Entreabro un poco los ojos, y veo que una enorme claridad invade mi habitación compartida. Me apresuro a ver la hora, pues seguramente debo empezar a prepararme para mi segundo día de trabajo o, si somos rigurosos, mi primer día.
¡Son las cinco y media de la mañana! ¿Cómo es posible! Pronto me voy dando cuenta que son muchas más cosas las que cambian de las que pensaba.
Una vez ya he descansado y desayunado, y salgo por la puerta de la residencia con cierta falta de destreza, emprendo la ruta que acababa de improvisar por Google y que llevaba anotada en un pequeño cuaderno azul. Dirijo una rápida mirada hacia el cielo despejado y observo que el clima no ha cambiado tanto como esperaba: si fuera por esto, diría que sigo en España.
Cruzo la calle, al tiempo que oigo sonar unos cuantos cláxones. “Aquí tampoco se cruzan las calles como en España”, me dije al tiempo que me invadía la placentera sensación de estar aprendiendo algo nuevo. Y es cierto. Aquí el peatón es mucho menos prioritario que en todas las zonas en las que he estado: si no hay paso de peatones (que brillan por su ausencia) debes esperar hasta que ningún coche aceche por el horizonte para cruzar por los cruces habituales londinenses. Esta actividad resulta graciosa, pues las personas extranjeras ya han naturalizado su comportamiento para el sentido contrario, y una vez llegan a Inglaterra, sus actos reflejos son los contrarios a los que deben ser; lo cual no deja de ser peligroso.
Conducción a parte, mientras voy camino al trabajo, descubro muchísimas cosas más. La mayoría de los parques son de propiedad privada, lo que a uno ya le hace presagiar el tipo de sistema económico que rige por estas tierras. La calle está repleta de carteles que te indican la cantidad a pagar si realizas tal o cual comportamiento inadecuado. Todas las casas tienen en su portal un recién impreso ejemplar del Financial Times, lo cual también indica el grado de cultura económica del lugar. ¡Y las calles están impolutas! ¿Pero cómo es posible tanta limpieza! ¿Pero si no hay papeleras! A pesar de que puedo alcanzar a ver bolsas de basura en la calle en frente de cada vivienda…
Llego a mi destino que, como veis, no ha sido muy largo: Imperial College, una de las mejores universidades del mundo, y donde se supone que realizaré la mayor parte de mis prácticas.