Revista Opinión

Hacia el soberanismo

Publicado el 12 septiembre 2012 por Trinitro @trinitro

Hacia el soberanismo

La manifestación de ayer de la Diada ha sido un éxito, un éxito, además del que me alegro. A pesar de no haber asistido (soy de esos que terminó decidiendo si iba o no a última hora, comido por dudas existenciales de todo tipo), quería que la manifestación fuera un éxito. Un contrasentido, que me costará aclarar.

Yo me siento soberanista, creo que en Catalunya hemos de poder decidir de forma unilateral que tipo de estado queremos, como queremos organizarnos y que relaciones queremos tener con nuestros vecinos. Es la fase más clara de un federalismo más realista. Tal y como está demostrando los últimos años, el “pacto federalista” tal y como lo hemos intentado es imposible. El resto de España no nos verá nunca como un actor que negocia entre iguales, somos una región de España y punto, y por tanto la soberanía recae en el cuerpo social llamado “España” y no en dos cuerpos sociales “Catalunya” y “el resto del estado español” cada uno de estos cuerpos sociales con soberanías que negocian como se relacionan y organizan instituciones comunes.

Es un obstáculo, que hemos intentado soslayar vía acuerdos y negociaciones, esperando generosidad, y que ha llevado al parche de un estado de las autonomías simétrico y una carrera hacia delante buscando más y más competencias, generando, incluso, un problema de gestión y eficiencia del estado del bienestar en toda España.

Por tanto, creo que la única vía para un federalismo o para una independencia, o para lo que sea que los catalanes queramos, es asumir que la decisión parte primero de una postura consensuada unilateral y que esta ha de plantearse como unas líneas rojas que no queremos ceder, con la amenaza de que si esto no es así, nos autodeterminamos.

Es una postura que es extrema, pero nace de la experiencia, ya acumulada de pactos saltados a la torera, o peor aún de injerencias constitucionalistas que en lugar de garantizar derechos individuales lo que nos impone un modelo social que es peor que el tenemos. Y pongo por ejemplo la sentencia contra la normalización lingüística.

La normalización lingüística es un constructo institucional para intentar que dos comunidades lingüísticas con dos idiomas, uno de ellos claramente más fuerte que el otro, podamos convivir sin que el idioma sea un motivo de separación o barrera o una causa de conflicto. Y al parecer, comparado con otras comunidades donde hay varios idiomas, nos hemos salido bastante bien. Hemos evitado otros modelos, como el vasco, donde hay niños que asisten a escuelas (españolas y españolizantes) y otros a ikastolas (vascas y vasquizantes), donde hay una clara fractura entre los “autonomistas” y los “soberanistas” que lleva a dificultades claras para construir consensos políticos y sociales.

Hemos transformado una debilidad en una fortaleza cohesionando la sociedad. Pero al parecer la Constitución Española es incompatible con esta realidad y nuestro constructo institucional. Y es imposible convencer a millones de españoles que voten una modificación de la Constitución que haga que un ciudadano español que resida en Catalunya tenga la obligación de aprender catalán si quiere utilizar la educación pública o si quiere trabajar en la administración. Esta limitación hará que nuestro constructo institucional y social que ha permitido que no haya fracturas sociales graves o que la lengua sea motivo real de confrontación política y social, desaparezca o bien vea limitado su efecto.

Este es un ejemplo, tal vez el más notorio, de que el encaje no puede venir del pacto, sino de establecer una posición que nos autodetermine y que el cuerpo social que llamamos Catalunya (o sea los ciudadanos que vivimos en Catalunya, vengamos de donde vengamos) definamos que es lo que queremos y luego lo planteemos de forma unilateral, para poder, si tuviera que ser así, plantear al resto de España las condiciones en las que queremos (si es que queremos) formar parte de un estado llamado España o de lo contrario irnos con todo lo que ello significa.

Puede parecer una salida extrema para muchos, poco entendida fuera de Catalunya, pero es la salida que nos dejan. Esperar generosidad de las instituciones del estado y de los dirigentes políticos estatales es un absurdo. No tienen los incentivos para hacerlo, tanto electorales (el resto de ciudadanos del estado creen que la situación actual ya es buena y peor, comienza a haber más tendencia hacia una recentralización) como de interés político e incluso personal. Cabría de una generación política con un sentido de estado tan amplio que dejara a los grandes nombres como Lincoln, Churchill o Olof Palme al nivel de enanos políticos. Y esperar que se constituya una generación de genios y estadistas en las élites políticas es ser un utópico.

Aunque la opción soberanista es extremadamente complicada y llena de riesgos, el soberanismo opta por qué el cuerpo social llamado Catalunya decida su futuro sin consensuarlo o pactarlo con el resto de España, y esto comporta que puedan decidirse posturas más extremas como la independencia pura y dura, es la única que nos permitirá consensuar lo que queremos, y que al parecer nos da opciones más sabias y correctas que las impuestas a través de los acuerdos con el resto del estado (por ejemplo, la normalización lingüística).

No asistí a la manifestación porqué no soy independentista, considero que un modelo federal asimétrico es mejor que la independencia. Aún así, ya renuncio a conseguirlo por las vías institucionales que la Constitución nos permite, y por tanto considero que la forma de conseguirlo es a través de posicionamientos unilaterales, donde definimos que competencias queremos compartir y cuales las consideramos propias, definimos que los impuestos los recaudamos nosotros y cedemos una parte de solidaridad interterritorial que sea pactada y no impuesta para hacerlo homogéneos a la solidaridad interterritorial que hay en otros estados europeos, y planteamos un diálogo de igual a igual. Aunque un proceso de este tipo es más probable que lleve a un duro y difícil camino hacia la independencia, considero que le mantenimiento del status quo actual no deja de ser la prolongación de una tomadura de pelo y una injusticia aún mayor.

Lo divertido de todo esto es que las élites sociales catalanas (especialmente las élites económicas) no están muy por la labor (el interés general no ha de coincidir, a pesar de lo que creen los neoliberales, con el interés de la clase económica de más alto nivel) y la élite política, especialmente la de CiU, está bastante collada por los intereses de clase que representan. Por tanto no esperaremos que la manifestación de ayer vaya a provocar en Artur Mas nada más que incentivos para hacer gestos de cara a la galería. No nos engañemos, los verdaderos soberanistas no son los que se atribuyen desde el centro derecha catalán, la portavocía de Catalunya del catalanismo.

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