Uno de los síntomas de este embarazo está siendo el hambre voraz que padezco casi desde el principio. Y cuando digo hambre voraz me refiero a esa situación de descontrol en la que no puedes parar de comer porque el cuerpo está todo el día pidiendo y no precisamente cosas saludables ni ligeras.
Apetito en el primer y segundo embarazo
Creo que merece la pena echar la vista atrás y recuperar cómo me sentía en anteriores embarazos, porque observo una clara progresión de este síntoma embarazo tras embarazo.
Cuando estaba embarazada de Mayor no tenía hambre. Desde luego, fue el peor embarazo de los tres, tanto en lo físico como en lo psicológico, así que no descarto que esto influyera. Cuando estás verdaderamente mal no tienes ganas de nada.
Además de tener poco apetito y estar desganada en general, tenía auténtico pánico a comer algo que pudiera dañar al bebé así que me reduje tanto los alimentos que consideraba peligrosos que me quedaban cuatro cosas que pudiera comer, ninguna de las cuales me apetecía demasiado.
Fue el embarazo en el que menos engordé, aunque esto quizá pueda deberse también a otros factores, como la edad. Si no recuerdo mal, fueron unos 7 kilos.
En el segundo embarazo sí tuve más hambre. ¿Influyó que estuviera más relajada? Seguramente. Mi segundo embarazo ha sido el mejor de los tres. Tuve los achaques normales de cualquier gestación, más o menos llevaderos, y de ánimo estuve mucho mejor. Además me mantuve activa hasta el final del embarazo, que creo que es algo que influye bastante en el control del hambre. Sí, tuve más ganas de comer que las normales pero cuando realmente empecé a tener un gran apetito fue al iniciar la lactancia.
En ese embarazo engordé más que en el primero, creo recordar que unos 8-9 kilos, seguramente porque no me privé de esos alimentos de invierno que tan calóricos resultan como churros, porras, polvorones y demás…
¿Cuándo empezó el hambre en este tercer embarazo?
Casi diría que desde el primer día. Es más, creo que fue un síntoma silencioso, que sólo asocié al embarazo cuando ya supe que estaba embarazada (al borde de cumplir los dos meses de gestación).
A pesar de haber estado muy revuelta durante el primer trimestre, y con unos jamacucos de estómago casi todas las noches que me dejaban para el arrastre, mi cuerpo me pedía comer y comer. Pero no cualquier cosa, no. Me pedía comer arroz, pasta, gratinados con mucha bechamel y mucho queso, patatas en todas sus formas, pan, cosas con bien de salsa…
Es cierto que de tanta hambre que tengo he tenido muchos antojos, de los cuales no todos han sido insanos. Por ejemplo, en los primeros meses tenía obsesión por las piñas, no sé cuántas me pude llegar a comer. También por las mandarinas cuando empezó la temporada, ahora mismo estoy en 2-3 kilos semanales que caen como si fueran pipas.
Pero para ser sincera, lo que más me pide el cuerpo es todo aquello que yo había desterrado de mi alimentación y por lo que tan contenta estaba. ¿He sucumbido? Sí, lamentablemente sí. A pesar de que yo tomaba muy poco azúcar, he vuelto a consumir. He vuelto al chocolate, he vuelto a las galletas, a las patatas fritas de bolsa, a la coca-cola (zero zero, pero refresco en definitiva)… No me veo capaz de contenerme.
Mi alimentación en esta tercera gestación
Afortunadamente creo que la base de mi alimentación sigue siendo buena.
De hecho, he incrementado mi consumo de legumbres, pues ahora me apetecen más que nunca porque me ayudan a combatir el frío (que no logro sacarme del cuerpo desde noviembre) y me sacian mucho más que otros platos. Además, yo ya consumía muy poca carne, y en el embarazo prácticamente no la pruebo ya que cuando la como me gusta muy poco hecha y eso es arriesgado. Las legumbres me ayudan a mantener el nivel de proteínas que necesito.
¿Qué suelo comer a lo largo de una semana? Os pongo algunos ejemplos: lentejas con verduras, marmitako de salmón, lentejas con calamares (reciente descubrimiento, están buenísimas), potaje de garbanzos y bacalao, guiso de alubias con espinacas, garbanzos con espinacas, menestra con huevo duro y caldo de pollo (en plan plato de cuchara), calabacines o berenjenas rellenas… Raro es el día que no como legumbres y, como véis, las comidas centrales del día no están mal.
