Este tipo de harinas se componen básicamente de almidón y casi nada de fibra, por ello, son más digeribles y muy usadas en la pastelería. Al ser procesadas se retira del grano entero casi todo su germen y la totalidad de su salvado, dejándolas con menos proteínas, vitaminas, minerales y antioxidantes.
Su consumo provoca aumento de peso, porque al ingerir sus hidratos de carbono se convierten en glucosa. Son altas en fructosa; grasas trans (aceites emulsionadores). Carecen de nutrientes, además les añaden componentes para potenciar el sabor y conservación, se les pone un colorante blanco, y contienen sal, soja, jarabe de maíz, además para la elaboración de estas harinas se utiliza un tipo de enzima llamada amilasa, que puede causar asma. Su consumo conlleva riesgos de padecer desde alergias, hasta problemas cardíacos y digestivos, producto de la carencia de vitamina B; puede provocar intolerancia al gluten.
Las harinas blancas refinadas contienen una proteína llamada gluten, más de 55 trastornos de la salud se han vinculado a su consumo. Se encuentra en el trigo, el centeno y la cebada. Se estima que el 99 % de las personas que tienen una intolerancia al gluten o trastornos celíaco no diagnosticado. Un gran porcentaje de la población no lo toleran, algunos de sus síntomas son:
- Problemas digestivos: gases, hinchazón, diarrea e incluso estreñimiento, particularmente común en los niños después de consumir productos con gluten.
- La queratosis pilaris, (también conocida como la “piel de pollo” en la parte posterior de los brazos). Esta condición tiende ser un resultado de una deficiencia de ácido graso y una deficiencia de vitamina A secundaria a la absorción deficiente de grasa causada por el gluten que está dañando al intestino.
- Fatiga, confusión mental o sentirse cansado, al comer una comida que tiene gluten.
- Situaciones de salud autoinmunes, como tiroiditis de Hashimoto, artritis reumatoide, colitis ulcerosa, lupus, psoriasis, esclerodermia o esclerosis múltiple.
- Síntomas neurológicos como mareos o la sensación de estar fuera de balance.
- Desequilibrios hormonales, tales como el síndrome premenstrual, síndrome de ovario poliquístico o infertilidad inexplicada.
- Migrañas
- Fatiga crónica o fibromialgia. Un médico alópata no puede determinar la causa de la fatiga o el dolor.
- Inflamación, hinchazón o dolor en las articulaciones (dedos, rodillas o caderas).
- Tener problemas del estado de ánimo como la ansiedad, depresión, altibajos emocionales y el síndrome de déficit de atención. Una manera más sencilla para determinar si tiene un problema con el gluten, es hacer una dieta de eliminación y abstenerse de su consumo durante al menos 2 a 3 semanas y luego reincorporarlo a su dieta. El gluten es una proteína muy grande y puede tomar meses e incluso años para borrarlo completamente de su sistema. Por lo tanto, entre más tiempo dure la eliminación del gluten, mejor.
Al cultivar el trigo, para conseguir grandes cosechas se recurre a fungicidas. Con ello acabamos ingiriendo una harina con una carga tóxica que, de acumularse en exceso, puede traer muy malas consecuencias.
Si desayuna con pan blanco, va a tener hambre al poco tiempo, y en media hora se sentirá con cansancio y falto de energías.
