Revista Maternidad

Hacemos mucho más que sólo...

Por Violetaosorior
Hacemos mucho más que sólo...Escrito para Deseo Primal
Kyara tiene 3 años y 9 meses y desde que nació me he encontrado con comentarios que explicita o implícitamente me “recuerdan” (por mi bien claro y por el de ella) que no puedo creer en su palabra, que los niños mienten, porque son unos manipuladores y que si ella dice que algo se le cayó yo debo pensar que lo más seguro es que lo tiró!
Parto de la base que nada surge por generación espontánea, así que aquellos adult*s que hoy por hoy creen en la naturaleza manipuladora, mentirosa, y abusiva de l*s niñ*s, fueron hij*s, estudiantes, niñ*s que crecieron siendo puestos en duda y tratados como posibles armas mortales.
Devine madre y de las primeras cosas que tuve que escuchar fue: no la alces aunque llore porque se va a malcriar. Dale de comer cada tres horas aunque pida, no necesita más. Mi hija tenía unas horas de nacida y ya me estaban diciendo que valía más la voz de otr*, que la suya. Que lo que ella manifestara no era en realidad lo que necesitaba, era otra cosa, algo que ella no sabía y que por supuesto yo no podría descifrar.
A veces la miro y me pregunto que habría pasado, quienes seríamos ella y yo ahora de no haberla escuchado, en quienes nos transformamos cuando negamos la confianza y enseñamos que otr* sabe más y su palabra es más importante que la propia. ¿En quien se transforma es* niñ*, en quienes nos transformamos l*s adult*s y en qué se transforma nuestra relación?...
Cuándo un bebé es gestado, sus necesidades y deseos son satisfechos sin que medie palabra, condición o negociación posible, simplemente conoce y vive su bienestar sin imaginar si quiera que eso puede cambiar abruptamente. Mientras un bebé se gesta, la noción de madre está ligada a los deseos cumplidos y al estado de bienestar, no existe otra realidad, mamá es universo de placer y satisfacción. Sin embargo al nacer, esa madre, esa misma madre que antes era toda fusión, nutrición, abrigo y respaldo es remplazada por una madre frígida, indolente al llanto de su criatura, abrumada por la intensidad de su deseo, sobrepasada por el vacío que la acompaña, indiferente al pedido incesante del hambre devoradora de su criatura, hambre de amor, de contacto, de abrigo, de todo aquello que fue suyo, que era su realidad conocida y que de golpe le fue arrebatado…¿qué hice yo, dónde está mi mundo? Podría ser el grito incesante de este pequeña cría, ¿qué hice yo que antes lo tenía todo y ahora me tocan las sobras de mi madre? El cuerpo extenuado que deja el afuera, el trabajo, el sistema, la sociedad patriarcal ¿qué hice yo que antes no conocía la necesidad y ahora todo es carencia y vacío? El paraíso perdido no es otro que el útero cálido y nutricio donde nos gestamos, aquel tibio nido donde conocemos el todo y reside la vida.
¿Qué ha cambiado tanto, si al fin al cabo hablamos de la misma mujer?, ¿cómo es posible que nuestro cuerpo sepa todo lo que nuestra mente ignora? A veces nos mutilamos las entrañas para no escuchar el llamado de nuestra criatura, nos amarramos el útero y nos vendamos los ojos. Otras veces llegamos ya frígidas, de tanta obediencia, de tanto vacío propio, de tanto control y sumisión y el parto, mecanizado, robotizado no logra despertar del todo nuestro deseo primal, nuestro instinto materno. Y otras, las mejores de todas renacemos a la vida mientras gestamos, parimos y criamos. Pero cuando la criatura ha vivido, como todas las criaturas la madre uterina, dadora y nutricia y se encuentra con la madre externa castradora y ausente ¿cómo puede percibir este bebé este cambio tan abrupto?, ¿cómo se fragmenta su psique, su alma?, ¿cómo puede llegar a entender que esas dos madre son la misma persona, es más, cómo entender que la madre gestadora, la madrentrañable y la madre castradora pueden tener el mismo nombre y que las dos hablan en nombre