Tras un breve inciso sigo relatando las crónicas de mis vacaciones en China en Agosto. La primera parte del viaje transcurrió al sur de China, en la región de Guangxi, donde mis amigos y yo visitamos el conjunto escénico incomparable de los paisajes de karts de Guilin, las terrazas de arroz de Longsheng, el río Li a su paso por Xing Ping y los alrededores de Yanghsuo. La segunda parte del viaje nos llevó al este de China, primero a Hangzhou y a continuación a Shanghai.
Hangzhou se sale un poco del itinerario turístico típico de China pero tenía yo ganas de visitar esta ciudad porque varias personas me habían hablado bien de ella. Todas las guías de viajes coinciden al señalar que es una de las ciudades más bellas de toda China y el mismo Marco Polo afirmó que era “la ciudad más suntuosa y elegante del mundo” cuando pasó por allí en el s. XIII. Una ciudad con mucha historia sin duda; fue fundada 2200 años atrás y pertenece a la lista de las 7 capitales históricas de China. Fue la capital de la dinastía Song del sur entre los años 1127 - 1276 y en aquella época llegó a ser la ciudad más poblada del mundo.
Además de haber jugado un papel importante en la historia de China, si por algo destaca Hangzhou es por sus paisajes y su extraordinario patrimonio cultural. En el centro de la ciudad se encuentra el Lago del Oeste, alrededor del cual descansan numerosos pabellones y pagodas, edificios históricos y preciosos jardines. Quisimos dedicar el primer día de nuestra estancia en Hangzhou a pasear tranquilamente por la orilla de este lago e ir visitando los principales puntos de interés.
Empezando por el extremo sudeste del lago está el monte Wu, sobre el que se sitúa la Pagoda Chenghuang. Fue lo primero que visitamos.
No es que se trate de un edificio de gran importancia pero al estar situado sobre una colina nos permitiría obtener una buena perspectiva del centro de la ciudad y de la magnitud del lago para poder así planificar mejor la visita.
Desde la séptima y última planta disfrutamos de una estupenda vista de pájaro de la ciudad.
También desde ahí arriba pudimos comprobar que Hangzhou está rodeado de montañas. Parte de la belleza que exhibe se debe a que convive en perfecta armonía con la naturaleza y el color verde predomina por encima del resto, en contraste con otras ciudades chinas en las que estado que siempre me han parecido de un color muy gris.
El Lago del Oeste se veía más grande de lo que en principio imaginábamos pero calculamos que en el mismo día seríamos capaces de dar la vuelta completa de 15 km. Existen muchos Lagos del Oeste en todo el mundo pero el más famoso de todos es este de Hangzhou. No sólo contribuye a formar ese paisaje pintoresco del que presume la ciudad, también está asociado con varios aspectos de la historia y la literatura de China por lo que representa en cierto modo la cultura china. Pasear por las orillas repletas de sauces es tremendamente relajante, ojalá hacer el recorrido turístico de cualquier ciudad fuera así de cómodo.
Mientras paseábamos vimos que el lago era navegable y como no teníamos prisa alguna nos detuvimos en el primer embarcadero que encontramos y alquilamos un bote por cerca de una hora.
La idea era ir hacia el interior del lago y tener una buena panorámica de alrededor.
En la orilla sur del mismo sobre la Colina del Atardecer se encuentra una de las principales atracciones turísticas de Hangzhou, la Pagoda Leifeng. La pagoda original fue construida en el año 977 y por entonces tenía cinco pisos y forma octogonal, estaba hecha de ladrillo y madera. Durante la dinastía Ming piratas japoneses atacaron Hangzhou y quemaron la pagoda sospechando que esta escondía armas, sólo quedó en pie la estructura de ladrillo que terminó derrumbándose por falta de reparaciones.
La pagoda que ahora puede visitarse es una reconstrucción reciente del año 2000. Es tan moderna que no duraron en plantar unas escaleras mecánicas para subir hasta lo alto de la colina y un ascensor en su interior.
