Hace unos 10 años algunas vecinas del Gancho tuvimos un sueño. Un sueño que no era tuyo ni mío, era nuestro. Soñábamos con la reapertura del Luis Buñuel, abandonado a su suerte y en un estado lamentable de deterioro progresivo. Soñábamos con un proceso de participación comunitaria que fortaleciera vínculos y tejiera redes de cuidados. Soñábamos con la gestión compartida de un espacio público que pudiera sumar sinergias entre personas autoorganizadas y la administración en pro del bien común.
Cuando las pocas vecinas que empezamos con este sueño lo contábamos, muchas eran las voces que nos tachaban de ingenuas, de poco realistas o de estar lidiando con algo mucho más grande y poderoso que nosotras.
Tenían razón.
Éramos tan ingenuas que confiábamos en que el sueño podía crecer con cada una de las personas que se acercaban a curiosear, a preguntar o a participar en alguna actividad.
Éramos tan poco realistas que creíamos que podíamos hacer “política de barrio”, organizándonos, actuando y tomando decisiones en los ámbitos que afectan a nuestras vidas.
Y, por supuesto, estábamos lidiando con algo grande y poderoso, las inercias y las dinámicas relacionales que, si no se cuestionan, acaban reproduciendo el sistema establecido de opresión y desigualdad. Pero descubrimos algo: que eso contra lo que luchamos no estaba sólo ahí fuera, sino también dentro de nosotras mismas.
El Buñuel nos ha ayudado a crecer, a cuestionar(nos), a reflexionar, a transformarnos. Inevitablemente cuando te transformas, transformas. Si tú te mueves, todo a tu alrededor lo hace también. Estamos interconectadas, dependemos unas de otras. Nos movemos juntas, aunque a veces no percibamos los lazos que nos conectan a otros cuerpos.
El Centro Social Comunitario Luis Buñuel ha resultado ser un espacio para valientes. Para personas que se atreven a decir “no” a las injusticias, al desequilibrio y al maltrato. Si te quedas en el Buñuel, construyes. Aportas porque dar es la única manera de estar en paz con tu barrio, con tu pueblo, con tu ciudad, con tu planeta, y contigo.
En el Buñuel se defiende lo común, se protege lo vulnerable, se reivindican los cuidados, se pone, indiscutiblemente, la vida en el centro. Celebramos la posibilidad de ser una voz de voces que a veces cantan juntas y otras veces no, pero que se escuchan y, aunque no siempre sea cómodo, crean, proponen y experimentan alternativas en común.
No nos vamos a engañar. El recorrido no ha sido, ni es, fácil. Dentro del espacio hemos tenido infinidad de conflictos en los que nos hemos visto reproduciendo el esquema clásico: si yo gano, tú pierdes. Y ahí vamos, buscando la manera de construir relaciones de igualdad y buentrato, desde el ‘yo gano-tú ganas’. Hemos aprendido que es imposible no convivir, que el conflicto es inevitable, pero también hemos aprendido que reconocer nuestra diversidad y abrazarla es el gran motor de cambio.
Desde fuera, las normativas, las ordenanzas o las leyes, nos han dicho que no, que lo que planteamos no se puede hacer. Sabemos que vamos por delante, y estamos convencidas de que tenemos mucho que enseñar a la política institucional.
Seguimos caminando en paralelo. Por un lado, vamos a continuar con nuestro Buñuel abierto, acogiendo propuestas, actividades y a todo aquel que quiera participar. Somos un espacio abierto, y seguiremos siéndolo.
Por otro lado, vamos a continuar siendo tan ingenuas como para solicitar una y otra vez el diálogo con la administración, la apertura de nuevos canales de participación, la renovación de la institución hacia estructuras que acompañen procesos de participación comunitaria. Sabemos, por experiencia, que es la apertura, la confianza, la flexibilidad y el amor, lo que hace que dos partes que se viven opuestas se descubran complementarias.
Por ello, vamos a recurrir la sentencia en el Tribunal Supremo y a seguir solicitando un espacio de diálogo con la administración, mientras continuamos dando vida y cuidando nuestro territorio-hogar.
Hace 10 años, intuíamos que no iba a ser fácil, ni rápido. Pero solo los cambios lentos son reales y duraderos.
Nos debemos una vida entera de desobediencia a los mandatos que dicen que tenemos que conformarnos con el papel asignado y con las reglas del juego dadas.
Aquí estamos, aquí nos quedamos, y seguiremos soñando al abrazo de la fortaleza de la vulnerabilidad comunitaria, porque no hay nada más poderoso que todas nosotras soñando juntas.
El Buñuel se queda!,
El Buñuel se queda!,
El Buñuel se queda!