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Hagazussa, cuando el mal no tiene prisa

Publicado el 15 octubre 2017 por Patrick Bateman @CinefiliasO
Hagazussa, cuando el mal no tiene prisa


Después de dirigir varios cortometrajes y un par de mediometrajes, Lukas Feigelfeld aterriza en las pantallas del Festival de Sitges en esta 50ª edición con Hagazussa, su debut en el mundo del largometraje. Hagazussa es una propuesta bastante extrema. Y no precisamente por sus altas cuotas de violencia explícita, que es lo que la gran mayoría de veces demanda el público aficionado al terror y el fantástico. Su maldad viene por otras sendas, a priori, menos llamativas para el espectador.
En el siglo XV, Albrun vive en los Alpes cuidando de un rebaño de cabras desde que murió su madre, veinte años atrás. Un día, se da cuenta de que hay una presencia siniestra acechando en lo profundo del bosque, y el miedo hará que su realidad empiece a adquirir progresivamente los contornos de una pesadilla.

Hagazussa, cuando el mal no tiene prisa


La película del director austriaco, es una película que al terminar te deja agotado y posiblemente no sea del gusto de la gran mayoría. Por eso digo que es una propuesta extrema, su encanto no reside en el entretenimiento argumental, precisamente. Es una propuesta extremadamente lenta y pausada, que incluso un servidor, sufrió los altibajos con los que la película pone a prueba al espectador.

Su encanto reside en toda su parte visual y el tratamiento que hace del mal. Siempre asomando etéreo desde un rincón. Si hay algo que me 'molestó' en The Witch de Robert Eggers -aunque me gustó- es que acaba enseñando más de lo necesario. Hagazussa es todo lo contrario. La presencia maligna, aun estando más latente, es tan intangible desde el punto visual, que llega a inquietar más al espectador. Esto convierte a Hagazussa en una película muy siniestra y oscura.

Hagazussa, cuando el mal no tiene prisa


Argumentalmente hablando entiendo que Hagazussa acaba con la paciencia del espectador, no es una historia pensada especialmente para entretener. Plagada de metáforas visuales y planos eternos, nos sumergen de la mano junto a su protagonista en un áspero y poco amigable ejercicio cinematográfico, pero de gran calado visual que ensalza la brujería hasta su estado más primitivo, rural, ancestral y plagado de temores.

El ambiente que se crea en la película, es asfixiante y opresivo. En este ámbito, gran 'culpa' la tiene la banda sonora compuesta por MMMD. Un soundtrack, de corte ampliamente oscuro y tremendamente ambiental pero muy carismática. Una banda sonora que me encantó como se fusiona con las imágenes y oscurece más al conjunto, si cabe. Así pues, que cómo película oscura y siniestra, Hagazussa -para mí- gana por goleada a The Witch, film que en cierta manera no vamos a poder evitar dejar de comparar. Sin embargo, se distancian completamente en los resultados y sensaciones transmitidas.

Hagazussa, cuando el mal no tiene prisa


Conforme salí de la proyección, salí cansado y maravillado. Al instante se me ocurrió una definición perfecta para el film de Feigelfeld y de Eggers. Si en lugar de películas, fuesen un álbumes de música, The Witch sería el equivalente a escuchar el 7800° Fahrenheit de Bon Jovi, mientras que Hagazussa sería el análogo al Dauði Baldrs de Burzum.
Desde luego que Hagazussa es una propuesta anticomercial de todas todas, que expone sus mejores cartas en la propia 'suciedad' de las imágenes y animadversión total por el bien. Su intensa y oscura puesta en escena, es tan atractiva como grotesca. Una película de brujería con demasiados simbolismos satánicos que, como ya he dicho, agotan al espectador. A pesar de todo, tengo ganas de revisionarla.

Hagazussa, cuando el mal no tiene prisa

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