También suelo sustituir la pasta normal por la integral. Me parece que llena más, tiene más sabor y no me disgusta. Pero claro, gratinarla con bien de bechamel y queso, muy recomendable no creo que sea.
El problema fundamental, en cualquier caso, es que entre medias estoy comiendo cosas que no debo. El picoteo y los alimentos insanos se han adueñado de mi. Si me vierais comer patatas fritas de bolsa me veríais como el monstruo de las galletas. Un descontrol total.
¿Cuánto he engordado en este tercer embarazo?
Estando ya bien entrada en los ocho meses, en torno a 9-10 kilos.
La cuestión es que es un engorde con matices porque:
- Creo que no he cambiado de talla, ni siquiera me veo la tripa más grande que en otros embarazos, así que no sé muy bien dónde están esos kilos. Aunque uso pantalones de embarazada, llevo todo el embarazo tirando con mis camisetas y sudaderas más o menos bien. Es ahora al final cuando ya me empieza a faltar tela. Obviamente estoy más rellena de brazos, piernas y culo, pero si me hubiera inflado mucho está claro que no cabría en mi ropa desde hace meses.
- Este es el embarazo del que he partido de un peso y una talla menor. Pesaba 48 kilos escasos y usaba una talla 32 (bueno, mis pantalones de embarazo son talla 34 según la etiqueta – H&M – porque encontrar mi talla original en ropa premamá ha sido imposible). Ojo porque hay gente que se rasga las vestiduras cuando hablamos de estas tallas que algunos consideran pequeñísimas, pero que conste que no hablamos en absoluto de delgadez extrema, sino simplemente de mujeres de complexión pequeña. De hecho, mi IMC era de 18.5, es decir, un peso normal.
- Hay que considerar que llevo más de dos meses haciendo reposo. Relativo, pero reposo. Mi gasto energético está por los suelos y mi ingesta calórica ha subido.
Combatir el hambre en el embarazo
Me encantaría tener la clave para ponerle freno a este hambre voraz, pero por desgracia no la tengo. Mi cuerpo pide y yo no tengo voluntad para detenerlo.
Un consejo que suelo leer habitualmente a los nutricionistas es que cuando tienes hambre te des unos minutos para averiguar si realmente es hambre o es hambre emocional. En mi caso es hambre pura y dura, porque si en ese momento me pusieras un plato de verdura también me lo comería. Obviamente si me pones un plato bien calórico me va a apetecer más, pero un plato de judías verdes con patatas también me vale.
Pequeños consejos para que no se me vaya de las manos:
- Intentar desterrar esos alimentos insanos de mi casa. Es complicado porque los demás no colaboran, pero obviamente no se come lo que no se tiene, así que el verdadero peligro es tener en casa patatas, galletas, chocolatinas y demás.
- Optar por los mismos alimentos en su versión más sana. Por ejemplo, los frutos secos procuro comprarlos al natural porque por mucho que me apetezca su versión con miel y sal, no me convienen.
- Intentar comer fruta en lugar de otras cosas. Complicadísimo también ya que cuando me entra el ataque de hambre, mi cuerpo no para hasta que le meto lo que me está pidiendo. A mi no me funciona comerme tres mandarinas, porque después sigo con hambre hasta que consigue lo que quiere.
¿Me preocupa? Pues sí, en mi escala de preocupaciones ocupa un lugar destacado:
- En primer lugar, por salud, es obvio. Además de tener claro que la nutrición durante el embarazo es importante, no pierdo de vista lo feliz que yo estaba comiendo bien… No echaba de menos para nada esos alimentos y soy plenamente consciente de lo que enganchan y de lo difícil que me será dejarlos después
- Habiendo pasado por dos embarazos, conozco mi cuerpo y soy muy consciente de que los kilos que coja que no sean estrictamente del bebé+bolsa+líquido+placenta me va a costar mucho perderlos.
- Si todo sucede como en anteriores ocasiones, durante la lactancia tendré este mismo hambre o más, con el añadido de que podré comer muchos alimentos que estoy echando muchísimo de menos. Sumemos también el sueño y el cansancio… Mis papeletas de comer aún peor y engordar durante la lactancia son altas.
