Revista Sociedad
Hoy, 12 de enero de 2012, se cumplen dos años del terremoto de Haiti que dejó 316.000 cadáveres, 350.000 heridos y 1.500.000 personas sin hogar, sin comida. A dos años de aquel trágico suceso más de 600.000 personas siguen viviendo en carpas, distribuidas en más de 800 campamentos.
La reconstrucción del país es mucho más lenta de lo que debiera, no sólo porque han recibido un tercio de la ayuda internacional prometida, sino porque, según ha denunciado Intermón Oxfam, el hacinamiento y las precarias condiciones de vida han dado lugar a un considerable aumento de la violencia.
La violencia sexual contra mujeres y niñas se ha expandido masivamente en los campamentos. Las víctimas se ven obligadas, además, a permanecer en el mismo lugar en que fueron atacadas, al tener la condición de "desplazados", y por tanto sufrir encima el estigma, el rechazo y la burla trás las violaciones. Una situación realmente insostenible en que además los agresores gozan de total impunidad.
El acceso a los alimentos en estos campamentos, según un informe publicado por Acción contra el Hambre, es muy difícil y ello obliga a las madres a ejercer la prostitución para poder alimentar a sus hijos.
Según esta organización, se ha extendido el llamado "transactional sex": sexo a cambio de alimentos o artículos de primera necesidad. Los hombres no tienen dinero para contratar a una protituta pero usan los alimentos que las diferentes organizaciones les entregan para intercambiarlos por sexo. Incluso, algunos agentes designados por algunas organizaciones humanitarias para que les ayuden a distribuir la comida, se aprovechan de su privilegio y exigen sexo a cambio de los cupones.
Una situación explosiva de violencia y abuso sexual, que ha generado además un estado de terror en todas aquellas víctimas que se encuentran en la más pura indefensión. El 65% de las mujeres violadas son menores de edad.
Después de dos años del terromoto y de los brotes de cólera que azotaron a la población posteriormente, pareciera que los haitianos han sido abandonados a su suerte. Una mezcla de olvido, insolidaridad e intereses económicos hacen que la vida en Haití sea un infierno inacabable.