Revista Opinión

Hacienda sois todos (menos yo)

Publicado el 22 julio 2010 por Kotinussa

HACIENDA SOIS TODOS (MENOS YO)Lo que tiene ser un intelectual famoso es que se te perdona todo. Y si no se te perdona y finalmente algún tribunal valiente te condena, se corre un tupido velo sobre el asunto, que queda muy feo que sea  tan evidente que hasta los que pretenden ser referente moral y marcarnos a todos el camino de la coherencia, la honestidad y la bonhomía son, al final, tan aprovechadillos como un iletrado cualquiera.

¿Alguien se enteró en abril de que la Audiencia Nacional había dictaminado que Saramago debía abonar a España nada menos que 717.651,78 euros por impuestos sobre rentas no declaradas? Pues no, no salió en ningún diario de tirada nacional. Porque después de aquello quedaba bastante descarado oir al eminente Nobel despotricar contra el capitalismo y demás.

Saramago había recurrido, aduciendo que declaraba todas sus rentas en Portugal, pero se negó repetidamente a facilitar a los tribunales esas declaraciones. También adujo que él en realidad no “vivía en España”, sino que más bien pasaba temporadas entre viaje y viaje, que había roto con el gobierno portugués pero no con Portugal, y que seguía teniendo vínculos personales, amiliares, culturales, políticos y económicos con aquel país.

Como se consideró probado que tenía su domicilio en España, poseía tarjeta de residente en España, estaba empadronado en el ayuntamiento canario de Tías y recibía ingresos de entidades españolas como el diario El País, la Fundación Duques de Soria, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) o la Complutense de Madrid, pues no hubo nada que hacer. Aunque pagara en Portugal, estaba también obligado a contribuir a la Hacienda española, porque seguro que no pagaba impuestos allí por las rentas que recibía de aquí y de las que nadie en Portugal se enteraba.

Al final fue un diario local canario quien levantó la liebre y ahora, varios meses después, la noticia ha saltado a nivel nacional. Eso sí, sale varios meses después, a ver si nadie se atreve a criticar por aquello de ser un difunto.

Pero hasta que se convirtió en difunto, ¡hay que ver qué vivales nos salió!

 


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