- El tema del peso realmente es secundario. Es más, es una cosa que viene dada. Quiero decir que cuando comes sano, la pérdida de peso viene sola, sin que le tengas que prestar atención. Lo mejor de todo es que cuando te alimentas bien, te encuentras mucho mejor tanto física como emocionalmente… Y cuando has experimentado ese bienestar, perderlo da una rabia tremenda. Siento que voy a tener que volver a empezar y no sé si tendré voluntad para ello.
Alimentación durante el embarazo: la opinión de una nutricionista experta
La alimentación durante el embarazo está repleta de mitos, que no ayudan en nada.
Por ejemplo, nos preguntamos:
– ¿Hay una causa real detrás de tanta hambre? ¿Es un aviso del cuerpo de que necesita ingerir más calorías o un determinado grupo de alimentos?
– Parece que poco a poco vamos desterrando el mito de comer por dos pero cuando el cuerpo pide tan fuertemente un determinado antojo, ¿hay una causa física? Porque muchas veces, en las comeduras de tarro que se tienen durante el embarazo, una se pregunta si esa compulsión tan grande, pongamos, hacia las magdalenas, no será porque el cuerpo es sabio y pide lo que necesita.
– ¿También hay un componente emocional, aunque no lo parezca? ¿Es hormonal quizá?
Para resolver todas estas dudas he tenido el placer de hablar con Iria Quintáns, madre de una niña que, en sus propias palabras, me da las mayores lecciones de mi vida y aporta toda la luz que necesito. Iria es Dietista-Nutricionista especializada en la alimentación y nutrición en diferentes etapas de la vida: preconcepción, embarazo, lactancia materna y alimentación infantil.
Os recomiendo su página web y redes sociales (FB: @iriaquintans IG: @nutrienfamilia) para seguirle la pista.
Pues bien, tras plantearle muchas de estas dudas, esto es lo que nos comenta como experta en el tema:
Cuando nos quedamos embarazadas, se pone en marcha toda una serie de mecanismos en respuesta a la nueva vida que se está formando. El crecimiento de nuestro bebé se acelera sobre todo a partir del segundo trimestre. Y ante este rápido desarrollo la energía que necesitamos consumir es mayor, al igual que determinados nutrientes.
¿Pero cuánta energía de más necesitamos? Aproximadamente unas 300 kcal a partir del segundo trimestre. Lo que viene a aportar una unidad pequeña de una patata o de una manzana.
¿Es esto comer por dos? No. En todo caso se trata de comer pensando en los dos.
¿Hay una explicación para tanta hambre? Durante el embarazo produce una resistencia a la leptina, una hormona que nos dice: ey, no comas más ¡ya estás llena! Éste y otros cambios están destinados en parte a crear una reserva energética y de algunos nutrientes, para el embarazo y la lactancia materna.
Pero más allá de un factor fisiológico, también puede verse propiciado por la idea de que en el embarazo lo normal es tener antojos y que no cumplirlos, cuentan, puede afectar al bebé.
Los mitos con respecto a los antojos no están demostrado, pero lo que sí muestran los estudios es que los 1000 primeros días de vida del bebé, ya desde que está en nuestro vientre, son importantes para su salud futura. Los mecanismos que se ponen en marcha para garantizar su supervivencia, dejan huella y guardan relación con su salud en años posteriores. Esto es una verdad verdadera.
Algunas teorías apuntan a que las mujeres que experimentan aversiones a ciertos alimentos, tienen más probabilidades de desear alimentos que satisfagan necesidades nutricionales similares a las que pueden proporcionar los alimentos que rechazan. Como una especie de compensación.
Y estemos embarazadas o no, lo cierto es que hay determinados aditivos como el glutamato monosódico o los azúcares añadidos que aumentarán nuestro apetito y disminuyen nuestra sensación de sentirnos llenos. Y ya habíamos comentado que algunas hormonas ya ayudaban a que esto fuese así… ¿Y qué alimentos los contienen? Pues aquellos que están muy procesados.
