De país considerado fallido por la comunidad internacional, en todas sus facetas implícitas a su propio defenestrado recorrido camino de un voluntarioso destierro, por existir de antemano una desconfianza de recuperación y una afirmación negativa y generalizada sobre la presunción de que Haití nunca saldrá de su paradigmático estado zombi y de socorro por la necesidad que agudiza cualquier clase de recurso, digo y abogo en mi libertad de opinión y criterio profesional, como analista geopolítico que soy, asuntos que observo con deseos impertérritos de añadir las soluciones sin contemplaciones que me pide la imaginación , y no sin cierto estupor, que no puede haber razón abyecta para impedir una acción al más puro estilo "pentecostés" de hombres libres, despiertos, sagaces y de buena voluntad para con su pueblo, que bien pudieran liderar una revolución sobre las inmediatas soluciones a aplicar en las trascendencias evolutivas de los errores diseccionados sociales que impiden resurgir y seguidamente corregir, adheridos a una raza que sin orgullo lo tiene, que así hay que llamarla, de una ciudadanía que habla criollo, francés y un español macarrónico, insensible a derramar lágrimas y a no preocuparse de lo que sucederá mañana, una postura de intransigencia ante su destino, que suele acarrear muchas horas en las que dormidos cierran su mente para no dejarse arrastrar por las vicisitudes que les deparará el día siguiente, lo que demuestra un nodo de grillete virtual entre la realidad y la mente en estado lamentable de hibernación caribeña y ensoñación pasajera, algo que se entendería en una fatalidad admitida por un tradicional vudú que todavía reina y que no se ha desprendido de las cadenas de una esclavitud aceptada por las circunstancias que con fatalidad se repiten, y la más pura necesidad de continuar viviendo sea como sea, lo que les hace fuertes, aparentemente insensibles y a la vez inocentes, desprotegidos de todos los males que les sucedan y de una falta total de confianza en si mismos para juntos abordar y emprender un proyecto conciliador para consolidar un país llamado al fracaso si no reacciona, que buena falta le hace aun teniendo constitución, himno y bandera.
Muchos haitianos se ciñen a una premisa, salir de la crisis interna, ya que la espiritual es manipulada constantemente por una serie de falsos predicadores que hablan, alzan sus manos al cielo, cantan y piden a no se sabe bien que dios rezar que les ayuden y les protejan, toda vez que esperan el diezmo de sus rogatorias, sin recalcar la necesidad de cumplir con las obligaciones locales y sugerencias administrativas para así permanecer legales en territorios que les acogen transitoriamente, para trabajar dentro de un régimen de correspondencia entre la oferta y la demanda y nunca destinada a formar guetos de hacinamiento en los que suelen instalarse por pura necesidad, que dista mucho de la vuelta de donde partieron y no cumplir los requisitos ordenados por las leyes, lo que a la postre trae consigo un rechazo de aceptación, sin tener en cuenta con el recapitular en el enorme sacrificio voluntarioso que hacen los empleadores, por citar los ejemplos de las vecinas islas francófonas, Estados Unidos, Brasil, Argentina, Chile, Panamá, Costa Rica, Francia, las Bahamas, haciendo una mención muy especial al comportamiento de la República Dominicana, cuando permite en su caso una cierta permisividad con los visitantes que muchos no serán de paso y que rondan los 2 millones y pico de ciudadanos, que en condiciones precarias tienen la oportunidad de trabajar ya sea en el campo y en la construcción, lo que muchas veces ha sido aprovechado por entidades inversoras extranjeras para conseguir una mano de obra económica que escandalizaría a uno de sus santos varones del salvaje capitalismo, lo que redunda sin duda en la competitividad en el sector turístico, sin poder así evitar el asentamiento sin pausa de núcleos de pobreza provenientes de familias ya reunidas haitianas, a los que difícilmente llegarán los visitantes ocasionales a contemplar con sarcasmo que no todo es sol, palmeras, playas y ron, para mayor visión dantesca de una realidad insoslayable y traumática.
Qué hacer con Haití y sus 12 millones de habitantes si todos estuvieran presentes, dado que uno de cada seis vive y se gana la vida como puede fuera de su espacio natural que suma los 27.750 km2, la respuesta es complicada pero no exenta de soluciones si no se resuelve una desmedida tasa de fertilidad que asciende al nacimiento de 5 niñ@s por mujer, estableciéndose una tasa de crecimiento anual poblacional del casi el 2%, y una recuperación de una sanidad inexistente y creciente en la que se debaten más de 300.000 personas infectadas de VIH/SIDA y otras enfermedades menos degenerativas pero si alarmantes, provocando una mortalidad infantil de 78,1 por cada 1000 nacimientos vivos.
Algo más del 52% es analfabeto, lo que demuestra que desde su llegada a la isla La Hispaniola en el siglo XVIII con un contingente de 20.000 esclavos que a golpe de látigo los traían de África para construir un poderoso bastión para la nueva colonia francesa, catalizando durante ese siglo la nula enseñanza incluso para los mandos afines de color de confianza, permitiéndose una procreación que se enmarcaba con satisfacción en producir cuanta mayor mano de obra mejor, llegando al siglo XIX al medio millón de haitianos.Otra cuestión es que Haití se ha convertido actualmente en el reino de los cielos de los desalmados, en donde campan a sus anchas las bandas armadas que se reparten ciudades y grandes poblaciones a golpe de Kalashnikov y machete, lo que haría bien en admitirse por parte de algún país vecino el estudio del problema, la preparación, apoyo y un plan estratégico conjunto de intervención rápida, por parte de una milicia integrada por jóvenes haitianos para ir dando patadas a diestro y siniestro de botarates y criminales para ir cubriendo la tierra de las sepulturas de aquellos que han sembrado muertes y desgracias, creando zonas de exclusión que bien limpias darían oportunidad para que el resto de una ordenación reivindicativa de un programa social, empezase a tomar forma y ponerse en práctica cuanto antes, como es la sanidad, educación y cultura, formación profesional, además de un decálogo de buenas prácticas e intenciones para que la economía volviese a resurgir con auge y prometedoras aspiraciones, haciendo una especial mención a un turismo con distinciones a los que se viven en Cancún o Punta Cana, por citar dos puntos de interés conocidos y equidistantes.
La agricultura, la ganadería, las reformas urbanas, modernización de estructuras institucionales y educativas, la potenciación dinámica de zonas francas de producción especializada a todo lo largo de la frontera con República Dominicana, crearían un fondo esperanzador de riqueza, que aunque modesta en principio sería suficiente para tapar el gran agujero doméstico que erosiona el hambre, logrando poner fin a esa filtración humana constante que invade otro país, para en definitiva comerse sus sobras en condiciones miserables.
Otro aspecto importante es la enseñanza desde el uso de la razón de las nuevas generaciones por entender el significado del respeto y el rechazo absoluto al abandono y la promiscuidad, el conseguir sin importar edad ni condición saber leer y escribir, además de ser conscientes que traer hijos al mundo, tantos o más como los dedos de las manos se tengan, no es sinónimo de tranquilidad en previsión de años duros o cuando la vejez asome e impidan trabajar, ya que a esas alturas de la seguridad que obligatoriamente le será otorgada a la persona para afrontar lo inexorable por haber cumplido con su parte de obligaciones impositivas por contribuciones justificables, serán fruto de una mejora por prestaciones mancomunadas por los mismos derechos que se impondrán socialmente y dentro de una legislación consensuada, en la que participarán entes de influencia laboral, sindicatos competitivos, gobiernos progresistas elegidos en las urnas con recomendaciones expresas de hacerlo y jamás admitiendo promesas insatisfechas de personajes y organismos corruptos que deberán ser llevados sin remisión a la Justicia, que jugará un papel determinante en el futuro de un Haití justo.
Todo será más fácil en un Haití con oportunidades si se siguen al hilo de lo posible a hombres reflexivos de la talla de Marc - Aurel Bonne Anné, un político que hace un proselitismo claro y contundente de igualdad para todos, que no tiene reparos en afirmar que ahora ha llegado el momento de respirar libertad y unirla en pequeños comités de trabajo, que después se encontrarán y participarán democráticamente en un inicio de actividades destinadas a impedir más sangre inocente, miseria y descontento en las calles, más avances y menos retrocesos, incumplimientos de quienes autorizados desacreditan y mienten a una juventud que no puede quedar rezagada, mientras otros insatisfechos y violentos se contentan con humillarla.
Mucho menos debe consentirse que los saboteadores de un país que aspira a levantarse y protegerse, puedan llegar a considerar que el destino tenga un recorrido invisible y unas huellas manchadas de incapacidad para expresar su malestar, algo que deberá impedirse arrojando el grito desgarrador al canasto de una suciedad inaceptable, lo que debe lavarse con prontitud y perseverancia sin falta y con la máxima atención, educación y elegancia que sirva para llevar puesta la insignia que honre la leyenda de que Haití existe, vive y vivirá, mientras existan hombres y mujeres con agallas y no cobardes que se amilanan, cuando siguen sembrando y cosechando el desprecio de quienes ignorantes, siguen atentando contra la desgracia y provecho que sacan los impostores de ayudas ilusionadas, que únicamente quedan en silencios rotos que otros organismos internacionales aprovechan para hablar falsamente de los necesitados y los más vulnerables que cada día, según sus comentarios de guateque son más intolerantes, caprichosos y exigentes, cuando la verdad adolece de pruebas concluyentes y admitidas, que determinan abandonos de proyectos que siempre han sido inexistentes para paliar una ayuda a un Haití con hambruna, desesperación y réplicas constantes del caos virulento que se padece, y lo mas grave sin implicaciones personales de los responsables que tienen el deber de investigar lo que mucho se ha prometido y poco se ha recibido.
O el pueblo haitiano sale de cuentas y nace, aunque sea demacrado y con poco aliento, con la esperanza de no olvidar su genética de batallador y su férreo carácter, por afianzar la colaboración de quienes con su país quieren establecer una vía de comercio y rentabilidades, sin perder un ápice de reciprocidad administrativa.. o en su ocaso, el ejemplo de la moralidad enmascarada a expensas de un engaño tras otro será un pasaje a citar en el reino de los cielos infernales, considerándose un fracaso o nada más que el triste esfuerzo que hacemos algunos, presintiendo que nos volcamos una y otra vez en una utopía sin sentido para ser nuevamente explicitada.