Revista Diario

Haciendo la guerra a nuestros propios hijos

Por Sandra @sandraferrerv
Haciendo la guerra a nuestros propios hijosPor desgracia, nadie se sorprende ya del mundo agresivo en el que vivimos. Al contrario. Parece ser que cualquier atisbo de buena fe, cariño, amor, comprensión, es sinónimo de debilidad, ñoñez y me guardo palabras más mal sonantes.
El ser humano tiene la suerte de poder vivir una etapa en su vida en la que, al menos en la teoría, puede sentirse ajeno a las tribulaciones del mundo de los adultos. Pero no. Parece ser también que nos empeñamos en que nuestros hijos no sólo crezcan demasiado rápido sino que además tienen que empezar a aprender desde que aun no tienen uso de razón lo que significa la sumisión y la ley del más fuerte.
Voy a intentar explicarme. En alguna que otra ocasión he tenido que oirme críticas a mi manera de cuidar, querer, educar a mis hijos por el mero y simple hecho de respetar algunas de sus decisiones. No me considero una madre precisamente alejada de las rutinas y las normas, al contrario, pero no hay que llegar a puntos que rallen el desquicie de los pequeños y por extensión de los adultos.
¿Por qué cada vez que un niño consigue lo que quiere, se sale con la suya, ha ganado, ha tomado el pelo a su madre / padre y como consecuencia directa se va convertir en un tirano? Ya sé por qué. Porque si no se convierte en un tirano, se convertirá en un ser sumiso. Ahí está la respuesta.
Al final, en este mundo parece que todo se reduce a vencedores y vencidos. A usar un lenguaje belicista al que, por desgracia, estamos de lo más habituados.
Pues no. Me niego a ello en rotundo. Cuando mis hijos consiguen lo que quieren no me han tomado el pelo, han visto que en la vida existe la posibilidad de ser feliz. Que se puede conseguir un objetivo sin que por ello hayan machado a su pobre y sufrida madre o padre.
Mi hijo de 4 años, cuando consigue lo que quiere sabe que es porque aquello era posible, porque en la vida también se puede tener éxito sin necesidad de fastidiar al prójimo. Los niños han de entender y saber gestionar lo que es la frustración, claro que sí, pero también es necesario que experimenten la satisfacción de conseguir, aunque sólo sea a veces, lo que quieren.
No veamos la educación de nuestros hijos en términos de tiranía / sumisión o de vencedores / vencidos. Veamos la educación de nuestros hijos como un diálogo amable entre un adulto que quiere a su pequeño y que le está enseñando lo que es el respeto. El respeto a la voluntad de su madre que también le ha enseñado que sabe respetar la voluntad de su hijo.
Cuando mi hijo me pide caramelos cada día, evidentemente no le dejo enceporrarse de azúcar a su libre albedrío para que no se sienta frustrado. Pero tampoco le niego el acceso a alguna que otra chuchería el fin de semana a la vez que le explico, porque con 4 años hay cosas que ya puede entender, que todo se debe comer en su justa medida. Y oye, mi hijo no es superdotado, pero lo entiende. Unas veces con más aceptación que otras pero lo termina entendiendo.

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