En la planta baja de la pagoda se puede visitar el Museo de los Restos de la Pagoda, que contiene las ruinas intactas de la anterior pagoda. La nueva pagoda fue levantada sobre la anterior después de analizar la base y encontrar numerosos tesoros.
La nueva pagoda no tiene mucho que ver pero es muy popular entre los turistas chinos por ser uno de los iconos de Hangzhou y ser representada en pinturas y en la literatura de la época Ming. Por supuesto también ofrece otra de las mejores vistas de la ciudad y del Lago del Oeste.
Desde aquí se puede ver claramente que el lago está dividido por un dique artificial en su parte oeste. Este dique fue construido por el gobernador Su Shi entre los años 1086-1094 y por ello se denomina Su Causeway. En el extremo norte del lago hay otro dique construido por el gobernador Bai Juyi entre los años 785-804, se denomina Bai Causeway. Decidimos atravesar el lago por la pasarela de Su y tras visitar la Pagoda Leifeng continuamos recorriendo la orilla suroeste. Llegado a este punto no sé por qué el Lago del Oeste me recordó al lago del Parque de Beihai en Pekín, con las vistas a la Colina de la Dagoba Blanca y a la Colina del Carbón. No sé si es cosa mía pero me pareció que los dos lagos tenían cierto aire.
Cruzar la pasarela de Su andando nos llevó más de media hora y ya era media tarde cuando alcanzamos la orilla norte del lago. Desde allí divisamos la pasarela de Bai, aunque no cruzamos por esta.
La parte norte del Lago del Oeste con las flores de loto y los puentes de la pasarela de Bai de fondo es una de las estampas más reconocibles de Hangzhou.
Con esta imagen tuvimos que despedirnos del lago. Todavía quedaban algunos lugares interesantes que visitar en la zona pero el tiempo se nos había echado encima y queríamos aprovechar para hacer otras cosas en Hangzhou, entre ellas ir a algún mercado de la seda.
Comprando seda en Hangzhou
No lejos del Lago del Oeste, al noroeste se encuentra uno de los mercados de seda más populares a los que se puede ir en taxi: Hangzhou Silk City (杭州中国丝绸城, podéis encontrarlo en Google Maps).
Hangzhou Silk City se encuentra en Xijiankang Rd y más que un simple mercado es un museo de la seda al aire libre.
La calle peatonal discurre entre pequeñas sastrerías con fachada de aspecto antiguo y con varias esculturas representando las diferentes etapas de la fabricación de tejidos. Dos de las cosas por las que Hangzhou es famosa es por la seda (rivalizando con su vecina Suzhou por ser una de las mejores del mundo) y por el raso o satén, para muchos absolutamente el mejor de todos.
En este mercado podemos encontrar retales de seda y otras telas a buen precio y si no somos muy hábiles con la aguja también sastres que confeccionan vestidos y prendas por encargo.
En el caso de los retales, el precio puede llegar a ser tan barato como en los mercados de Pekín o Shanghai y me dio bastante confianza. Aún así, como siempre hay que tener cuidado con la imitaciones. En el caso de la seda, hay varios consejos para distinguir seda natural de seda sintética. El más común consiste en quemar un borde del retal, la seda natural se hace cenizas mientras que la seda falsa se hace una pelota de plástico quemado. No obstante, muchos de los vendedores del mercado os harán una demostración de esto sin siquiera tener que pedirlo.
Después de hacer algunas compras por encargo, mis amigos y yo nos volvimos al hotel a cenar y por la noche salimos a dar una vuelta por el mercado nocturno de Pinghai Rd. En este mercado se pueden encontrar recuerdos típicos de China, productos de imitación y antigüedades no tan antiguas, pero a nosotros lo que nos llamó la atención fue algo en concreto; otra de las cosas por las que Hangzhou es famosa y por lo que decidiríamos improvisar un plan de visita al día siguiente.
En el próximo post sabréis qué fue lo que vimos y hasta dónde decidimos llegar para saber más sobre ello.