El planeta se encuentra en una situación muy delicada en cuanto a estabilidad medioambiental se refiere. Los gobiernos, a lo largo y ancho del planeta, están mentalizados con el devenir de los recursos energéticos y la contaminación derivada de la explotación y conversión de los mismos. Tras el Protocolo de Kioto y con la perspectiva del tiempo pueden tomarse conclusiones tanto positivas como negativas. Los proyectos llevados a cabo para la reducción drástica de emisiones han resultado ser un fraude y, además, ha incrementado las diferencias entre el Norte y el Sur, entre los países desarrollados y los subdesarrollados.
Las Naciones Unidas consiguió, dentro de su Convención Marco sobre el Cambio Climático, que en el año 1997 se firmase el Protocolo de Kioto. Pese a que no entrase en rigor hasta 2005, la presión internacional sobre las emisiones creció y de alguna forma la mentalidad ha cambiado. El problema siempre es la práctica, y es que no solo no se han reducido las toneladas de CO2, sino que han aumentado hasta en un 45%, como es el caso de España.
Existe un nuevo mercado mundial, aparte del mercado tradicional, en el que se compra, vende y especula sobre el cupo de contaminación máximo admitido para cada país. Este sistema también existe en versión reducida, como es para la Unión Europea. El proceso es muy sencillo: se fijan los límites máximos de contaminación establecidos en Kioto -5% entre 2008 y 2012-; las compañías pueden aumentar o reducir las emisiones en función de su tasa previa, para lo que se les ofrece ventajas económicas si implantan nuevas tecnologías, o bien se les impone sanciones de alrededor de 25 euros por tonelada. Los límites se dividen bonos, que pueden ser comprados o vendidos en función de las necesidades de cada empresa, pero la especulación ya existe, afectando de manera directa al desarrollo y al tejido industrial de algunos países. Las estafas han llegado hasta los 5.000 millones de euros.
El caso europeo
El Régimen de Comercio de Derechos de Emisiones de la Unión Europea (EU ETS por sus siglas en inglés) se creó en 2005 para supervisar la correcta aplicación de los límites de los Estados miembros. Cubre a más de 11.000 empresas y está presente en 31 países.SENDECO2 es el nombre de la bolsa electrónica para la compra venta de derechos de emisión. Las cuotas máximas de reducción de emisiones establecidas ya en los comienzos son: Austria (-4,9%), Bélgica (-4,6%), Chipre (6,2%), República Checa (6,6%), Alemania (2,5%) Dinamarca (11,1%), Estonia (21,5%), España (1,6%), Finlandia (28,5%), Francia (-3,5%), Grecia (2,0%), Hungría (2,6%), Irlanda (-5,3%), Italia (0,2%), Lituania (-9,2%), Luxemburgo (-1,4%), Letonia (-0,2%), Países Bajos (-0,6%), Polonia (3,2%), Portugal (-14,4%), Suecia (-20,8%), Eslovenia (3,8%), Eslovaquia (-2,8%), Gran Bretaña (5,8%). El total de las emisiones significaría una reducción del 1,9% respecto al Protocolo de Kioto, el 5% global.
Estos límites se han prorrogado y determinado nuevamente para el período 2013-2020. Los límites irán descendiendo progresivamente. Para 2013 la estimación es de 1.974 toneladas de CO2; para 2014, 1.937 toneladas. La reducción gradual llegará hasta las 1.720 toneladas en 2020.
Fallos del sistema
Los fallos son varios y muy básicos. El ETS no ha reducido la emisión de estos gases contaminantes ya que el sistema permite el crecimiento indefinido mientras puedas comprar bonos de otras empresas. No actualizas la tecnología y con ese dinero compras más contaminación de otros países; el ETS sirve como un banco privado dándoles concesiones. El beneficio estimado entre 2005-2008 es de 14.000 millones de dólares; el precio del carbono se ha visto reducido, llegando a mínimos históricos en 2012; la brecha ampliada entre Norte/Sur ha creado nuevos conflictos; las subvenciones al carbón es una forma de tirar el dinero público; nos introduce mucho más en el sistema de energías fósiles, y no renovables.
Son 187 países los que han ratificado y firmado el tratado, dos los no firmantes (Afganistán y el Sáhara Occidental), EE.UU. que no lo ha ratificado y Canadá, que lo ha abandonado argumentando que no pagará cualquier multa que se le imponga por contaminación. Los límites ya están establecidos y, presumiblemente, llegarán a cumplirse -más por el retraso otorgado que por propia voluntad- y quizás enfocar la energía por otros canales menos agresivos. Sea como sea, la energía sigue siendo uno de los mayores negocios del mundo, pero hasta con los residuos se especula.