Revista Cultura y Ocio

Hamnet - Maggie O'Farrell

Publicado el 19 mayo 2021 por Elpajaroverde

REFERENCIA HISTÓRICA

En la década de 1580, una pareja que vivía en Henley Street (Stratford) tuvo tres hijos: Susanna y Hamnet y Judith, que eran gemelos.
Hamnet, el niño, murió en 1596 a los once años.
Cuatro años más tarde su padre escribió una obra de teatro titulada Hamlet.

Ya se ha ido, ya está muerto

muerto ya, señora mía.

Verde hierba a su cabeza,

a su pie una piedra fría.

Hamlet, Acto IV, escena V

Hamnet y Hamlet son en realidad dos formas perfectamente intercambiables de un mismo nombre, según consta en los anales de Stratford de finales del siglo XVI y principios del XVII.

STEVEN GREENBLATT, "The death of Hamnet and the making of Hamlet", New York Review of Books, 21 de octubre de 2004.

Despúes, Maggie O'Farrell, como aclaración y puntualización, nos cuenta que Agnes en realidad se llama Anna, pero que su padre, Richard Hathaway, la nombró como Agnes en su testamento y es en respuesta a ese nombre como ella decide resucitarla. Nos comenta que no se sabe si Joan fue madre de Agnes o madrastra, tal y como ella nos la presenta. Nos informa de que tampoco se conoce si la familia que formó William Shakespeare vivía en la misma casa que sus padres o si, por el contrario, habitaban una propiedad adyacente, la misma en la que ella decide instalarlos. Asimismo, confiesa que aún se sigue ignorando la causa de la muerte del pequeño Hamnet, a pesar de que en su novela queda muy clara la causa que ella le imagina.

Entre el antes y después supongo que debería escribir: Hamnet, tal es el título de esta novela de Maggie O'Farrell. Entre el antes y el después solo atino a pensar: Agnes. Dejaría un gran espacio en blanco, escribiría en el centro Agnes y con ello habría escrito la mejor reseña que de esta novela se pueda escribir. O rellenaría todo ese espacio con Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes y sé que los que la hayáis leído, y por tanto conocido a la Agnes de Maggie O'Farrell, poco o nada más tendríais que añadir. Los que no, supongo que necesitaríais que escribiera algo más. Tengo la impresión, sin embargo, de que todo lo que pudiera agregar sería superfluo. A ello voy, no obstante.

Hamnet - Maggie O'Farrell

Conozco primero a Hamnet. "Toda vida tiene un núcleo, un eje, un epicentro del que todo sale y al que todo vuelve". "¿Cómo iban a saber", antes de su muerte, "que Hamnet era el alfiler que las mantenía unidas, que sin él se iban a derrumbar, a partirse en trocitos como una taza al estrellarse en el suelo?" Podríamos pensar que la muerte de Hamnet es ese eje en torno al cual se queda girando la vida de Agnes. El epicentro, sin embargo, del que todo sale y entra es la ausencia, la impotencia, la carencia de omnipresencia y omnipotencia. Ella, que todo lo sabe y ve, no vio y no supo.

"Ella, como todas las madres, siempre lanza pensamientos hacia sus hijos como si lanzara cañas de pescar al agua, piensa en dónde están, en lo que estarán haciendo, en cómo se encuentran. Cuando está sentada junto al fuego, tiene la costumbre de repasar mentalmente el paradero de cada uno: Judith, arriba; Susanna, al lado. ¿Y Hamnet? Su parte inconsciente lanza la caña una y otra vez, no entiende que no piquen, no entiende la respuesta: ha muerto, se ha ido. ¿Y Hamnet?, pregunta la cabeza otra vez. ¿En la escuela, jugando, en el río? ¿Y Hamnet? ¿Y Hamnet? ¿Dónde está?"

