Revista Opinión

Hamlet, El Quijote, El proceso, Joseph K, Garzón, Elpidio José Silva, Neymar y Messi (I)

Publicado el 20 junio 2013 por Romanas
Hamlet, El Quijote, El proceso, Joseph K, Garzón, Elpidio José Silva, Neymar y Messi (I)  Anarquismo, nihilismo, escepticismo, positivismo, objetivismo, realismo.  Estamos, todos, inmersos en la más sangrienta de las batallas que, además, es absolutamente decisiva y no sólo no participamos en ella sino que ni siquiera la percibimos.  Franz Kafka, junto con Shakespeare y Cervantes, que conocieron como nadie la puta naturaleza humana, dedicaron todas sus puñeteras vidas a intentar describírnosla pero su intento fue una especie de gratuito “divertimento” porque ellos, en su afán de artistas, se preocuparon, y mucho, de acentuar, de sobreponer lo artístico sobre lo real, olvidando, u obviando, la suprema advertencia de ese poeta menor, junto a ellos, que fue Jaime Gil de Biedma, el primo de la cólera de Dios, cuando, enfermo mortal de sida, nos dijo aquello de “ojo, que la vida va en serio”.  Y tan en serio, coño. Junto a lo que le está ocurriendo a Elpidio José Silva y lo que le sucedió a Garzón, El proceso de Kafka, el Hamlet de Shakespeare y el Quijote de Cervantes no son más que eso, unos jodidos “divertimentos”, escritos por unos puñeteros “dilettantes”, que se aburrían mortalmente porque no tenían otra cosa mejor que hacer.  Porque escribir unos folios sobre la angustia que experimentaba un tío que se sentía objeto de un proceso judicial, del que no sólo ignoraba su naturaleza sino también el motivo y el tribunal ante el que se tramitaba, es realmente un juego de niños si se compara con la realísima angustia de unos hombres que son, o fueron, objeto de un proceso real, concreto, mortal, que les están tramitando, o tramitaron ya, no unos seres absolutamente desconocidos, por un motivo más desconocido aún, sino sus propios compañeros de profesión, cuyas artes y procedimientos ellos conocen mejor que nadie porque los han practicado ellos también durante toda su jodida vida profesional, o sea, coño, que ellos saben, o sabían, que la cosa iba en serio, tan en serio que se estaban jugando su propia y puñetera vida.  Junto a la angustia real de un tío que sabe que lo que está en juego es su jodida, su puñetera vida, el sueño, la pesadilla de un ingente poeta no es más que eso, poesía, un juego que si no es de niños, casi.  De pronto, una mañana, Garzón se halló con que una serie de familiares de las víctimas de Fanco le llenaron las mesas de su juzgado de querellas contra ni más ni menos que el franquismo, siendo éste la base piramidal de la justicia que él mismo, Garzón, ejercía, practicaba.  No, desgraciadamente, no era un mal sueño, lo que se dice una pesadilla, sino el hecho más concreto y real que pueda producirse, ser juez de instrucción en España y que una serie de personas absolutamente desamparadas que no encuentran los restos de sus padres, hijos o hermanos, se planten ante ti y te digan: “eh, juez, deja  ya de ocuparte de cosas menores y coge de una puñetera vez el que es sin duda el proceso más importante de España, en el que lo que se va a juzgar no es si fulanito le debe a menganito tantas pesetas, sino qué es y cómo es el sistema político que nos gobierna”.  Decía yo ayer que Garzón y Elpidio están locos y me equivocaba radicalmente. Lo que ocurría, cuando ellos se decidieron a intentar cumplir con una obligación que justificaría para siempre sus propias vidas ante ellos mismos, es que estos dos hombres se encontraron en la más jodida de todas sus encrucijadas y no tuvieron más "güevos" que decirse “o me doy de baja como ser humano o cumplo con una obligación que yo asumí un día voluntariamente y por la que llevo cobrando y muy bien un montón de años”.  La mayor parte de los asquerosos seres humanos que poblamos este inmundo charco hubiera dictado un auto en el que se dijera ese jodido “no ha lugar” y se hubiera ido al bar de la esquina a tomarse unas cañas.  Pero estos 2 sujetos no son de esa condición. ¿Dignidad profesional, amor propio, soberbia? Sí, efectivamente, un poco, o un mucho, de todo ello, el caso es, o fue, que dictaron aquel jodido auto admitiendo a trámite la o las querellas.  Y así comenzó su calvario. En España los molinos del franquismo no son tales sino auténticos gigantes que, además, son invencibles no sólo porque juegan siempre en su propio campo, sino porque además todos ellos son árbitros y jugadores al mismo tiempo, o sea que es absolutamente imposible ganar.  Y ellos dos, los muy jodidos, lo sabían mejor que nadie porque ambos participaban, todos los canallescos días de su vida en la dichosa trama.  Por eso su conducta, además de suicida, es heroica, no poética, porque no hay poesía donde anidan todos los bajos instintos del alma humana sino que constituye una de las cimas de la literatura dramática.  Lo dos sabían, saben, que iban, que van a morir pero no podían, no pueden, hacer otra cosa. No se trata del destino de Tántalo, ni de Sísifo, sino el todavía más jodido aún de Prometeo, saber que están haciendo todo lo posible por liberar a los hombres de la peor de sus esclavitudes, la jurídica, y que todo su ingente y desesperado trabajo no sólo va a ser completamente inútil sino, además, contraproducente, porque cuando ellos concluyan su tarea, el ciudadano, el hombre, todavía estará más encadenado aún a su jodida roca.  Y, sin embargo, lo tenían, lo tienen, que hacer y lo hicieron y lo hacen, sabiendo como sabían, como saben, que su destino es el más triste del mundo, no sólo la derrota en una batalla que nunca podrían ganar, sino que el oprobio y la deshonra, todo lo formal que se quiera, pero deshonra, al fin, les acompañarán para siempre, ya que, a partir de ahora, sus vidas serán las de unos fantasmas sobre cuya existencia real se dudará siempre.

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