La película comienza como acaba, con un impactante disparo en forma de cartel, con las letras de Hanna en blanco sobre un fondo rojo, y tan distorsionadas en su altura, que parece que la sangre se escurre por ellas. Detrás de esa primera imagen, se esconden los ojos fríos y profundos de Saoirse Ronan, una caperucita entrenada para matar, que protagoniza un film de acción que quiere ser algo más, pero que sólo se queda en el intento, a pesar de la potente música de The Chemical Brothers, o esa forma de rodar de Joe Wright, que intenta meternos en el interior de los personajes con unos primerísimos y abusivos a veces primeros planos, a los que fusiona con una reproducción de la respiración (sobre todo de la protagonista) con la que intenta meternos dentro de su piel, algo difícil de conseguir, porque en el caso de Hanna (Saoirse Ronan), su personaje se muestra fría, calculadora y siempre en tensión durante toda la película, en la que se pasa la mayor parte del tiempo inmersa en acciones de pura acción (a veces distorsionadas con giros de cámara imposibles) o corriendo, en un perfecto símil de huida al estilo caperucita roja, pero esta vez, disparando a matar. Esta fácil comparación con el cuento infantil, se refuerza estéticamente, por la gran cantidad de imágenes donde Hanna sale con su cabeza protegida por atuendos o gorros, de los que apenas salen unos mechones de pelo rubio, dando todo el protagonismo a sus ojos azules, pero que sin embargo, cuando Wright nos la muestra con una vestimenta donde podemos apreciar su fisonomía y unas líneas de expresión más generales, desprende unas increíbles similitudes con la joven Cate Blanchett, que a modo de boomerang maligno, es la Bruja de la película, pero que se encuentra tan perfectamente difuminada tras un pelo color caoba y unas líneas de expresión y un vestuario tan uniformes y despersonalizados, que la hacen difícilmente identificable, a no ser por sus magníficos ojos azules, que juegan maravillosamente al engaño con los de la joven protagonista.
Hanna quiere ser ese cuento protagonizado por un ángel, al que dotan de un recogimiento casi navideño al inicio de la película en la cabaña del bosque donde vive Saoirse Ronan con su padre (Eric Bana), pero enseguida se convierte en un film donde los productores han buscado una inacabable sucesión de escenas de acción, al que también se le podría buscar su parcela de similitud con la serie televisiva Nikita, es decir, nada nuevo bajo el sol. Menos mal, que nos queda el consuelo de las interpretaciones de la joven dinámica y cada vez más sorprendente Saoirse Ronan, y la de esa señora de la interpretación llamada Cate Blanchett, a lo que también podríamos añadir algunos momentos musicales a cargo de The Chemical Brothers.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel