Revista Medio Ambiente
En un acantilado costero del occidente asturiano, dos pollos ya emplumados de Halcón peregrino (Falco peregrinus) están a punto de abandonar el nido. Hace ya 30 días que nacieron y en todo ese tiempo han sido alimentados regularmente por sus padres con palomas y otras aves. Desde hace unos cuantos días, la hembra ya no se encarga de cebarlos y los dos adultos les dejan las presas en el nido para que las coman por si solos. Dentro de unos días los padres empezarán a llamarlos desde las rocas cercanas para animarlos a dar su primer vuelo.
Una vez que abandonen el nido seguirán bajo el cuidado de sus padres durante un par de meses mas. Durante ese tiempo les enseñarán a cazar y cuando hayan completado el entrenamiento y sepan valerse por si solos los abandonarán a su suerte. Al igual que ocurre con la mayoría de las aves, durante esos primeros meses de independencia la mortalidad será muy elevada.
Pero aparte de esa mortalidad natural, muchos halcones peregrinos mueren a manos de colombófilos que los acusan de diezmar sus palomares. Sólo hace falta hacer una busqueda en internet para darse cuenta de como algunas de estas personas se jaztan de matar halcones e incluso dan consejos de como atraparlos. Pero además, muchos de estos halcones son robados de sus nidos para emplearlos en cetrería. Por supuesto, ambas prácticas están prohibidas y perseguidas por la ley, ya que los halcones, al igual que todas las aves rapaces están estrictamente protegidas por nuestra legislación. La multa por matar o capturar un halcón ilegalmente puede alcanzar los 18.000 euros.