Como todos los años ( y ya van cerca de siete u ocho) este fin de semana me toca impartir mis clases en el Máster de Cooperación Internacional de la Universidad de Santiago. Hace un año por estas fechas comentaba que era la primera vez que me tocaba dar las clases en medio de un desastre y no de un desatre cualquiera: el Terremoto de Haiti, lo que supone el mayor operativo humanitario hasta el momento. Y hoy un año más tarde, el 13 de enero estoy preparando mi intervención y por desgracia basándome de nuevo en Haiti.
La razón es simple, si el pasado año Haiti me sirvió para ejemplificar un operativo de emergencia y la mayor afectación que tienen los desastres en las comunidades más vulnerables. Este año tenemos en Haiti un ejemplo del fracaso de la ayuda internacional.
Como sucede en todas las emergencias, las consecuencias del terremoto sirven para remover conciencias y para obtener unas extraordinarias recaudaciones. Lo negativo es que también sirven para remover la conciencia de los estados desarrollados y para organizar conferencias internacionales que prometen cientos de miles de millones de dólares en ayuda internacional. El resultado, pasado un año de la tragedia es que solamente ha llegado un 10% de la ayuda comprometida por los países donantes para la reconstrucción de Haiti. El resultado, pasado un año es que todavía más de un millón y medio de personas siguen viviendo en tiendas y bajo plásticos. El resultado, pasado un año es que según Save the Children unos 500.000 niños continúan viviendo en campamentos y en asentamientos marginales, carentes de protección y bajo amenazas de explotación y maltrato. El resultado, pasado un año es que el estado haitiano no libera terrenos para la construcción de nuevos asentamientos y como dice Ayuda en Acción: “Las organizaciones tienen el dinero y la voluntad para reconstruir los hogares de los haitianos. Pero hasta que el Gobierno no libere la tierra que se necesita, tendremos que invertir el dinero recaudado en reemplazar las tiendas de campaña y adoptar otras medidas destinadas a ayudar a la gente que está hacinada”. El resultado, pasado un año es que Haiti está sin desescombrarse lo que no dificulta, sino que impide las tareas de reconstrucción. El resultado, pasado un año es que no no se están llevando a cabo ni las necesarias mejoras en agua y saneamiento, ni en infraestructuras sanitarias, como ejemplo el reciente brote de cólera que afecta a miles de haitianos/as.
En resumen y como indica Intermon-Oxfam en su reciente informe De la emergencia la reconstrucción: apoyar el buen gobierno de Haití tras el terremoto’ el “retraso” de los planes de reconstrucción se deben a la “indecisión del gobierno de Haití”, la “descoordinación de los países donantes” y la “falta de operatividad de la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití”.
Pero durante este año hubo una persona que día a día nos recordó que no nos olvidásemos de Haiti: Forges. En todas sus viñetas un pequeño bocadillo contenía este mensaje. Nosotros no nos olvidamos, los haitianos tampoco, hace falta que los que disponen de los resortes del poder, no se olviden.
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