de los habitantes del nuevo país. Entonces los dos pensaron que un gran concierto conseguiría no sólo fondos para paliar la desesperada situación de los bangladesís, sino también la atención del mundo.
Es curioso que fuera precisamente un beatle quien abrió esta puerta que hizo que la música rock (tenida por dura, irreverente y hedonista) apostara desde entonces por la solidaridad; es decir, hasta la idea del concierto altruista, pensado para beneficio de los más castigados por la desgracia, procede de aquel cuarteto de Liverpool. En realidad el primer concierto benéfico de la historia (de que se tenga noticia) se produjo en 1918, y tuvo como beneficiarios a las viudas y huérfanos austríacos de la Primera Guerra Mundial; se celebró en Viena pero, lógicamente, nadie tocó rock & roll…
El ex beatle, sensibilizado y solidario, se involucró hasta las cachas en el proyecto, y consiguió llevar al Madison Square Garden de Nueva York a músicos de primera fila, como Bob Dylan, Eric Clapton, Bandfinger (grupo infravalorado y desgraciado) y Ringo Starr; se intentó reunir para la ocasión a Lennon y a McCartney, pero aquel dijo que no sin Yoko y rehusó un par de días antes del concierto, y Paul alegó que hacía muy poco que Beatles se habían separado y aun había mal rollo…; también participaron otros músicos de menor entidad aunque de enorme prestigio, como Billy Preston o Leon Russell. Así, el 1 de agosto de 1971 dieron dos conciertos en aquel mítico escenario, de los cuales se extrajo un triple álbum titulado simplemente ‘The Concert for Bangla Desh’, que se lanzó a finales de ese año. Acababa de descubrirse una fórmula que, en lo sucesivo, sería repetida una y otra vez con miras de mayor o menor alcance, pero siempre con la música rock al servicio de causas humanitarias.
Los títulos que contiene el concierto son fáciles de reconocer, pues se trata grandes éxitos en la mayoría de los casos; también son de destacar las múltiples colaboraciones y las mezclas de músicos y bandas en el escenario. El festival y el álbum se abría con una larga interpretación de música tradicional india liderada por Shankar al sitar; al principio se escuchaba con interés y curiosidad, pero a los dos o tres minutos la cosa se antojaba un tanto cargante para oídos occidentales y rockeros por mucho que el oyente ‘entre en el papel’; hoy resulta verdaderamente difícil meterse entre pecho y espalda aquella raga. La película (muy recomendable) refleja muy fielmente tanto el ambiente como lo estrictamente musical. Uno de los productores, el siempre imprevisible Phil Spector, dijo que allí “hubo magia, nadie había visto nunca nada igual”. Shankar afirmó que “fue historia, y una de las más intensas experiencias musicales”. Y George Harrison explicó que “más importante que lo recaudado fue comprobar cómo conseguimos llevar el mensaje a todo el mundo y ayudamos a acabar con la guerra; lo que hicimos fue demostrar que los músicos y el público fueron más humanos que los políticos” (cosa, por otra parte, tan evidente que no precisa demostración).
En cuanto al asunto del dinero, no faltó la sospecha e incluso el indicio de manipulación y desvío de cantidades. Allen Klein (manager, industrial del ramo y sospechoso en otros casos) nunca mostró cuentas, número de entradas vendidas o dinero recaudado; y aunque se declaró una cantidad, realmente jamás se ha sabido con exactitud el balance de ingresos y gastos; lo único que se sabe es que Klein se llevó la mejor parte. Además, el hecho de que esta iniciativa fuera absolutamente pionera también propició una gran cantidad de fallos de organización. Por otro lado, y aunque el disco no era barato (no fue eximido de impuestos), se vendió muy bien en todo el mundo durante los años setenta, de modo que se calcula que alrededor de 12 millones de dólares terminaron llegando a aquel país. Hoy día, lo que generan el disco y la película se entrega a Unicef a través de la Fundación George Harrison.
En la actualidad se celebran festivales y conciertos con intenciones solidarias en todo el mundo, ya sea para recaudar fondos destinados a paliar la situación de las víctimas de una catástrofe o para llamar la atención sobre cualquier causa solidaria; además, aprovechando la idea, también se organizan otro tipo de eventos lúdicos con fines humanitarios, como carreras populares, concursos, exposiciones… Y todo parte de un concepto que ideó y puso en práctica, seguramente con no poco esfuerzo, George Harrison, que es quien concibe por primera vez la posibilidad de unir el espectáculo, ya sea musical, deportivo o artístico, con un propósito social. Fue una gran idea que ha sido aprovechada y repetida muchas veces.
CARLOS DEL RIEGO.