del amor?, ¿cómo entender que hay amores que dan vida y otros que mutilan? Un bebé llora, pide, exige, porque sabe de nosotras lo que nosotras ignoramos, sabe quienes somos y lo que somos capaces de dar. Sabe y no quiere conformarse con menos, aunque tarde o temprano, a fuerza de indolencia, indiferencia, carencia y miedo lograremos domesticarlo, hasta tal punto que es posible que ese bebé sienta que algo habrá hecho, algo dejó de ser, o en algo fue demasiado que provocó tal brecha, o lo que es peor que aquello que recibe es lo que merece, que así es la existencia y entonces habrá la perdido la fuerza de la vida arrolladora, creativa, desobediente, insumisa y la habrá reemplazado por la árida y cómoda supervivencia. Y entonces sabrá desde muy pequeñ* que el amor tiene precio y que se espera de él/ella que se un/a buen* hija* y que aquell*s de quienes depende estarán ahí para el/ella en la medida que estén satisfech*s con su comportamiento.
¿En quien se transforma de golpe esa pequeña criatura que no conocía la carencia, en quien se transforma esa madre con doble “personalidad” ante los ojos de su hij* y en qué se transforma esa relación que antes solo entendía el lenguaje de la fusión, los deseos cumplidos y el bienestar mutuo?
Nos quedamos con un bebé sin respaldo, ni hábitat, una criatura huérfana de madre con consciencia del paraíso perdido y con una herida abierta que lo acompañará siempre, la falta básica, la herida primal, el dolor de saber que fuimos y perdimos, que lo que deseamos es algo posible y que fue nuestro, la marca que nos des-hermana en la sociedad patriarcal. Y donde antes había confianza plena y absoluta, donde antes había certezas ahora se cuelan las dudas, los miedos, la sospecha… ¿estará ahí para mi, si tengo hambre vendrá, si tengo frío querrá abrigarme, si necesito su cuerpo estará disponible? Y donde antes había amor por explorar y conocer, seguridad de disfrutar y ser ahora habrá miedo a no tener, a necesitar y carecer, y allí su desarrollo pleno, el que nace de la confianza y el placer, se verá truncado, vivir va a vivir, o mejor sobrevivir, (aunque algun*s prefieren dormir para siempre) pero ya no será el bienestar ni el gozo quienes dirijan sus movimientos ahora será el miedo, la duda, el vacío, la defensa lo que lo impulsará a accionar y entonces habrá caído en el infierno. Y esa madre que antes era todo, ahora será motivo de dudas, esa madre que era incondicional y certeza, pilar de su existencia plácida, ahora será tenida por dudosa y de ser dadora de vida y nutricia pasará a ser castradora y frígida; arrebatando lo que dio, arrinconando la fuerza que a través suyo llegó hasta su criatura, haciendo de ese ser un ente controlable, manejable, alguien que va a la guerra (a la cotidiana) y muere y mata. Y entonces el temor, el dolor, la angustia habrán conquistado el terreno de la díada simbiótica y complaciente, el bastión de una sociedad pensada desde el bienestar, el amor entrañable, los deseo cumplidos, la alegría y la inclusión (por supuesto no nuestra sociedad)
Hacemos mucho más que sólo negarle la satisfacción de los deseos a un niñ* cuando hacemos oídos sordos y l* tildamos de egoísta, malcriad*, caprichos*, mentiros*; hacemos mucho más que sólo dejarl* a merced de su angustia sin regazo donde resguardarse cuando hacemos que importen más las necesidades adultas que la vida nueva; hacemos mucho más que solo indolentemente ignorar sus pedidos… en realidad lo que hacemos día a día, momento a momento cuando les negamos nuestro cuerpo, cuando los abandonamos a su llanto y angustia, cuando los llenamos de reglas absurdas para sostener el status quo, cuando nos regimos por “es por tu bien” y “ a mi me duele más que a ti” es seguir perpetuando un sistema que a tod*s nos mutila y empobrece y sobre todo negarnos a tod*s la posibilidad de otro mundo posible.

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