Los cambios hormonales pueden alterar nuestra sensación de sentirnos saciadas y los alimentos que solemos escoger, también. Pero no solo eso, hay más factores que pueden influir. Un peor descanso nos puede llevar a peores elecciones alimentarias y todos sabemos que el insomnio es habitual en el embarazo.
Y, por otro lado, nuestras emociones tanto negativas como positivas, pueden afectar a nuestro comportamiento alimentario. Por su composición, esos productos, activan rutas en las que intervienen hormonas de la felicidad. Así que acabamos eligiendo X alimento porque nos hará sentir de X manera. Pero esta asociación se aprende mucho antes del embarazo; ya desde bien pequeños forman parte de premios, recompensa…
Por tanto, el embarazo nos ofrece la oportunidad de conectar con nuestro bebé también a través de la alimentación, pero hemos de tener en cuenta que son varios los factores que pueden influir en nuestras elecciones. Un buen descanso, tener alimentos saludables a mano de forma habitual, el control del estrés y tratar de entender nuestras emociones, así como poder expresarlas, puede ser útil.
Como mamá de niños muy delgados, que nacieron pequeñitos, he querido preguntar a Iria por la creencia de que una mamá con una alimentación cuya base sea la fruta o la verdura (o que directamente sea vegetariana o vegana), está mal-alimentando a su bebé porque no ingiere las calorías suficientes… Que la fruta y la verdura son aire y no alimentan. Parece ser que hay quien opina que si quieres tener un bebé grande, tienes que comer alimentos contundentes, que engorden.
¿Hay alguna relación entre las calorías que ingiere la madre y el peso con el que finalmente nazca el bebé? Dicho de otro modo, ¿una mujer que sigue una dieta saludable, comiendo alimentos de calidad y probablemente tomando pocas calorías diarias tiene más posibilidades de tener un bebé de bajo peso? O, al revés, una mamá que ingiere muchas calorías diarias, probablemente porque consume muchos alimentos poco saludables, ¿tiene más posibilidades de tener un bebé grande?
A continuación podéis leer la respuesta de Iria Quintáns sobre este planteamiento:
Un aumento excesivo de peso en el embarazo aumenta el riesgo de preeclampsia, función tiroidea alterada, diabetes gestacional y parto por cesárea. A veces incluso no es necesario que llegue a producirse hiperglucemia en la madre embarazada para que sí exista hiperinsulinemia fetal, que es lo que puede dar lugar a un tamaño mayor al que correspondería para su edad gestacional y esto puede aumentar el riesgo de obesidad en un futuro.
En el caso contrario, si hay un estado de desnutrición y/o pérdida de peso, puede dar lugar a un crecimiento intrauterino retardado y a un bebé con un peso pequeño para su edad gestacional.
Hay unas recomendaciones por parte del Institute of Medicine de ganancia de peso recomendado. Es orientativo. Se debe hacer una valoración global.
Cualquier tipo de alimentación debería estar basada en alimentos de origen vegetal. Esa debería ser la base. Porque esos alimentos están asociados con mayores beneficios para la salud. Verduras principalmente, seguido de frutas. Pero también tenemos las legumbres o tubérculos, muy interesantes desde el punto de vista nutricional e incluso cultural, que hemos ido dejando mucho de lado…cereales integrales o que hayan pasado un proceso de larga fermentación como el pan hecho con masa madre. Y si realizamos una alimentación no vegetariana, alimentos de origen animal, pero siempre manteniendo un equilibrio nutricional y teniendo en cuenta la sostenibilidad.
El problema es que como no es tan sencillo realizar estudios con embarazadas. El tipo de estudios presentan varias limitaciones, con lo que no podemos afirmar tajantemente ciertas asociaciones (esta dieta produce esta consencuencia; más bien, pueden mostrar una asociación pero no podemos saber si un factor es el causante del otro).
Lo mejor sería valorar cada caso en concreto y ante las circunstancias que se presenten, dar recomendaciones personalizadas. Una pena que los D-N no estemos en la sanidad pública…
Espero que os haya resultado de utilidad la aportación de Iria Quintáns, a mi me ha encantado poder colaborar con ella.
Ahora contadme vosotras, ¿sufristeis un hambre voraz durante el embarazo? ¿Qué hicisteis para no dejaros poseer?
Foto | Why pregnant women shouldn’t eat for two
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