Revista Cine
La noche más terrorífica y escalofriante de todo el año ya está aquí. Seguramente tienes preparado tu disfraz de fantasma, calabaza o brujita (sí, definitivamente éste es el más favorecedor) y has realizado entretenidos planes para que no te falte la diversión. Pero estoy completamente segura (vamos, que me apuesto ese iPhone que no tengo) de que sigue habiendo muchas cosas de esta festividad que ignoras por completo.
Ya hemos dicho en varias ocasiones, que es ésta una celebración de origen celta, que recibía el nombre de Samain. Era una celebración pagana que correspondía con el Año Nuevo Celta. Así, la noche del 31 de octubre, se abrían las puertas del inframundo permitiendo a las almas de los muertos, "alternar en sociedad" con los vivos. ¡Un tanto macábrico esto de Halloween!
Era una costumbre muy extendida entre los antiguos celtas, adaptar sus ropajes y aspecto corporal para parecerse lo máximo posible a estas almas en pena. Podemos pensar que hacían esto con el fin de hacer que los espíritus se sintiesen como en su casa. Pero lo cierto es que, verlos sí, pero sólo un poquito. Además de "disfrazarse" de no vivos, adoptaban otras costumbres con el fin de que sus ancestros no se sintiesen demasiado cómodos y no decidiesen no regresar al inframundo.
Algunas de aquellas costumbres milenarias han sobrevivido y todavía hay quienes las practican hoy en día. Así, si quieres asegurarte de que tu tatarabuela pase a darte las buenas noches, no olvides poner sobre la mesa ese plato que tanto le gustaba. ¡Eso sí! Para que regrese por donde ha venido, traza un círculo de sal alrededor de aquel plato.