Las cosas, sobre todo las que creemos que son importantes, hay que hacerlas con serenidad pero de forma lo más inmediata posible.
Puede parecer una contradicción lo que acabo de escribir, pero si se analiza con algún detenimiento, en realidad puede ser un buen método para realizar las cosas consideradas importantes. Y es que las cosas importantes de verdad son cosas prioritarias.
Pongo un ejemplo. Cuando decimos que es importante (en una democracia) elaborar una política fiscal equitativa, lo que implícitamente estamos diciendo es que es una política prioritaria, para que dicha equidad no sea una trampa para que sólo mayoritariamente los que menos tienen contribuyan. Todos tenemos que contribuir según nuestras posibilidades (capacidades), para que los ciudadanos de un país sean beneficiarios y poder disfrutar de una economía de bienestar pública.
Cuando afirmo que las cosas hay que hacerlas con serenidad, me refiero a que no es cuestión de hacer leyes para el corto plazo; se tienen que pensar para los que vienen detrás de nosotros y por eso se necesitará de mucha serenidad para consensuar entre todos lo mejor para los ciudadanos, pero de todos.
Cuando escribo que hay que hacer las cosas de una manera inmediata, quiero expresar que hay que hacerlas con decisión.
En resumen, una vez que apreciamos qué cosas son prioritarias (importantes), se estudian con serenidad, se aplican con inmediatez sabiendo que en definitiva son importantes.
O si se quiere: hacer las cosas importantes con serenidad.