Ayer me encontré frente a una situación que me recordó a épocas pasadas que se enmarcaban en contextos de malos tratos físicos y psicológicos, bullying... Aunque ahora algo ha cambiado: yo he cambiado. Dicha situación requirió de mi asertividad, firmeza, límites y gestión emocional para no salir dañada, únicamente decepcionada. Por eso quiero compartir contigo aquello que me ayudó a salir de la vorágine que me mermaba para convertirme en alguien independiente que sabe hacerse respetar.
Y es que, cuando nos tratan mal, tendemos a buscar la forma de encajar, de sentirnos aceptados y de entender por qué motivo somos merecedores de humillaciones, agresiones verbales y físicas, burlas... Pero, ¿dónde queda lo de hacerse respetar?
Aunque parezca increíble, nos olvidamos de respetarnos pues conformarnos en estas situaciones nos mantiene en nuestra zona de confort (ya sabes, en el famoso "más vale malo conocido que bueno por conocer"), evita que nos tengamos que enfrentar al rechazo, al miedo por quedarnos solos o perder a esa persona, a la incertidumbre del qué pasará después...
¿Para qué hacerse respetar?
Rompiendo con las relaciones y situaciones en las que nos sentimos mal o dañados logramos tener el control y evitar que los demás gobiernen nuestro comportamiento y, por ende, nuestra vida.
Es necesario recordar que estar sometido a un trato poco correcto puede llevarnos a la depresión o a cualquier otra patología relacionada con la salud mental y, sobretodo, a la pérdida de autoestima, la dependencia emocional, las adicciones, los trastornos alimenticios y a los problemas físicos relacionados con el estrés.
Todo este dolor emocional trasciende, va más allá del malestar... Generamos resentimiento y conductas que nos dirigen hacia el aislamiento. Todo por no saber poner límites, por no ponerlos o por no saber cómo establecerlos.
¿Habrás escuchado eso de que "ante el vicio de pedir está la virtud de no dar", verdad? Bien, el dicho no existe por casualidad... El entorno siempre nos va a demandar porque también nos han enseñado aquello de que "el que no llora no mama" y la verdad es que es bastante cómodo recurrir a ello así que el objetivo no debe ser cambiar a los demás sino reconocer que tú también tienes necesidades, establecer hasta dónde llegas y hasta dónde no (eso son límites) y hacerlos conocer, entender y respetar cuando sea necesario.
Eso sí, no creas que esto de establecer límites es algo grosero o violento, para nada... Marcar esa frontera no implica conflicto, más bien un tono de voz relajado y confiado en consonancia a un lenguaje corporal similar, con una buena elección de palabras y un uso racional de nuestra energía personal. Está claro que a veces estamos frente a personas o situaciones demasiado demandantes y debemos ser más eficaces pero ello no significa recurrir a la fuerza bruta de ningún tipo.
Cómo decimos algo es más importante que lo que decimos; así pues, cómo hacerse valer también es un punto de partida imprescindible.
¿Cómo hacerse respetar o hacerse valer?
Aunque no hay una poción mágica para lograrlo, existen algunas pautas que te van a ayudar:
- Evita relaciones que te hagan sentir menoscabado/a, desprotegido/a, dependiente, herido/a, incómodo/a, sacrificado/a... Para ello es importante que te escuches, que seas consciente de cómo te sientes, cuáles son tus necesidades y cómo te gustaría ser tratado. Con esto bien definido podrás distinguir qué situaciones te invaden o te dejan en segundo plano para poder decidir qué hacer en adelante.
- Deja de ceder a los chantajes emocionales: en una relación sana (de cualquier tipo) no existe la utilización, el control, la manipulación ni el propósito de dañar. Si estás frente a una persona que no te trata como debería lo mejor será que te alejes de la situación cambiando de postura, el tono de la voz, el grado de receptividad y apertura. Si no cedes el control no lo podrán tomar por ti.
- Diseña un mapa en el que puedas definir tus valores y prioridades: de esta forma será más fácil decidir en qué momentos es necesario poner límites. En este mapa tienes que incluir un listado de personas que te roban energía, tiempo y bienestar con el fin de tener "un plan de actuación" la próxima vez que te encuentres con ellas. Está claro que no todo el mundo se toma muy bien eso de que le paren los pies de modo que te recomiendo que contemples esa opción, que ensayes y que tengas un "plan B" para saber qué hacer o decir cuando te reclamen por haber puesto límites (saber qué hacer si se presenta ese imprevisto te quitará un buen peso de encima).
- Date permiso para conocerte y conocer a la otra persona: una discusión puntual que se ha salido del tono "normal" no convierte la situación en un mal trato. Hay que saber trazar la línea, encontrar el punto justo donde poner el límite en cada caso. Decide qué estás dispuesto/a a tolerar, hasta qué punto de incomodidad quieres o puedes resistir y qué precio vas a querer pagar.
- Ten en cuenta los antecedentes personales de la persona con la que no te sientes bien: observar si trata de igual forma a amigos, familiares, pareja y/o etc puede darte información importante. Esto te permitirá saber que lo estás haciendo bien... ¿Saber por qué? Es muy simple, la idea de poner límites no es cambiar a los demás, es ser capaces de comunicar de forma directa, asertiva y tranquila nuestros deseos o necesidades. Así pues, sabiendo cómo se comportan los demás y controlando cómo te compartas tú podrás liberarte de una responsabilidad que no te pertenece.
- No vivas para cambiar a la otra persona: ya lo has intentado y has tolerado demasiado, que la otra persona cambie no te corresponde. No obstante, ahora que te has dado cuenta de la situación sabes que la responsabilidad sobre qué suceda en tu vida sí recae sobre ti. No esperes a que todo se arregle y pide ayuda... Quizás un compañero de trabajo arrogante puede esperar a que te sientas más preparado/a para enfrentarte a poner límites pero te aseguro que "un matón" o ciertas amenazas no deberían esperar ni un segundo, hay que hacerse valer cuanto antes (por tu propia integridad, pidiendo ayuda a quien haga falta).
- Modifica tus pensamientos: convierte en mensajes de valor todos los pensamientos que tengas sobre ti mismo/a y que se relacionen con la falta de valía, la incapacidad por hacer o enfrentar algo... ¡Manda el sentimiento de culpa a la porra! Sé que puedes tener dudas, miedo, preocupación o etc pero lo cierto es que no tienes la culpa de que tu vecino sea un estúpido ni tampoco de haber tenido que tomar la decisión de decir "hasta aquí". Hacerse valer es algo natural y saludable, deja de creer que son malas personas aquellas que piensan primero en su bienestar y paran los pies a los que exigen por encima de sus derechos. Pensando primero en ti y cuidándote primero a ti es que conseguirás estar bien y sentirte de la mejor forma para lograr lo que te propongas y para dar lo mejor de ti a tu entorno.
- Valora cada pequeño paso que das: esto de hacerse respetar, igual que en tantas otras cosas, no suele ser algo que se consiga de hoy para mañana. Es necesario que decidas ponerte en marcha, que practiques una y otra vez hasta que domines la habilidad de poner límites sin sentirte abrumado/a (celebra cada pequeño logro que consigas, es el que te dirige a la actitud que desear tener).
¿Qué te impide poner límites y hacerte respetar?