«Hace tres años que no salgo, la silla no cabe en el ascensor»

Concha (no quiere dar su apellido) padece una artrosis reumatoide que la mantiene en una silla de ruedas. Hace tres años que no sale a la calle. La silla de ruedas no cabe en el ascensor. «Cada vez ando menos», se lamenta. Tampoco quiere mostrar su cara. Cree que no está bien para salir en una foto. Enseña sus manos deformadas por la inflamación. Sólo sale a la calle para acudir a la visita del médico, pero no ve la luz. El voluntariado de Cruz Roja la sujeta en pie unos minutos, el tiempo que tarda el ascensor en bajar un piso, pero luego necesita un transporte adaptado. «Estoy para ir a una residencia, pero no quiero». Sus sobrinos la visitan siempre que sus obligaciones laborales se lo permiten, pero Concha necesita, además la ayuda a domicilio que le ha concedido el Ayuntamiento de León por el que paga casi 130 euros al mes por 40 minutos un día a la semana. «Tiene que ir a comprar las medicinas y lo que necesito de comida», pero Concha no para de hacer referencia a la limpieza del hogar. «Me preocupa mucho la limpieza y no puedo hacer todo lo que quiero. Tengo las defensas muy bajas y tengo más riesgo de coger infecciones», asegura.

Los brotes de dolor la desesperan, pero se agarra a su fe. «Cuando me encuentro mejor pienso que puedo mejorar, pero no quiero engañarme. A veces tengo que apagar la luz. Lo que pido es no sufrir tanto. Alguna vez me digo que puedo mejorar, pero tengo mucho dolor».
Concha vive sola desde que murió su padre hace 16 años. Cambia de conversación cuando se le pregunta por lo que echa de menos de poder salir a la calle: «Yo solo pido que me pueda levantar de la silla de ruedas».
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