El periódico de referencia de la izquierda española desde la Transición acaba de titular con grandes caracteres que “Pueblos inundados por el franquismo afloran por la insólita sequía en Galicia”.
“Los pueblos ahogados por el franquismo recobran la vida los fines de semana con los vecinos que vuelven y los turistas que acuden a fotografiar la dramática estampa”, dice la bien escrita crónica, aunque inocente al creer que durante el franquismo sólo había represión y ningún progreso.
Así hacen bueno a Franco: casi todos los lectores enviaron comentarios que condensaba uno de ellos: “No hace falta ser franquista para sentir vergüenza ajena por estos titulares”.
Y añadía: ¿Veremos pronto un titular como “Grietas en los hospitales que creó el franquismo”?
Recordaba que aparte de los suyos hay embalses de la República y otros que acabó el franquismo bajo proyectos de ministros republicanos. Irónicamente sugería otro titular: “¿Quién desmanteló la Promoción Profesional Obrera del franquismo?”, que entrenaba gente para los puestos de trabajo con salidas laborales.
La obsesión por atribuirle todo lo malo a Franco comienza a provocar reacciones contrarias incluso entre izquierdistas, y a recordar aspectos positivos de su política social o de obras públicas.
No puede olvidarse el origen franquista de la actual Seguridad Social, o que pese a la sequía en parte de España queda agua –incluso electricidad medianamente asequible—gracias a los embalses de “Paquito el Pantanero”.
Sin embargo, no construyó el trasvase del Ebro-Cataluña-Valencia-Murcia-Almería, necesario tantas veces, proyecto del ministro socialista de la II República Indalecio Prieto, en democracia del también socialista José Borrell, y no sólo del “españolista antiecologista Aznar”, como acusan ahora.
Con esta obsesión de atribuirle todo lo malo, incluyendo los desastrosos resultados de la educación pública actual de la Junta de Andalucía, alaban a Franco: hace cuarenta años las “Escuelas Nacionales” daban mejor formación.
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SALAS