Hay tanta mediocridad política que muchos de los que nos gobiernan no han captado para nada el mensaje de tantos españoles en las elecciones del pasado domingo. De cada cien ciudadanos en Andalucía, 38 no han votado. De cada cien en Asturias, 44 no se acercaron a las urnas. 44, casi nada. El mensaje está claro: hartazgo elevado al cubo. Demasiados españoles estamos hasta los mismísimos de los discursos partidistas; de que todo gire alrededor del bipartidismo; de que los problemas no se solucionen y que políticos y tertulianos fanáticos los usen como armas arrojadizas; de que la crisis la paguen siempre los de abajo; de que este Gobierno (y el anterior) sea un títere de la troika Merkozy; de que nos tomen por tontos de baba; de que la banca no suelte prenda en forma de créditos; de que nadie haga nada ante los milmillonarios contratos blindados; de que se opte por el tremendismo en lugar del optimismo; de que se opte sólo por recortar en lugar de incentivar; de que se desmantelen plantillas experimentadas en busca de contratos-basura; de que tengamos a una generación perdida a punto de estallar socialmente; de que los combustibles suban en Semana Santa y en todos los puentes habidos y por haber; de que los beneficios no se repartan/asuman al mismo ritmo que se hace ahora con las pérdidas; de que los especuladores sean porculadores…
Lo dicho, mediocridad (y necedad) política. Conviene escribirlo. Incluso gritarlo.