En aquellos tiempos perder algún hijo, esa pérdida insondable que hoy consideramos antinatura, era algo habitual: un bebé que nace muerto, si es que no era la madre la que fallecía durante el parto; un infante que muere a los pocos días o en los primeros años de vida. Por muy habitual que fuera, nadie se acostumbra a ese dolor; nadie está preparado para recibirlo. O tal vez sí: en cualquier lugar del mundo, en cualquier época, una madre sabe (también un padre) que "lo que se nos da se nos puede quitar en cualquier momento. La crueldad y la devastación nos aguardan a la vuelta de cualquier esquina, dentro de un arcón, detrás de una puerta: saltan sobre una en cualquier momento como un ladrón o un bandido. La cuestión es no bajar nunca la guarda. No creer nunca que se está a salvo. No dar nunca por hecho que el corazón de tus hijos late, que tus hijos beben leche, que respiran, que andan y hablan, sonríen, discuten y juegan. No olvidar ni un momento que pueden desaparecer, que te los pueden robar en un abrir y cerrar de ojos, que se los pueden llevar como leves vilanos".

Entre el corazón de Hamnet que late y el que deja de latir; entre el Hamnet que respira, anda, habla, ríe y juega y el que deja de respirar, andar, hablar, reír y jugar; entre la primera y la segunda de las dos partes que componen esta novela; entre la Agnes que piensa que sabe y ve y la que ni vio ni supo (yo sí veo, yo sí sé, por eso lo vivo como una cuenta atrás, porque conozco lo que va a pasar, pero ellas no, lo recordarán luego, como si pudieran haberlo evitado si se hubiesen fijado en los detalles, en las señales, en esos detalles y señales con los que Maggie O'Farrell nos pega y nos lleva por esta novela, a los que yo me pego y por los que me dejo llevar y es por ello por lo que para mí no hay distinción entre primera y segunda parte, por lo que para mí todo es la misma irreversibilidad y el mismo dolor), entre lo uno y lo otro, digo, nuevamente unos versos de Hamlet, que ya sabemos que es nombre equivalente a Hamnet.

Hamlet, Acto V, escena III

Se piensa que Shakespeare escribió Hamlet inspirado por la muerte de su hijo Hamnet. Así lo da por supuesto O'Farrell y así nos regala un padre que escribe una obra de teatro para devolver a su hijo a la vida, para ponerse él en su lugar, para burlar la muerte como antes la burló Hamnet, como la hubiera burlado Agnes quizás de haber sabido y visto: "Date la vuelta", le hubiera dicho a la muerte como le dijo Hamnet. "Cierra los ojos. Solo un momento".

No se menciona el nombre de Shakespeare ni una sola vez en esta novela. Supongo que porque aquí no es el gran dramaturgo, ese estandarte no solo de la literatura inglesa sino de la literatura universal. Aquí es hombre, apenas un muchacho al principio, es marido, es padre, es hijo y hermano. La mención del ilustre nombre opacaría todo esto.

Agnes, que ve y sabe, ve en él "algo de gran alcance: de eso estaba segura; con muchas capas y estratos, como un paisaje. Vio espacios y vacíos, partes densas, cuevas subterráneas, elevaciones y depresiones. No le dio tiempo a entender la totalidad de aquello: era demasiado grande y complejo. Escapaba a su comprensión casi por completo. Sabía que había más de lo que podía asimilar, que era más grande que los dos juntos. Y también notó la sensación de una atadura que lo retenía; había un nudo en alguna parte, un vínculo que había que soltar o romper para que él pudiera habitar ese paisaje por completo, para que pudiera dominarlo".

Agnes, por su parte, crece "con la sensación de hacerlo todo mal, de estar fuera de lugar, de ser muy oscura, muy alta, muy ingobernable, muy testaruda, muy callada, muy extraña. Crece sabiendo que solamente la toleran, que es irritante, inútil, que no merece cariño, que tendrá que cambiar sustancialmente, someterse por completo si pretende casarse. Crece también con el recuerdo de lo que era ser querida por lo que se es, no por lo que se debería ser". Cuando lo conoce a él, recobra esa sensación de sentirse querida por lo que es. Él le dirá que la eligió "porque ves el mundo de una forma distinta". Ella le dirá a él que, "de todas las personas que conocía, eras tú la que tenía más cosas escondidas dentro".

