Tenemos un coraje tremendo por no haber fotografiado esta moldura tal y como la encontramos; en una cuba, encima de los restos de un derribo de alguna vivienda del vecindario. En medio de aquellos ladrillos y azulejos rotos, el pequeño adorno de madera refulgía como el más preciado tesoro, al menos para nosotras...
La primera intervención que le hicimos fue con la segueta, cortando esos trozos que sobresalían en los extremos y que, en su día, le sirvieron para estar unida, suponemos, al respaldo de una silla...
La segunda, con la pintura; directamente blanco a la tiza.
Han sido muchas las molduras de madera que han pasado por nuestras manos, por eso no entendemos cómo alguien pudo tirar ésta a la basura... Pero, a lo que íbamos: lo que más nos gusta de redecorarlas es la parte de la lija, pues, en estos elementos, se convierte en un lijado creativo. Ver cómo la pintura se va desprendiendo para dejar paso a la madera, mientras la pieza va cobrando volumen y belleza... ¡es realmente satisfactorio!
Y después, cera, mucha cera para proteger, nutrir y conseguir ese acabado satinado que tanto favorece.
¿Qué os parece? Nos gustaría enseñársela a su antiguo dueño para que chinchara de envidia (¡qué malas somos, por favor...)
Otra cosa que nos priva es descontextualizar... Decorar con elementos que, en principio, parecen poco propios para, por ejemplo, la cocina o el baño...Por eso nos hemos llevado la moldura a la cocina...,
..., para hacer pandilla con las ménsulas.
Y tan buenas migas que han hecho, ¿no os parece?
¡FELIZ FIN DE SEMANA, AMIGOS!