Ayer buscando certámenes de poesía descubrí un formato de escritura que termino por fascinarme: el Haiku.
Este tipo de poesía nace en Japón allá por el siglo VIII y consiste en un poema corto de dieciséis sílabas separadas en tres versos. En el primer y ultimo verso se usan líneas de cinco sílabas mientras las siete sílabas restantes se ocupan en el segundo verso.
La duración de los versos se miden en mora. Las moras son unidades que miden el peso de las sílabas, es decir, la duración de los segmentos fonológico que constituyen una sílaba.
El Haiku esta ligado al budismo y al zen. Es una expresión filosófica y se basa originariamente la emoción que produce en el poeta la contemplación de la naturaleza.
No fue hasta el siglo VXII que el monje budista Matsuo Basho popularizó el Haiku en Japón vinculandolo directamente con el zen.
El Haiku describe los fenómenos naturales, los cambios de estaciones y la vida cotidiana de las personas. Su estilo es natural y sencillo aunque no resulta para nada simple visto que la profundidad de la obra redactada en no mas de diecisiete sílabas en sus tres versos hace que el estilo genere una sensación de libertad y eternidad literaria. Tal es así que los adentrados en el tema describen la poesía del Haiku como ” una mera nada, pero inolvidablemente significativa “.
Los poetas que practican el Haiku se denominan Haijin o Haikista. El ya mencionado Matsuo Basho es uno de los más importantes por ser quien popularice la disciplina que hasta el momento era utilizado por los monjes para la meditación y el equilibrio espiritual.
Otra de las características del Haiku es la carencia de rimas y la aparente inestabilidad del concepto que hace que uno disfrute del poema como quien degusta un vino dejándose primero invadir por el aroma.
En Argentina fue Jorge Luis Borges quien compuso, para mi gusto, las obras más lindas en el terreno Haiku.
Aquí alguno de ellos:
Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.
La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.
Callan las cuerdas.
La música sabía
lo que yo siento.
Desde aquel día
no he movido las piezas
en el tablero.
El hombre ha muerto.
La barba no lo sabe.
Crecen las uñas.
Ésta es la mano
que alguna vez tocaba
tu cabellera.
Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe
que te consuela.
La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.
Descubri este formato poético de casualidad y me ha dejado una grata sensación.
Para aquellos que aún no conozcan el Haiku los invito a desarrollar la práctica de esta escritura que es tan maravillosa y verdaderamente saludable para el alma como todas las formas de escritura.
Por último quería compartirle una serie de poemas Haiku de mi autoria e invitar a quien desee dejar algúnos versos en los comentarios.
Así las aves
Le enseñaron a volar
Torpe cazador
Llueven almendros
Desde nuestros nogales
Cáscara
Tu voz susurra
Arroyo en saliva
Peces, lagrimal
Desconocida
Habita en la noche mía
Muchacha de sol