Ella, que ve y que sabe, ve y sabe que él tiene que sacar esas cosas que lleva dentro para poder ser feliz. Ella ama tanto que lo libera de la atadura para que pueda habitar ese paisaje que ve en él. Ella le dirá: "Has ido a ese sitio y ahora es más real para ti que cualquier otro. Nada puede alejarte de ahí. Ni siquiera la muerte de tu propio hijo". Y es que él también ama y mucho, pero ese amor no es suficiente para él. Y a él también le duele la muerte de Hamnet y mucho, pero Agnes y su marido viven su dolor cada uno a su manera.

"Se quedan así, juntos, unidos, un momento, y ella nota la atracción que siempre siente y siempre ha sentido, como si una cuerda invisible le rodeara el corazón y lo uniera al de él. Nuestro hijo estaba hecho de una parte suya y otra mía, piensa. Lo hicieron juntos; lo enterraron juntos. El hijo nunca volverá. Una parte de su ser quiera devanar el tiempo, recogerse en él como el hilo. Quisiera dar marcha atrás a la rueca, deshacer la madeja de la muerte de Hamnet, su niñez, su infancia, su nacimiento, hasta el momento en que su marido y ella se unieron en esa cama para dar vida a los gemelos. Quisiera desdevanarlo todo, devolverlo todo al estado de vellón crudo, encontrar el camino de regreso a aquel momento y ponerse de pie, elevar el rostro hacia las estrellas, hacia el cielo y la luna, y pedirles que cambiaran lo que quiera que aguardara a su hijo, rogarles que por favor por favor dispusieran otra cosa para él. Haría lo que fuera por conseguirlo, renunciaría a lo que el cielo quisiera a cambio".

Hay más personajes en esta novela. Todos me gustan, incluso los que me caen mal. Todos, con mayor o menor protagonismo, aparecen en su justa medida y, con esa justa medida, nos muestran sus claroscuros y apuntalan la diversidad de sentimientos que se dan en esta novela.

Están la madrastra de Agnes, su hermano (ay, Bartholomew), sus hermanastros. Están el padre de él, la madre (otro gran personaje), los hermanos. Están Susanna, la hija mayor, y Judith: "¿Cómo se dice, pregunta Judith a su madre, cuando una persona tenía un gemelo y ya no lo tiene?"Pero, por encima de todos ellos, está Agnes, que ve y que sabe pero que ni vio ni supo; Agnes anclada en esa pregunta que es el núcleo de su vida: "¿Y Hamnet? ¿Dónde está?" Agnes que ya es, y no quiere ser otra cosa que, una eterna respuesta:

"Mire donde mire: Hamnet".

Y es por esto por lo que yo, que he visto y sabido con Agnes, que he visto y sabido lo que ella ni supo ni vio, que he sentido su dolor, asistido a su incredulidad y negación ante el hijo frío y desvalido, que la he acompañado en su "coser la sábana, hacer el sudario. Es un marinero cosiendo una vela, disponiendo el barco que se va a llevar a su hijo al mundo siguiente", es por esto, repito, por lo que yo, que he visto esta novela a través de sus ojos, yo, aunque mire donde mire: Agnes, si Agnes mire donde mire: Hamnet, concedo entonces que el título de esta novela no ha de ser otro sino Hamnet. Pero, eso sí, las 350 páginas que suceden a ese título, lo que va entre el antes y el después, porque Maggie O'Farrell así lo ha querido, para mí han sido, son y serán Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes Agnes...

Traductora: Concha Cardeñosa

Editorial: Libros del Asteroide

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