Los apaciguadores gestos de buena voluntad, sonrisas comprensivas y la lenta e indulgente justicia ante las exigencias de soberanía y de separación de España de los independentistas catalanes, invitan a que los imiten en otros territorios vecinos.
Comienzan a actuar como sosias miembros de la Generalidad valenciana y del Gobierno balear, a los que se les acaba de unir para asombro general el Gobierno de Aragón.
Su presidente socialista, Javier Lambán, acaba de expresar su deseo de obtener “una relación bilateral con España”, expresión con la que los actuales independentistas catalanes comenzaron en los 1980 a dar pequeños pasos para separarse del Estado.
Es claro: los gestos apaciguadores para quienes exigen soberanía y territorios superiores a los actuales generan virus contagiosos.
Ahora Lambán presenta a Aragón como un nuevo país al que el Estado debería tratar de igual. Lo que exigía entes la Generalidad catalana. Además, le pide al Estado 7.000 millones de euros por una supuesta y nueva “deuda histórica”.
Súmense las demandas de Compromís, partido valenciano aliado del presidente autonómico del PSOE y cercano al nacionalismo catalán, que también plantea que el Estado explota a esa Comunidad, aceleradamente catalanizada en la educación: los niños gritarán, “Espaya ens roba”.
Sumemos Baleares, también bajo el poder socialista y recibiendo como en Valencia y Aragón dinero de la Generalidad catalana para divulgar esa idea de que España roba y explota a los que hablan “dialectos del catalán”.
Debería recordarse cómo hace pocas décadas se construyó el victimismo nacionalista que llevó al poder al independentismo.
Es una zapa basada en el mito imperial del falangista valenciano Joan Fuster, que creó los “Països Cataláns” para los nuevos Almogávares.
Un imperialismo pancatalanista que soñaba expandiéndose por Francia, Córcega, Cerdeña, Sicilia y el sur de Italia: el Reino de Aragón suplantado por la República catalana, con Aragón como tributario.
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SALAS