Es propio del cambio de estación el ponerse a organizar los armarios, la casa e incluso la mente, que en casos como el mío es de lo más caótica y precisa detenerse, de tanto en tanto, y hacer balance de lo que guarda por si puede librarse de algo. Recuento de bienes y una limpieza necesaria si no queremos convertirnos en meros acumuladores de trastos e información que nos lastran; purificarnos, en cierta manera.
Lo que me espera en las estanterías:
Al ponerme a inventariar libros y lecturas, se ha hecho más viva la conciencia de todo cuanto tengo por leer sin salir de casa. Parece mentira la cantidad de libros que se acumulan en las estanterías, que llegaron con la convicción de ser los primeros del harén y se han visto relegados a rincones menos transitados, aún vírgenes. Otros han ido llegando mientras tanto, muchos (me niego a pensar que demasiados, pese algún insidioso comentario que, estoy segura, se debe únicamente a los celos), y se han unido a los antiguos en sus requerimientos de atención. Mi corazón peligra, teniendo que repartirse tanto.
Piezas olvidadas y reencontradas son “Historia de dos jóvenes casadas” de Balzac, “Toda pasión apagada” de Vita Sackville-West y “La biblia envenenada” de Barbara Kingsolver, que en su momento saltaron a mi bolso para, después, camuflarse entre sus compañeros y ahora me toman por sorpresa.
Entre los llegados en este tiempo están: “El devorador de calabazas” de Penelope Mortimer, “Los jardines estatuarios” de Jacques Abeille, “Hermana Muerte” de Thomas Wolfe, “Las vírgenes sabias” de Leonard Woolf o “Tiempo de sembrar piedras” de Tim Powers. Tan distintos como atrayentes todos.
Balance de lecturas:
Si expresara el resultado de las lecturas de la última estación en términos matemáticos, las cifras oscilarían entre niveles cualitativos altos y más bien bajos en lo cuantitativo. Pero las matemáticas y yo no tenemos una relación muy estrecha, así que no entraré en materia. Baste decir que, aunque me estoy convirtiendo en lectora lenta a medida que pasa el tiempo, la suerte me está acompañando en mis elecciones y estoy disfrutando de casi todos los libros que leo. Pequeños placeres que se aprecian aún más en estos tiempos infames.
De las más satisfactorias entre las últimas lecturas, hoy (porque no todos los días tengo el mismo ánimo para elegir) me quedaría con “Jezabel” de Irène Némirovsky, “Felices los felices” de Yasmina Reza, “Lluvia” de Somerset Maugham o “Al faro” de Virginia Woolf. Quizá mañana escoja otros.
Objetivos fijados:
En cuanto a los compromisos, podría llevarlos mejor pero todavía tengo tiempo de cumplir deudas pendientes.
Del reto ESCRITORAS ÚNICAS propuesto por Ana Blasfuemia, Marilú Cuentalibros y Meg Cazaestrellas, he sumado dos lecturas, con sus correspondientes notas de cata: “Moderato cantabile” de Marguerite Duras y “Jezabel” de Irène Némirovsky, ambas autoras de la lista de Marilú. A “Jezabel”, además, le hinqué el diente con una reseña más amplia.
En el reto SERENDIPIA RECOMIENDA de Mónica-Serendipia… ¡oh, cielos! Me pongo a hacer repaso y me doy cuenta ¡de que no dejé constancia de los libros elegidos! ¿Me perdonarás, Mónica? Le pongo remedio en un pis-pas, te lo aseguro.
También tengo pendiente el reto FINALES FELICES de Seri, en El borde de la realidad, pero al menos tengo escogida la lectura (relectura, en realidad, porque va a ser Oscar Wilde) y pronto caerá.
Aunque el HOMENAJE A ROTH de Rustis y Mustis se me borró extrañamente de la cabeza, gracias a su recordatorio me he puesto con “El animal moribundo” de inmediato y para fin de mes habrá reseña.
Para terminar:
Gracias a las nuevas visitas que habéis decidido quedaros por aquí. Encantada de recibiros y no os cortéis en pedir lo que os apetezca; tengo dulce y salado, bebidas calientes y frías. ¿Qué preferís?
Está claro que de vez en cuando hay que ordenarse la cabeza… o, al menos, intentarlo.
Y, por ahí, ¿qué tal lleváis la temporada?